27 febrero 2015

La primavera vegada

Joan Pau Inarejos
La primavera vegada vaig pensar que estava somiant. No estava preparat per descobrir-te entre reflexos irisats esperant algú com jo. Des que em vas mirar per primavera vegada, sempre t'imagino voltada d’ametllers blancs, imprudentment despreocupada de què serà de nosaltres o quin temps farà demà. Sempre has tingut el do d’aparèixer quan menys t’esperàvem i més et necessitàvem. Després del llarg encongiment de l’hivern, sempre arribes tu.

Puc recordar l’origen de moltes coses, però tu, com vas començar? Un misteri sensual i inextricable, com el capoll de la rosa, envolta el teu principi últim. Hi ets sense cap necessitat, i, tanmateix, hi ets. La teva besada llarga ens deixa flotants i vulnerables, com un tronc que no sap que s'acosta a la vora de la cascada. Sense saber per què, tornem a tenir ganes de cantar, i la por de morir sembla un malson d’una mala nit. Pols que es desfà; llum viva que asseca el plor de la terra.

Per culpa teva, perquè ets una promesa de festa, dimiteixo de les meves obligacions melangioses i he de negligir les rutines ermitanes que tant m’havia costat de conquerir. Sempre t’ho fas anar bé per distreure’m amb el teu cant infantil, i no hi ha cap feina en aquest món que es pugui acabar amb la teva piuladissa al mig de tot arreu. 

Quan estens la teva ombra rosada, els meus avis tornen a ser joves, i tot és com el preludi d'un diumenge multitudinari. El cel torna a ser prou ample per encabir-nos a tots. Avui et torno a trobar, o em tornes a trobar tu, no ho sé, i encara que ens coneixem cada bri de cos, encara que ens podríem reconèixer amb dits amants de cec, sempre és com la nostra primavera vegada.

07 febrero 2015

Hollywood es para las desquiciadas


Olsen en 'Marta Marcy May Marlene', Stone en 'Birdman' y Lawrence en 'Birdman'
Joan Pau Inarejos
La película soñada reuniría a Elizabeth Olsen, Emma Stone y Jennifer Lawrence, y, en el mejor de los casos, todas estarían para encerrar. Locas, traumatizadas o alteradas por sustancias, eso nos da igual. Estamos quizá ante las tres actrices jóvenes con más brillante porvenir en Hollywood; las tres son, año arriba, año abajo, de la generación de 1990 –sí, hay gente que ha nacido después de la caída del muro- y las tres nos han cautivado con personajes que no estaban muy en sus cabales. Huelga decir que el plural mayestático sólo representa la opinión, parcial pero insobornable, de este humilde bloguero.

Las tres han logrado vencer el peligroso cliché de Barbies del celuloide, aunque bien es cierto que en sus rostros está el bello arte de la imperfección. Emma Stone tiene unos anormales ojos saltones –Woody Allen le dijo, por boca de Colin Firth, que sólo estaba guapa a las ocho y media bajo la luz de la luna–, en Elizabeth Olsen asoma la sonrisa reptil de sus hermanas, las estomagantes gemelas Olsen, y Jennifer tiene esas facciones hinchables que pueden recordar a una muñeca de funciones espurias, o peor, a Brenda de Sensación de vivir. Son a la vez raras y telegénicas, porque a ver, ¿quién se quedaría mirando noventa minutos a la Venus de Milo?

Alguna extraña chispa, cierta melancolía, une a estas tres mujeres que podían haber sido polvo de estrellas pero que hoy brillan con luz propia. Jennifer Lawrence despuntó en el drama gélido ‘Winter’s bone’ y puso carisma en la trivial ‘Los Juegos del Hambre’, pero donde nos convenció definitivamente fue en ‘Silver Linnings Playbook’ (‘El lado bueno de las cosas’, 2012), una comedia romántica protagonizada por desequilibrados mentales. Tiffany es una viuda deslenguada con fama de ninfómana que hace todo lo posible por seducir y a la vez sacar de sus casillas a un Bradley Cooper no menos ido que ella. Intuimos que en la Jennifer real hay algo de esa eterna adolescente, huraña y eruptiva, quizá demasiado precoz o en guerra con el mundo, que vive latente en todos sus personajes (aunque ahora pretenda engañarnos con esas poses de Cenicienta moderna tropezando en las escaleras de los Oscar).

Elizabeth Olsen es la prueba darwinista de que la genética puede dar sorpresas esperanzadoras y mejorar los modelos anteriores. Si las gemelas Ashley y Mary-Kate se cuentan entre las peores plagas que han asolado el mundo de la televisión, la pequeña Elizabeth dio la sorpresa con ‘Martha Marcy May Marlene’ (2011), un drama ambientado en el mundo de las sectas. La benjamina de las Olsen se desembaraza del recuerdo frívolo y empalagoso de su saga familiar para interpretar a una joven atrapada entre una hermandad alienadora y un hogar que tampoco siente suyo. La triste peripecia de Martha, sufriente y convincente, obliga a revisar aquella máxima popularizada por ‘El mago de Oz’ de que se está mejor en casa que en ningún sitio. Martha Marcy May Marlene, con su intrincada concatenación onomástica, fue el bautizo de fuego de una actriz.

Y así llegamos hasta ‘Birdman’ (2014), la aclamada fantasía cómica de Alejandro González Iñárritu, que no sería lo mismo sin su elenco de actores magníficamente alineados y dirigidos. Mucho se ha dicho de la meritoria autoparodia del ex Batman Michael Keaton, o de la hilarante sobreactuación de Edward Norton, pero por aquí preferimos el contrapunto de Sam, la hija descarriada del dramaturgo, encarnada con una parquedad pasota por Emma Stone. La de Arizona no parece seguir ningún método, y ahí está su raro encanto: actúa con aparente espontaneidad, al dictado de nadie, con un aire entre naif y colocado, high all the time, como si siemprese hubiera fumado un porro en el camerino (y se fuma unos cuantos en 'Birdman'). Como si sus ojos a punto de salir de las órbitas pudieran ver cosas volando en el cielo. Con sus trucos juveniles le dio vidilla a todo un señor como Woody Allen en 'Magic in the moonlight', aquella película donde las señales de tres golpes anunciaban cosas prodigiosas. Como ellas.

06 febrero 2015

Pagar por llorar

Imma Monsó
Artículo ‘Somos breves’ en La Vanguardia, 5/2/2015

Dicen los expertos en mentes que esta falta de ritos para mostrar el duelo en público nos condena a interiorizar el duelo, a vivirlo en la intimidad como si se tratara de una dolencia que debiera ser camuflada. (…) Algo echamos de menos y es probable que un día u otro tengamos que reconciliarnos de nuevo con los ritos de la muerte. Por lo pronto, los americanos, siempre tan emprendedores, ya han creado una especie de agencias de ritos que organizan muestras de duelo y rituales para poner en común el dolor. Es probable que (como somos tan tontos que pagamos por todo lo que antes hacíamos gratis) al final acabemos pagando hasta por llorar a los muertos.

03 febrero 2015

'Magical Girl': vomítame, mézclate conmigo

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Lo que el vómito ha unido, que no lo separe el hombre. No es que sea una imagen especialmente poética, pero una regurgitación providencial, poderosamente arrojada desde el balcón, es el peculiar pretexto con el que se encuentran una serie de personajes dispares en la película ganadora de la Concha de Oro de San Sebastián 2014. Una joven con desequilibrios mentales, una niña enferma que sueña con ser heroína de dibujos animados, un profesor de matemáticas de intenciones oscuras. La oportuna vomitona los acopla a todos, con el viscoso pegamento de los chantajes morales.

‘Magical Girl’ podría parecer un culebrón sin pies ni cabeza si no fuera por la elegancia con que lo cuenta Carlos Vermut. Un experimento a medio camino del drama, el cine negro y la extravagancia almodovariana, cuya cadena de sucesos resulta tan inverosímil como extrañamente adictiva. Y más con la presencia y la mirada de Barbara Lennie, turbadora dama trastornada, nuevo icono del cine español gracias a esa cicatriz sangrante en la frente, espléndida en su progresivo descenso a los infiernos para salvar su frágil matrimonio. O de la jovencísima Lucía Pollán, dando lecciones de interpretación a sus doce años.

La promoción de la película nos insta a tener cuidado con lo que deseamos, y en efecto, hasta el amor paterno más limpio de corazón se convierte aquí en insospechada palanca para un diabólico engranaje de miserias y traiciones. Gente que mata y miente por su trozo de felicidad. Mezquindades que no entienden de edad o clase social, ora en una humilde familia monoparental, ora en un prostíbulo lujoso y temible como el infierno de Dante. Con una banda sonora irreverente que ahora te puede poner una copla española y después una pegadiza música de anime japonés. 

La estrafalaria red de historias de 'Magical Girl' habla de cosas muy, muy graves -enfermedad, violencia, abusos- y sin embargo no abundan las escenas explícitas o morbosas. Al contrario, casi todo está sobreentendido en su montaje frío y silencioso, con asuntos pretéritos de los que no se habla y puertas misteriosas que se cierran en las narices del espectador encendiendo nuestra pérfida imaginación. De hecho, la escena más tensa de la película es de una extrema austeridad de recursos: una mujer de espaldas con un bebé en brazos. No ocurre nada, nadie grita ni golpea nada, pero cuánto peligro hay en esa mujer de mente vulnerable. Ese es el verdadero terror: lo que sólo sabemos el director y nosotros, lo que que ignoran el resto de personajes.

Atentos al diseño de producción, con imágenes cuidadosamente planificadas para perdurar en la retina: la aparición de la niña disfrazada en el comedor, el encuentro exótico entre una dama de negro con paraguas y una actriz esnob que toma el sol en la piscina, ese desnudo femenino repleto de llagas como un ecce homo... 'Magical Girl' no es una película al uso, más bien es una rareza muy rara, por decirlo redundante, que se salva de la categoría de rollo patatero gracias a una feliz circunstancia que no siempre se da en estos casos. Su director se la cree.

‘MAGICAL GIRL’, DE CARLOS VERMUT
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