27 diciembre 2005

La barbería


Unos peluqueros libios me afeitaban la barba, mientras en las tiendas de afuera se arremolinaban corrillos de chicas de color berenjena. Todas cuchicheaban y se vestían mano a mano, ciñéndose la cintura, mesándose el pelo, enrollándose en las faldas. Se reían como bobas, como niñas asustadas en la noche, con el alma a rayas rosas. Corrían nudos y pendientes, agujas y agujeros.

Cuando los libios limpiaban la navaja me asomaba para espiar entre rendijas, y desaguaba el pecho verlas flotar entre sábanas, saltarinas y aéreas, cumpliendo el ritual de la solicitud femenina en los botones y los enredos. La tienda de los barberos se tupía de pelo y calor, pero el rumor adolescente entraba y salía por los resquicios. Yo me moría de impaciencia y escozor, deseando por favor que terminara el peluquero para adentrarme en la nube rosada y encontrarte.

Joan Pau Inarejos, verano 2005


14 diciembre 2005

Olvida, ¡rápido!



En la sociedad agraria, antes de que fuéramos modernos, no sobraba nada: la basura era abono. Tampoco sobraba nadie: todos tenían algo que ofrecer y bastaba con empuñar la azada o saber recoger fruta para que todos tuvieran un plato en la mesa.

Todos tenían algo que hacer.

Pero llegó la modernidad y la minería y la industria, que ya no reciclan ni integran, sino que generan basura material y basura humana. Si no les sirves para producir, eres un parado y, junto con los enfermos y ancianos, devienes estorbo. Hoy todos estamos o produciendo basura o en trance de convertirnos, tarde o temprano, en basura humana.

Y fabricamos coches que seis meses después de salidos de fábrica son viejos.

Porque la lógica de la modernidad es generar desperdicios, una lógica que culmina en la histeria de la moda y que te obliga a tirar ropa o muebles en perfecto estado.

Porque ya no son modernos.

Porque la modernización siempre es compulsiva, no es racional, aunque la disfracen de razonable cuando nos la venden o nos la imponen. Los que mandan siempre están creando un nuevo orden moderno que sustituirá al anterior siempre anticuado.

¿Quién gana al imponer ese afán?

La modernización compulsiva afianza el dominio de una minoría que decide la modernidad. Al imponer el cambio del sistema, esta minoría deja fuera a los que no encajan por demasiado viejos o demasiado jóvenes, o demasiado tontos o demasiado listos...

¿Puedes sobrar por ser demasiado listo?

La cultura hoy no consiste en la capacidad de aprender sino en la habilidad para olvidar. Si no olvidas rápidamente lo que sabes para aprender lo nuevo, te conviertes en redundante y estarás en la lista de despedidos del próximo expediente de crisis. Así que es mejor olvidar lo que sabes.

¿Lo aprendido puede llegar a estorbar?

¿Acaso no es un estorbo para una empresa el trabajador que se empeña en hacer algo con perfección artesana? ¿No sería un engorro para una fábrica de coches que un equipo fabricara uno que durara toda la vida? ¡Si lo que quieren es vender! La calidad molesta.

Se impone la fungibilidad planificada.

Esa mentalidad de la sociedad líquida en la que vivimos también se ha contagiado a la pareja: antes tu pareja era lo más sólido en tu existencia. Hoy el afán modernizador convierte a tu pareja en algo que también queda desfasado cada temporada. El matrimonio de por vida está anticuado y se impone un matrimonio con contrato basura.

Media nación se divorcia de la otra media.

Y así convierte todavía en más precario el equilibrio vital: a nuestro alrededor esa modernización espasmódica transforma todo en pasajero, en líquido. El medio ambiente forma parte de lo antiguo y destinado a desaparecer, a ser basura, y en la basura los humanos vivimos sujetos a relaciones sin garantías... Empezando por las laborales.

Sin compromiso.

Si me haces ganar dinero o placer, te mantengo, si no, te echo y punto. La noción de compromiso, que era el eje de la confianza mutua, se ha convertido en paleolítica, porque dificulta esa modernización compulsiva. Y esa falta de compromiso genera también en la pareja y en la familia personas redundantes: gente que sobra por doquier. Todos sobramos o algún día sobraremos.

¿Qué hacer con tanta gente sobrante?

Cuando comenzó la modernidad, los problemas locales en la metrópolis causados por esos seres redundantes - el parado, el inválido, el alcohólico, el delincuente, la puta vieja, la mujer abandonada y sola, el loco, el desviado político...- eran resueltos de modo global: la basura humana se enviaba a colonias.

Así nacieron América y Australia.

El hispano muerto de hambre hacía las Américas o el presidiario galés era desterrado a Australia. ¿Pero dónde facturar hoy a todos esos sobrantes humanos?

Zygmunt BAUMAN entrevistado por Lluís AMIGUET, 'La Vanguardia', 13/12/05

07 diciembre 2005

Crazy Frog














La historia de la rana loca, la reina del politono para teléfonos móviles, arranca en 1997 y va camino de convertirse en el paradigma del advenimiento de 'lo inconsistente' como nueva corriente cultural.
El fenómeno Crazy Frog es algo más que un simple éxito de la cultura del politono para móviles. De hecho, a la velocidad con la que se están propagando los antimelódicos brum-brum y ding-ding que caracterizan al personaje, va camino de convertirse en piedra angular - desde el punto de vista comercial, al menos, aunque me atrevería a afirmar que también desde el estético y, por qué no, desde el moral- de una corriente de influencia en la cultura pop que tiene como base casi exclusiva la chorrada.
La historia de Crazy Frog es todo un paradigma del advenimiento de Lo Inconsistente como nueva corriente cultural, porque ya en su mismo origen se dan cita todo tipo de modos de comunicación basados en la ausencia total de intención, objetivo o dobles lecturas: onomatopeyas vocales, apropiación sin excusa reivindicativa de creaciones ajenas, animaciones rebosantes de humor chusco, la necedad consciente como vehículo hacia ninguna parte.
El fenómeno comienza en 1997 con Daniel Malmedahl, un joven sueco de 17 años que se dedica a colgar en Internet diversas imitaciones que hace, sin más ayuda que su voz, de diversos modelos de motores de combustión interna. La Red le convierte en poco menos que una celebridad local, protagonizando sencillos montajes animados de vehículos de Formula 1 moviéndose al ritmo del cargante sonido de falso motor que, a esas alturas, ya se había convertido en anónimo Patrimonio de la Humanidad.
La prueba está en que en el año 2003, el animador - también sueco- Erik Wernquist creó un repulsivo personaje en 3D, al que llamó The Annoying Thing (La Cosa Molesta), y acompañó su animación de los sonidos de Malmedahl, acreditando su autoría a Anónimo.El protagonista de esta pieza es una especie de anfibio vestido únicamente con un casco de motorista y una chaqueta de cuero. Sus ridículos genitales, que sin embargo no ayudan en absoluto a determinar su sexo, se muestran desafiantes. La Cosa mueve las manos acompañando a la onomatopeya motora, como si condujera una moto: súbitamente, el vehículo imaginario arranca, y la Cosa se aleja a toda velocidad, balanceándose al ritmo de los demenciales sonidos producidos por Malmedahl.
A partir de ahí, la historia se acelera: una empresa alemana que licencia tonos para móviles, Jamba!, compra los derechos de la animación, y comienza a distribuirla por Europa. Le cambia el nombre a Crazy Frog al considerarlo más asequible (con el consiguiente disgusto de Wernquist), y gana, gracias al éxito del producto, unos catorce millones de libras. A partir de ahí, la cultura dance más arrastrada y atenta a la chuminada como excusa para justificar recopilatorios se fija en el anfibio y éste cede su imagen a una gran cantidad de remezclas, versiones y temas originales. Sin duda la más exitosa de estas reformulaciones, y la que ha lanzado al estrellato a La Cosa Molesta (a estas alturas, un apelativo que es mucho más que un eufemismo) es la actualización de Axel F (tema principal de la película Superdetective en Hollywood).
El propio Wernquist realizó un videoclip para esta canción, consiguiendo así que el bicho retroalimentara su propia leyenda de bolsillo. La cuestión es que hasta se desató una considerable polémica en el Reino Unido por el simpático exhibicionismo de Crazy Frog, que siguió caldeándose cuando las asociaciones de telespectadores protestaron por la omnipresencia del anuncio en televisión del tono para móvil, auténtica base para el éxito multitudinario del animal: se calcula que en mayo de 2005, el anuncio se emitió 2.378 veces al día entre todas las emisoras británicas. Demasiado hasta para un dibujo animado. Chris Martin, cantante de Coldplay, afirmó que odiaba a la rana, y que "he llegado a un punto en el que me gustaría arrancarle las piernas a esa cosita y zampármelas en un restaurante".
Quizá el hecho de ser expulsado del número uno de las listas de ventas en su país en mayo de 2005 tuvo mucho que ver con la forja de esta opinión, pero demuestra que, hasta para sembrar polémica, el invento se mueve por unos márgenes que saltan generosa e imprevistamente de lo cargante a lo sublimemente tontorrón. Quizás el germen de la cultura popular del futuro haya que buscarlo en politonos y chistes para oficinistas. Pero en cualquier caso, lo que parece indudable es que la respuesta a esta cuestión vamos a tener que averiguarla solicitándola previamente por SMS.
Pedro BERRUEZO, 'Cultura/s', 'La Vanguardia', 19/10/05

Your song























El cine, la televisión, los discos, los libros y revistas, se confunden ya con el paisaje real, configurando esa segunda naturaleza en la que una secuencia, una canción o un anuncio se incrustan en nuestra biografía como una puesta de sol, un día de perros o un hallazgo fortuito.

La inclusión de estos fragmentos (ajenos) en nuestro discurso dirario y artístico ha dejado ha dejado de ser una cita para convertirse en una apropiación hasta cierto punto inevitable. La película ‘Moulin Rouge’ lo ilustraba burda pero contundentemente: cada vez que alguien quiere expresar algo íntimo, tan sólo salen de su boca clásicos bobalicones de la Frecuencia Modulada.

‘Your song’ no es homenajeada por el hecho de que Ewan McGregor la repita incesantemente. Es, por el contrario, señalada como un lugar común, un tópico conveniente, como esas postales navideñas u hospitalarias que suplantan nuestros verdaderos sentimientos.
Andrés HISPANO, 'Cultura/s', 'La Vanguardia', 7/XII/05 / foto: http://library.duke.edu/exhibits/comicbookcultures/1950s/cbc-50-05/exhibit_section_item_view.html?display=large

04 diciembre 2005

El pallasso


M’ha costat, però he aconseguit obrir els ulls de bat a bat i vet aquí que no veig Déu, sinó un pallasso vestit amb tirants i butxaques. Molt bé, ja els has obert. Aguanta, aguanta, em diu el pallasso.
Fes 1 PASSA ENDAVANT
i obre aquesta porta: no veus aquestes palmeres de paper? I aquest sostre de bambolines d’escuma blava? Ell vinga a riure. Puja per aquesta escala de cargol. Si tens por deixa la sang que es glaci tant com vulgui, però tu no tanquis els ulls per res del món. Aleshores el pallasso comença a agitar les seves mans de bengala i apareixen
UNS DIBUIXOS DE PERFILS VERDS
Els garbuixos lluminosos van flotant en la foscor de l’escala i em diu a cau d’orella: aquest és el mapa, aquesta és la ruta, i jo no entenc res. A dalt de l’escala m’espera un majordom terrible, tan cadavèric i ullerós que no puc mirar-lo de cara. Sort que les llumeneres verdes ens distreuen amb el seu ball de consignes.

Davant nostre s’estén un saló sense final, empedrat de trones i canelobres. Els reis estan dormint, diu el pallasso. Mai se sap si fa broma o parla de debò.
Vine, vine amb mi.
Em tombo per veure si hi ha el majordom. Està d’esquenes, amb les seves espatlles de voltor amatent. Espero qualsevol moviment per saber si és un home adormit o bé un espantaocells. Però el pallasso em torna a cridar: vinga, acompanya’m, nano, que tenim el temps just. Travessem tot el saló a les fosques: les estàtues ens segueixen la pista amb els seus ulls de pedra, les cortines es tentinegen i jo no veig cap finestra oberta. Corre, no et despistis. Pels passadissos se senten udols llunyans i escalfors arran de peus, com de presoners demanant clemència. Vaig mirant enrera: les portes es tanquen.
Blam, blam!
Totes aquelles estàtues eren porucs que miraven enrera. Tu has de córrer més que ells. Mira, ja hem arribat. Veig el pallasso com s’embala i l’estiro del coll de la camisa. Què vol dir que ja hem arribat? Què hem de fer? Dibuixa el seu somriure de goma rosa i diu:

Scht. Que despertarem els reis.

Em ve una bafarada de terror per la gola, miro a banda i banda i de cop i volta em poso seriós. A mi no m’enganyes. Ell riu i furga en una de les seves butxaques. Tot això és mentida. És el que ens passa als ximples que ens quedem adormits damunt dels llibres. Tu mateix no ets real. No m’escolta. Treu unes claus enormes, com de joguina, i comença a obrir la porta.

Joan Pau Inarejos, diciembre 2005