19 mayo 2012

Vuelve el arte povera


Un bebé haciendo carantoñas puede ser el líder de audiencia mundial. Un perro replicando con aullidos a las llamadas de su amo puede sumar más millones de espectadores que la marca comercial de mayor relumbrón. ¿Qué ha ocurrido? Àngel Quintana (‘Después del cine’) nos da una respuesta atinada: los espectadores somos cada vez más agnósticos de la imagen, y nos hemos alejado de los grandes relatos audiovisuales prefabricados para interesarnos por las “pequeñas verdades” subjetivas, a menudo banales y deslavazadas, que nos brindan nuestros iguales. Curiosamente, el gran público se ha reconciliado con aquellos vanguardistas que propugnaban alejarse de la pinacoteca para atender a las imágenes fortuítas (objet trouvé) o a los materiales de desecho (arte povera) que podían conectar mucho más con la experiencia humana real.

Àngel Quintana
Al público le han dejado de interesar las grandes verdades, pero en cambio se ha sentido atraído por las pequeñas verdades subjetivas, por la experiencia de los demás y por la posibilidad de convertir la propia existencia en una experiencia compartida desde los blogs hasta las redes sociales. Los medios de comunicación partían de una serie de formatos de calidad homologable para definir qué tipo de imágenes tenían calidad suficiente para ser emitidas. Estas imágenes nobles –filmaciones en 35 mm y 16 mm en celuloide, betacam o cintas U-Matic de alta calidad vídeo- eran las que acababan en los archivos (…) para ser conservadas como documento histórico para la posteridad. En cambio, las imágenes domésticas –súper 8, 8mm, registros en VHS, Betamax o High 8- eran consideradas como un subformato, imágenes innobles para uso estrictamente personal o para circuitos amateurs (…). [Pero ahora] estas imágenes son las que pueblan YouTube, las que la gente coloca en Facebook para compartir sus experiencias con su red de amigos o para romper las barreras de su privacidad.

Después del cine (2012)

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