28 agosto 2010

'Coneixeràs l'home dels teus somnis': crueldades inacabadas

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS 

Nota: 7 
Lo inacabado no siempre es decepcionante. Woody Allen lo demuestra con su cuarta excursión a Londres, 'You will meet a tall dark stranger', donde ha filmado un delicioso juego de miserias humanas que gira constantemente como un tiovivo y que no termina más que en la imaginación del espectador.

El neurótico neoyorquino, a pesar de sus no pocos bodrios recientes (a Vicky Cristina y otras chicas del montón me remito), vuelve a demostrar su genialidad a la hora de retratar microcosmos humanos, apartamentos claustrofóbicos donde individuos deslenguados se dicen de todo menos guapos, para regocijo de la platea.

En este caso, el foco se pone sobre dos generaciones de infelices, a cual más desorientada. En primer lugar, un viejo matrimonio divorciado donde la mujer (Gemma Jones) vive absorbida por una adivina de tres al cuarto llamada Cristal, y donde el marido (enorme Anthony Hopkins) busca una segunda juventud -ahí es nada- con una prostituta mascachicles. La otra generación es la de los cuarentones: Naomi Watts y Josh Brolin interpretan una pareja fronteriza entre la juventud y la madurez, que vive colgada de utopías fracasadas: él, escribir un buen libro; ella, tener su propia galería de arte.

En este batiburrillo humano aparecerán humeantes seductores: la atractiva vecina de enfrente y un ajetreado galerista más bien tirando a golfo (bravo por Antonio Banderas) pondrán patas arriba el ecosistema sentimental, llegando a protagonizar momentos desternillantes: imperdible el no-diálogo entre Watts y Banderas, donde uno habla de amor y el otro sale continuamente por peteneras, plasmando certeramente cómo las relaciones humanas se rigen a menudo por el consabido cada loco con su tema. 

Pero Mr. Allen no se conforma esta vez con la comedia pura y dura, con la suave gaseosa de media tarde, sino que convoca su tan apreciada obsesión con el crimen y el desorden moral. En la estela de 'Delitos y faltas', 'Match Point' o 'El sueño de Casandra', Woody tiene el coraje de volver a mirar de frente la debilidad humana, incluso hasta sus consecuencias más egoístas y vacías de escrúpulos (si hace falta, traicionando a un amigo en coma o insultando a tu mismísima madre por dinero). Esta vena trágica  o tragicómica nos reserva algunos de los momentos más ácidos y memorables del film londinense.

Sin reeditar las cotas artísticas de 'Match Point', el autor de 'Manhattan' vuelve a mover sus marionetas con habilidad y mala leche, con frialdad de viejo zorro, y nos encandila con presuntas aventuras románticas que quizá no serán lo que parecen. Un circo tan divertido como profundamente melancólico y desencantado: es decir, cien por cien Allen. 

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berlín ayer y hoy



27 agosto 2010

'Origen' (Incepcion): sudoku colosal

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS 

Nota: 8,5 
Decía el conde de Lautréamont que la belleza es "el encuentro fortuito sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas". Y el muy ibérico Ramón María del Valle Inclán remachó el asunto lanzando su "¡Maldición para quien no tenga el coraje de reunir dos palabras que nunca habían estado juntas!". Pues bien, ocurre que a veces, la belleza o la genialidad cinematográfica sobreviene también por la mezcla de elementos que nunca (o casi nunca) habían estado juntos; en jerga moderna se llama "llenar un nicho de mercado" y en jerga más del barrio, "parece fácil, pero hazlo tú". Parecía fácil,  en efecto, pero Cristopher Nolan, el aclamado reinventor de Batman ('El caballero oscuro'), ha tenido el coraje de reunir dos mundos tan archiconocidos por separado como son los sueños y la ciencia ficción. El resultado (hazlo tú) se llama 'Incepcion', traducido en español como 'Origen'.

En un triple salto mortal, con mucho de labia y trampantojo, la película imagina un futuro donde los servicios de inteligencia se dedican a espiar, ya no los datos, sino los sueños del prójimo, para extraer de allí secretos de interés (ya se sabe, el inconsciente es como el niño o el borracho, nunca miente), o incluso para introducir en los sueños, cual caballos de Troya, nuevas ideas que cambien el curso de los acontecimientos en la vida real. Antes que empecemos a pensar como se hace todo eso, Nolan ya ha montado el espectáculo: un viaje abracadabrante a las profundidades oníricas de un joven ricachón, donde Leonardo Di Caprio y todos sus asalariados tienen el cometido de manejar los cables del sujeto para que se decida (en la vida real) a disolver su emporio.

A partir de aquí, la película se convierte en un gran dispositivo barroco, donde los onironautas rastrean varios niveles o pisos del sueño (sueños dentro de los sueños), hasta llegar al tuétano inconsciente del sujeto, donde supuestamente se hallarán sus secretos mejor guardados. Como una mina o un yacimiento espeleológico, no todos los exploradores podrán bajar a la vez, sino que unos descenderán y otros deberán quedarse como guardianes de los estratos superiores. Además, la percepción del tiempo se irá dilatando, de modo que un segundo en la superficie podrán ser diez años en las profundidades.

Quién sabe si con este trepidante juego cinematográfico Cristopher Nolan se hace eco de la moderna teoría de las cuerdas (no hay un solo cosmos, sino varias realidades paralelas: un multiverso), el caso es que el director nos fascina con una narrativa que no habíamos visto hasta ahora: como unos tiempos están dentro de otros, en el instante que cae una furgoneta al agua unos exploradores deberán idear una estrategia en un hotel, y otros, en un nivel inferior, deberán encontrar una cámara acorazada en un agreste paisaje nevado, de modo que la acción va transcurriendo como un fractal en ramificación infinita.

Y agárrense los cinturones, porque en su afán por rizar el rizo con resultados pasmosos, Nolan adereza la mezcla de ciencia ficción y sueños con una tercera dimensión: un inquietante thriller psicológico donde Di Caprio, presunto profesional abnegado, verá su misión boicoteada por el fantasma de una persona del pasado, que le despierta remordimientos y revienta todos sus planes oníricos como temible villano del subconsciente. A 'Origen' no se le pueden negar ideas documentadas, y aquí acude la teoría del sueño lúcido, donde el soñador debe enfrentarse conscientemente a sus demonios y vencerlos simbólicamente ("si alguien le persigue en sueños, vuélvase y baile con él", dicen los terapeutas).

Lo diré con la boca pequeña, pero creo que 'Origen' reinventa el cine de fantasía mucho más que 'Avatar', con sus marionetas azules, e incluso que 'Matrix', con sus ralentizaciones de diseño. Cristopher Nolan lo hace reescribiendo muchas historias y pegando muchos recortes, como el más vanguardista de los collages cubistas. Y sí:  lo hace con continuas trampas y enredos, como el más imponente de los templos barrocos. 


Postdata: Leonardo di Caprio necesita un tratamiento de choque urgente, porque dos excursiones seguidas a los abismos de la locura como son 'Shutter Island' y 'Origen', eso no lo aguanta cualquiera. Entre todos podemos sufragárselo. 

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'The secret of Kells': ensueño monástico

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS 

Nota: 7,5 
Para los enamorados de los mundos estéticos medievales, entre los que me cuento para que no haya dudas, la última buena noticia viene de la Irlanda del siglo IX. En este insólito escenario está ambientada la película de animación 'The secret of Kells', una perla felizmente arcaizante donde se narran las peripecias de un joven monje llamado Brendan para terminar un libro iluminado de gran valor.

Buena noticia, de entrada, porque el Medievo que más se cotiza en el cine actual poco tiene que ver con el silencio de los monasterios. Muy al contrario, la fiebre Tolkien nos ha traído incesantes sucedáneos del Señor de los Anillos, las Cruzadas y la épica artúrica. Es decir: epopeya, acción, fragor de espadas, muchos caballos relinchando, muchas armaduras brillando al sol y muchos juramentos a grito pelado. Es la Edad Media más reinventada en el siglo XIX, y la vez la más remasterizada en los videojuegos modernos.

Pero, lejos de todo este ruido, 'The secret of Kells' nos sitúa en una modesta abadía fortificada, en medio de las oscuridades anteriores al año 1000, y no adula para nada la épica caballeresca, sino más bien la lírica monacal. Hay que frotarse los ojos para verlo, pero ahí está la rareza: un homenaje del cine de animación a esos héroes de la sabiduría solitaria y del arte paciente.

Sólo por esta noble reivindicación del arte frente a la guerra, de la estética frente al reclamo bélico (ved a ese intrépido Brendan burlando el miedo a los vikingos y adentrándose en el bosque en pos de sus preciados pigmentos), el director e ilustrador Tomm Moore ya tendría el cielo ganado. Pero no contento con ello, este artesano trasnochado (y a mucha honra) nos deslumbra con una recreación de la estética medieval que sólo pueden hacer sus admiradores más sinceros. 

En pleno jolgorio digital, con los Pixars y Avatares elevados a los altares -valga la rima- y bajo el pesado dogma trinitario de las 3D, resulta casi un placer exquisito contemplar una ristra de paisajes planos y coloristas, como esa abadía cuajada de grafismos flotantes, ese bosque mágico donde los árboles se ordenan ¡en forma de bóvedas románicas!, y aún más: una forma de narrar valiente y novedosa, donde la pantalla se divide en viñetas y los personajes atraviesan superficies complejas: bravo por esa secuencia de Brendan huyendo de la serpiente geométrica, hasta que consigue encerrarla dibujando una cárcel redonda con su tiza creadora.

En un humilísimo metraje de 75 minutos, 'The secret of Kells' nos traslada las sensaciones más genuinas del humus altomedieval: el sosiego de la abadía, las bullentes supersticiones sobre el bosque y sus mitológicos misterios (por ahí corre una ninfa llamada Aisling, que  se mimetiza con los gatos, canta con voz aflautada y huye enigmáticamente en forma de loba blanca). También podemos sentir desde la butaca la admiración sagrada hacia los libros y el miedo pavoroso frente a las invasiones bárbaras, cuyo rumor siempre se siente cercano en las puertas de las murallas. 

Sin estridencias, sin grandes pretensiones, esta joya irlandesa ha logrado sacarnos de las frenéticas autopistas de la animación para llevarnos a lo que un célebre fraile español llamó "la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido".


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