30 mayo 2011

Ranking: películas de Woody Allen

1   Annie Hall
Allen y Keaton inmortalizando el género de la comedia
2   Manhattan
Declaración de amor en blanco y negro a la metrópolis de la soledad
3   Delitos y faltas
Dostoyevski resucita en un atestado trágico sobre la crisis moral de la clase media
  Desmontando a Harry
Hilarante retablo de neurosis y fracasos en la madurez
5   Cassandra’s dream
Pequeña y reciente genialidad de cine negro, injustamente olvidada
6   Match point
Reedición depurada y juvenil de 'Delitos y faltas'
7   La última noche de Boris Grushenko
Descaharrante parodia napoleónica por donde desfilan Dios, la culpa y el valor
8   La rosa púrpura del Cairo
Una de sus mayores logros artísticos, donde fabula con una ventana permeable entre el cine y el mundo real
9   Zelig
Fábula magistral acerca de la identidad camaleónica, visualmente hipnótica
10 Celebrity
Otra obra "menor" injustamente desdeñada, que pasea la mirada atónita de Allen-Kenneth Branagh por el mundo acelerado de la fama
11 Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo...
Antológia batería de gags "pedagógicos" alrededor de la cópula; para los anales la expedición de  los espermatozoides
12 Hannah y sus hermanas
Rivalidades familiares diseccionadas por el frío cirujano Allen
13 Misterioso asesinato en Manhattan
El neyorquino anima su isla con una sensacional diversión policíaca
14 Interiores
Negrísimo y veraz drama familiar, a la orilla de un mar depresivo 
15 Todos dicen I Love you
Ligera, y a mucha honra, comedia polifónica sobre encuentros y reencuentros en la nostálgica Europa
16 Sombras y niebla
Pequeña perla que se ríe gozosamente de la muerte
17 Días de radio
Festival nostálgico y biodiverso a lo largo de una niñez caótica
18 Acordes y desacuerdos
Fantástico Sean Peann en la piel de un músico pasado de vueltas
19 Poderosa Afrodita
El Allen ya otoñal se deja refrescar por una entrañable meretriz ingenua y jovenzuela
20 La maldición del escorpión de Jade
Esgrima jocosa y placer detectivesco entre el neurótico y la dama de hierro Helen Hunt

'Midnight in Paris': sueños de un americano decadente en Eurolandia

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 4
Es una buena metáfora: cuando Woody Allen ya no tiene nada que decir, se dedica a viajar al pasado. Sí, sí, Woody Allen y no Owen Wilson, porque, como suele ocurrir de un tiempo a esta parte, bajo las facciones de los "nuevos" fichajes actorales (Larry David, Jason Biggs, Kenneth Branagh, Sean Penn...) no late más que su cansino y sempiterno personaje de neurótico-narcisista-judío-genialoide-hipocondríaco. Cierto que en este caso Owen Wilson da más el pego, con su mirada excéntrica, sus rizos rubios y su alleniana nariz de patata, pero no pasa de ser otro eficaz Macario en manos de Woody Luis Moreno.

Poco se podía esperar del otoño creativo del neoyorquino, que, después del bodrio de Vicky Cristina Barcelona se vuelve a reír en las narices de una Europa que le baila el agua de sus ironías seudointelectuales. El resultado no llega a los niveles catastróficos del film catalán, pero poco le queda; en este caso, las postales de la Barcelona pija y soleada dan paso a la sobadísima iconografía de la Ciudad de las Luces (ya visitada en Todos dicen I love you), con un prólogo tan bonito e inofensivo como una cuña del Canal Viajar, una Torre Eiffel omnipresente hasta la náusea, un cameo desperdiciadísimo de madame Carla Bruni y, por supuesto, una encantadora musa gabacha interpretada por Marion Cotillard (ejerciendo de francesa oficial con menos suerte que Penélope en su papel de española ardiente), todo adornado con una ¿sugestiva? teoría psicoanalítica acerca del complejo de la Edad de Oro.

Se dirá que Midnight in Paris despliega una idea ingeniosa (un americano desencantado que viaja por las noches al París de los años 20), pero eso es lo mínimo que cabe exigir a alguien que quiere seguir haciendo cine después de Desmontando a Harry, Delitos y faltas, Cassandra's Dream, Annie Hall, Zelig, Match Point y tantas otras que no cito por no revolcar más el ídolo por tierra. Lo que podía haber sido una sabrosa fábula sobre la Vieja Europa se convierte en una parodia decepcionante (ese Dalí freaky y superficial encarnado por Adrien Brody, por mucho que su breve aparición arranque la carcajada), apenas salvada por el carisma de un Hemingway sanguíneo y taciturno (interpretado por Corey Stoll) o de una grandísima Kathy Bates en el papel de Gertrude Stein, madrina literaria de las vanguardias, y por algún gag brillante que nos recuerda al Woody de otras épocas (véase cierta persecución por los pasillos del París monárquico, con ecos de La última noche de Boris Grushenko).

Por lo demás, Allen-Wilson (o Woody-Owen) traslada la peor sensación posible: que no tiene ganas de hacer nada, más allá de solazarse con ese pase de diapositivas de tono decadente y castrado. No faltan algunas notas  supuestamente ácidas, contra los republicanos, contra la vida burguesa, contra los pedantes, contra la familia... Estertores de un genio que se apaga (ojalá me equivoque) y que solo sueña con dos cosas: ganar dinero y cruzarse por los puentes de París con una doble de Brigitte Bardot que le haga olvidar su edad. 

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21 mayo 2011

El bello es vello


JOAN PAU INAREJOS  
Observa el sabio José Antonio Marina que el castellano es poco preciso y profuso para hablar de la experiencia estética. Además -si se nos permite la nota al pie-, lo bello se confunde con facilidad con el vello (desafortunada coincidencia), y menos suerte todavía tiene el catalán bell, que directamente sufre homofonía con la vejez (vell)... Lo bonito o lo maco, tan hogareños y pueriles, apenas tienen categoría para llenar este vacío tan enojoso en nuestras lenguas, que obliga a señalizar las conversaciones con vulgares aclaraciones ortográficas ("bello con be", "bell amb be alta"). Tampoco cabe en la conversación cotidiana ibérica hablar de lo hermoso, lo lindo o lo formós (si no es con un arpa entre las manos), así que seguiremos sufriendo en silencio esta endémica censura lingüística: una lástima.
JOSÉ ANTONIO MARINA  
La palabra bello tiene una historia confusa porque procede del latín bellus, que es el diminutivo familiar de bonus, "bien". Significaba, literalmente, bonito. Sustituyó popularmente a otras palabras de más empaque como pulcher y decorus ("la belleza adornada") (...) No he encontrado ninguna palabra castellana para designar la experiencia estética. Algunos estudiosos han señalado  que "a medida que avanza el siglo XVII se advierte una ampliación del vocabulario utilizado para describir este tipo de experiencias. Y algunos de los adjetivos y verbos usados tienen una relación innegable con lo inefable" (...) La experiencia estética no está, como he dicho, lexicalizada en castellano. ¿Cómo se puede explicar este desinterés? Posiblemente porque la experiencia de la belleza, que sin duda ha existido siempre, situaba en el objeto el valor desencadenante. Lo único que tenía que hacer el sujeto era contemplar lo que había.

Diccionario de los sentimientos, de José Antonio Marina y Marisa López (1999)

20 mayo 2011

Diccionario de los sentimientos

José Antonio Marina (1999)
DEFINICIONES BARROCAS
"Un diccionario antiguo define así el rayo: "Cada una de las emanaciones ígneas y súbitas, siniestramente deslumbradoras, que abrasan cuanto rozan en su instantáneo curso destructor”
Los diccionarios [antiguos] caían en deliciosos excesos lexicográficos que resultan muy divertidos. En el 'Nuevo Diccionario de la lengua castellana' publicado por "una sociedad literaria", en París, en 1860 encontramos las siguientes definiciones: "Pudor: el honor de la mujer, por cierto colocado en muy resbaladizo y vidrioso declive, en harto periculosa pendiente, ocasionada a insubsanable fracaso". "Rayo: cada una de las emanaciones ígneas y súbitas, siniestramente deslumbradoras, estridorosamente subseguidas, que, lanzadas de grupos atmosféricos, abrasan cuanto rozan en su instantáneo curso destructor". "Cuello: especte de istmo carnoso y cartilaginoso que junta la península de la cabeza con el gran continente formado por la mayoría física del individuo". 

LOS JUICIOS MORALES DEL DICCIONARIO
La mezquindad Esta palabra significa, en primer lugar, tacaño, pero a continuación el diccionario dramatiza el juicio y añade "falto de generosidad y nobleza, muy pegado al interés material, capaz de sentimientos y acciones de los que degradan (...)".
La generosidad  En general, el diccionario aprecia más al que sabe gastar que al que sabe ahorrar. Quien da abundantemente su dinero o lo gasta en obsequiar a otro es espléndido, es decir, resplandeciente, magnífico. 

LA SOLEDAD ES UN PESO  
"Los baijing llaman cansancio a lo que se siente después de la partida de un amigo, y la metáfora no es nada extravagante: en castellano, la pesadumbre es un modo de tristeza" 
------Según los antropológos, en muchas culturas primitivas las emociones no se consideran fenómenos íntimos, sino fisiológicos y sociales. Los psicólogos occidentales no suelen incluir el hambre en las listas de sentimientos, pero Fajans, investigador de los baijing, explica con mucha claridad por qué este pueblo cree que anaingi, "hambre", es un sentimiento, además de un estado físico. Lo relacionan con el aislamiento y la soledad (...) Para paliar la tristeza que acompaña al viajero, cuando alguno llega a una comunidad baijing se le da inmediatamente comida. También se ha considerado que ese pueblo analizaba mal los sentimientos porque llamaba "cansancio" (awumbuk) a lo que se siente después de la partida de un amigo o familiar. Este sentimiento es causado por el "peso" que el que se marcha deja tras sí. Aunque en castellano preferiría hablar del "vacío" que deja la ausencia, la metáfora baijing no es nada extravagante. En castellano, la pesadumbre es un modo de tristeza.


EL AMOR
"Los amantes son charlatanes porque el enamoramiento produce un avivamiento de la realidad, que se vuelve más interesante"
Si tiene razón Musil, "el amor es el más charlatán de todos los sentimientos y consiste en gran parte en la charla misma". "De la abundancia del corazón habla la boca", dijo el sabio (...) ¿Por qué hablan más los enamorados? Sólo se me ocurren dos razones. Una: lo que los humanos llaman enamoramiento produce un avivamiento de la realidad, que se vuelve más interesante. Dos: los enamorados disfrutan comunicándose, "manteniéndose en relación". Y esto lo hace el habla con independencia de lo que se está diciendo. El habla enamorada es más comunicativa que informativa, por eso desde fuera suele parecer vacía y casi ridícula.

LA TERNURA
"La oposición duro/blando es constante en los afectos: la ternura ablanda las entrañas, derrite, vuelve efusivo"
En el mundo afectivo la oposición dureza/blandura es constante. La dureza de corazón es insensibilidad, ausencia de misericordia, incapacidad de conmoverse. También es aptitud para el combate y para soportar los infortunios. La aparición de un objeto determinado puede enternecerle, ablandar sus entrañas, "despertar los sentimientos de compasión y de ternura". Le conmueve, altera su frialdad o su indiferencia. Los humanos se derriten, que significa "enamorar o poner a alguien muy tierno, cariñoso o amoroso". Se vuelve entonces efusivo, es decir, se funde y extiende en sus manifestaciones como un líquido. 

LA TERNURA SEGÚN PESSOA
"Todo lo que duerme es niño de nuevo"
Voy a transcribir un bellísimo relato sobre la ternura, escrito por Fernando Pessoa (...): "Bajando por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda de un hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera, la chaqueta de un traje modesto (...) y ponía en el suelo, al ritmo de ir andando, un paraguas cerrado, que cogía por el puño con la mano derecha. Sentí de repente por aquel hombre algo parecido a la ternura. Sentí en él la ternura que se siente por la común vulgaridad humana, por lo trivial cotidiano del cabeza de familia que va a trabajar, (...) por la naturaleza animal de aquella espalda vestida. La sensación era exactamente idéntica a la que nos asalta ante alguien que duerme. Todo lo que duerme es niño de nuevo".

EL PLACER FRENTE A LA ALEGRÍA
Bergson: "El placer no es más que un artificio para la conservación de la vida; en cambio, la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado"
A nosotros, los extraterrestres, nos resulta difícil comprender el siguiente texto de Henri Bergson, un brillante filósofo francés, espiritado, espiritual y tal vez espiritista, que ganó el premio Nobel de Literatura: (...) "El placer no es más que un artificio imaginado por la naturaleza para obtener del ser vivo la conservación de la vida; no indica la dirección en que la vida está lanzada. Pero la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha conseguido una victoria: toda gran alegría tiene un acento triunfal".

Diccionario de los sentimientos, de José Antonio Marina y Marisa López (1999)

17 mayo 2011

La era yudoca (o el nuevo fatalismo económico)

JOAN PAU INAREJOS
Nuestros antepasados creían fervorosamente en la fatalidad de las cosas: un futuro preescrito en las estrellas, llamado hado, destino o determinismo (según sus formas mitológicas o laicas) y que antaño se atribuía a los designios de los dioses o de la naturaleza. Hoy, según sugiere el escritor portugés Gonçalo M. Tavares, renace esa convicción en la historia inexorable, pero no merced a Zeus ni al ADN de la especie, sino a los omnímodos poderes económicos que hacen inútil cualquier forcejeo: Portugal y Grecia parecen demostrar que lo mejor es, simplemente, practicar la caída. Como el yudoca.


GONÇALO M. TAVARES
“La cuestión europea ya no es evitar la caída, sino pensar en estrategias de caída sin lastimarnos: no es un pensamiento de boxeador sino de yudoca: sé que voy a caer y, por tanto, entreno para caer de frente ”

La cuestión europea, en este momento, es esa: ¿qué hacer mientras caemos? Ya no se trata de hacer algo para evitar la caída, sino, más bien, de pensar en estrategias de caída, de pensar en formas de caer sin lastimarnos. En eso es en lo que piensan ya muchos países. Es un pensamiento de yudoca, el más útil en estos momentos: sé que voy a caer y, por lo tanto, practico las caídas. Voy al gimnasio y me entreno semanas y semanas en la forma de caer. Esto es, de hecho, lo más sensato. El país que crea que nunca va a caer, que se mantenga duro y orgulloso y que no se entrene para caer bien, se partirá varios huesos cuando caiga, de eso no cabe duda. ¿Qué es, por lo tanto, un país yudoca? Es un país que no se hace falsas ilusiones sobre las fuerzas del otro (el otro -cualquiera que sea el adversario- tiene fuerzas suficientes para derribarme) ni tampoco se hace falsas ilusiones sobre la fuerza de gravedad: la naturaleza, nos guste más o menos, no va a suspender la fuerza de la gravedad.

De hecho, lo que me parece ya evidente para muchos países es que la cuestión no es si voy a caer o no, la cuestión es si voy a caer de frente o voy a caer de espaldas. Porque hay una enorme diferencia entre esas dos caídas. Caer de espaldas es mucho más peligroso. Lo que en el yudo se llama hippon, y que supone la derrota de un yudoca, es precisamente la caída de espaldas. La diferencia, en definitiva, entre un país yudoca y un país boxeador consiste en que ambos caen, pero el yudoca, cuando cae, se lastima menos. Europa, por lo tanto, debe empezar, hoy mismo, con sus clases de yudo.

GONÇALO M. TAVARES, EL PAÍS, ARTÍCULO ‘LA CAÍDA DE EUROPA’,16/5/2011
TRADUCCIÓN DE CARLOS GUMPERT

Ante la muerte de Bin Laden


ANTONI PUIGVERD
“Nuestra obsesiva tendencia a exigir la bondad moral de la política responde a la irrelevancia de nuestra opinión en el concierto de las naciones; nuestras condenas morales salen, por consiguiente, gratis. Moralidad sin riesgo. Sin costes”

El fallecimiento de Bin Laden ha suscitado graves interrogantes de tipo ético. ¿Es lícito comportarse de manera bárbara para eliminar la barbarie? (…) [pero] ¿qué decir de la celebración del bombazo etarra a Carrero Blanco? Muchos de los que ahora se rasgan las vestiduras por la acción de Obama brindaron entonces con Delapierre. Otras muchas preguntas quedan en el aire. Por ejemplo: ¿no triunfó la revolución francesa, una de las dos matrices de la democracia, gracias a la guillotina y al Terror?

¿A qué responde nuestra obsesiva tendencia a exigir la bondad moral de la política? Por una parte, a la irrelevancia de nuestra opinión: apenas contamos en el concierto de las naciones: casi nadie nos escucha. Nuestras condenas morales salen, por consiguiente, gratis. Moralidad sin riesgo. Sin costes. Por otro lado: ¿no refleja el moralismo político cierto déficit espiritual? Eliminada de nuestra vida social toda forma de trascendencia religiosa, quedaría la nostalgia del absoluto. Quizás la obsesiva exigencia de perfección moral de la política procede de este vacío.

“Ojalá el mito de Bin Laden tome el camino del Che Guevara. El de un icono comercializable junto a los discos de Michael Jackson, junto a la foto de las torneadas piernas de Marilyn, pero ideológicamente infértil”

Se dice que el asesinato de Bin Laden lo convertirá en un mito para los islamistas. Un mito capaz de subyugar a otros sectores musulmanes, de propagar su escuela de odio. Veremos. La desaparición de Bin Laden recuerda la del Che Guevara. Desde que aquel mitificado guerrillero murió, su fama no ha hecho más que crecer en todo el mundo. Una fama que coincidió con la eclosión de la posmodernidad y la apoteosis del consumo. La fama del Che resiste el paso de las generaciones. Es un verdadero icono. Perfectos consumidores compran todavía camisetas y gadgets estampados con su decorativo rostro. Y, sin embargo, nada hay más alejado de la ideología del Che que la cultura pop. Ojalá el mito de Bin Laden tome este camino. El de un icono comercializable junto a los discos de Michael Jackson, junto a la foto de las torneadas piernas de Marilyn, pero ideológicamente infértil. Desactivado su mensaje de sangre gracias a la trivialidad de una fama decorativa.

ANTONI PUIGVERD, LA VANGUARDIA
ARTÍCULO ‘LA CAMISETA DE BIN LADEN’, 9 MAYO 2011

07 mayo 2011

Viaje a Valencia en tres estampas

por JOAN PAU INAREJOS
Viaje en marzo de 2011
Joan Pau, Laura, Jose y Sara

uno: las falleras
 falleras 
En los días previos a las Fallas, València ya huele a pólvora y a jolgorio. Incluso en algunos momentos uno puede verse rodeado de una humareda violácea y serpenteante, recorriendo las calles con un perfume de calor y de naranja psicodélica (y si vas colocado, hasta puedes ver falleras con cola de sirena volando alrededor del Micalet). Sirvan estos delirantes apuntes al aire libre para ilustrar la pasión folclórica, a medio camino de la mitología y lo kitsch, que vive esta ciudad ruidosa, donde las falleras son a la vez vestales romanas y misses televisivas; pueden aparecer en solemnes carruajes nocturnos, desfilando cual ejército de diosas a golpe de megáfono, o bien confundidas entre el gentío a pleno sol, alisándose el vestido o acabándose de colocar los zapatos. En medio de la multitud, una niña regordeta aguardaba impaciente mientras su madre le ajustaba el legendario moño negro y su enroscado atuendo de dama de Elche. Parecía que iba a salir disparada en cualquier momento.


dos: el fantasma de la Llotja

fantasma de la lonja
Lejos de la noche fallera, se puede confirmar aquí, una vez más, que algunos de los mejores tesoros de las ciudades están escondidos en carcasas discretas y anónimas, que apenas llaman la atención en su fachada pero que albergan en su interior pequeñas genialidades arquitectónicas. En el caso de València, al menos hay dos lugares de este tipo: la sorprendente Plaça Redona (un patio circular en medio del casco antiguo) y sobre todo la Llotja de la Seda (siglos XV-XVI). En este imponente vestigio de las glorias mercantiles del Medievo, 24 estilizadas columnas sostienen un firmamento bellísimo, en forma de bóvedas de crucería entrelazas como una gigantesca trabazón de mimbre, sobrevolando uno de los espacios más austeros y magníficos del gótico mediterráneo. Tras sus ventanales, uno imaginaría a un fantasma atolondrado, o a un Quasimodo valenciano hastiado por tanta amplitud donde hacer reverberar su soledad.

y tres: horizontes de metal

jurásico de metal 
La playa de València tiene quizá uno de los nombres más bellos de la toponimia ibérica: la Malvarrosa (de malvas rosáceas, plantas que antiguamente poblaban la zona) se extiende orgullosa en los confines del barrio homónimo, y, pese a sus dulces evocaciones florales, las protagonistas de su horizonte son las gigantescas jirafas de hierro del puerto, que en primavera ya ven acampar a los futuros bañistas, esos que suspiran por las aguas tibias del mes de julio. Por qué será que estas grúas tremendonas, también en Barcelona, siempre me hacen pensar en conexiones alienígenas o en La Guerra de los Mundos. Sin duda era mucho más tranquilizador llegar a puerto hace siglos, cuando la industria pesada ni estaba ni se le esperaba, y te aguardaba solamente la luz acogedora de un faro.


Joan Pau Inarejos, 7/5/2011
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06 mayo 2011

'Chico y Rita': sensualidad en dos dimensiones


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8
En esto del erotismo no hay verdades absolutas: hay quien prefiere a la ficticia Jessica Rabbit antes que a la mismísima Marilyn Monroe, o quien se recrea ardientemente con el Kama Sutra y luego se queda impávido ante Nueve semanas y media o Instinto básico. Sirvan estas disquisiciones mundanas para apoyar que lo artesanal no quita lo vívido, y que Javier Mariscal y Fernando Trueba han manufacturado un monumento a la sensualidad y a la alegría de vivir con una cinta de animación en dos dimensiones, ahora que las 3D son poco menos que dogma trinitario.

Movimientos sinuosos, amor por los detalles, orquestación de colores y muchas otras virtudes acompañan esta historia romántica ambientada en la Cuba de los años 40, donde un joven pianista (Chico, mulato y soñador) se queda prendado de una aspirante a vocalista (Rita, morena y peleona). Como solo pueden hacer los enamorados de los oficios o los nostálgicos más enfermos, Mariscal y Trueba recrean un país y una época de forma rica y palpitante, con un poema cinematográfico que arranca suspiros con simples movimientos de faldas (brillante animación: que aprendan muchos encegados con la Pixar) y con una calidez sexual sin rastro de complejos anglosajones, más bien con un mestizo espirítu mediterráneo-caribeño, aunque, eso sí, narrado con el mejor clasicismo del Hollyood dorado.

Además del homenaje al jazz, a Bebo Valdés e incluso al flamenco, Chico y Rita nos deja paisajes urbanos deslumbrantes por su lirismo desgarbado: véase esa Habana desordenada a la que se asoma un anciano inquilino, la inmensidad de Nueva York transfigurada con ojos poéticos -casi con los de Lorca- e incluso una fugaz visita a la Barcelona del modernismo, con la postal preciosista del interior del Palau de la Música.

Sin olvidar los entrañables toques de comedia que bañan toda la función, desde esa amante despechada y deslenguada que se lía a tortazo limpio hasta el antológico vecindario insomne donde los inquilinos están en diálogo constante las 24 horas, discutiendo sobre apagones, sobre matrimonios o sobre el Che Guevara. Con su insobornable peculiaridad y su mirada verdaderamente adulta, esto es lo más parecido a un jarrón chino en medio de la animación actual, y, quien no quiera comprarlo, vive Cuba que él se lo pierde. 

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