17 julio 2012

La Eurocopa o el hilo de Ariadna


Joan Pau Inarejos

Ahora que ha remitido la resaca futbolera y/o patriotera de la Roja, podemos corroborar que el triunfo de la Eurocopa ha llevado consigo un cambio narrativo. Un giro sugerente incluso para los que tenemos escaso interés por el once a once. Lo contaba Jordi Balló  en ‘La Vanguardia’ (4 julio 2012). Según su interesante análisis, la idolatría alrededor del goleador, del héroe realizador, ha dado paso a una mayor estimación por el mediocampista, la figura silente que hace posibles las grandes jugadas con final feliz. Por decirlo en las categorías del relato clásico, el ejecutor ha perdido brillo frente al donante (ante el ojo avizor de la tercera figura clave, el guardián o portero a quien nadie saca de sus Casillas).

Habrá quien hable de una feminización de los valores, o de una vindicación de la humildad. Es el hilo de Ariadna guiando a Teseo a través del laberinto. Torres cediendo el balón a Mata para marcar el cuarto gol a los italianos. Pocos aplausos se llevaría el héroe griego sin el inteligente invento de la princesa cretense. Y los jugadores de Del Bosque caerían infinitamente menos simpáticos si tampoco hubieran comprendido la esencia cooperadora que, al decir de los entendidos, subyace en el deporte rey más allá de los desahogos de la testosterona.

Jordi Balló
‘La Vanguardia’, 4 julio 2012

Esta Eurocopa ha sido muy fértil para el análisis mitocrítico, porque, sin saberlo, amplias capas de la población han reaccionado visceralmente, y con lógica desorientación, ante una transformación de los valores tradicionales de la épica. 

Porque un equipo de fútbol es ante todo una comunidad aguerrida, y responde a los patrones legendarios de la literatura clásica. Como tal, contiene tres figuras esenciales. La primera es el guardián, el que protege la entrada de la comunidad. El portero de fútbol es claramente su reencarnación: impasible, seguro, fiel. En segundo lugar está el proveedor, el que cuida que las cosas circulen, el que tiene la información privilegiada y necesaria, una figura que Vladimir Propp denominó el donante. En la épica este personaje suele ser siempre secundario y femenino: es Ariadna que conduce a Teseo fuera del laberinto, o Medea que proporciona a Jasón las armas necesarias. En el fútbol es el mediocampista, cuya gloria depende siempre de que otro finalice el objetivo. Finalmente está el ejecutor, el encargado de llegar al objetivo final de la comunidad, el que se llevará todos los honores, o las mayores humillaciones. Este es el famoso 9, el goleador altivo, hercúleo, solitario.

¿Qué ha ocurrido ante nuestros ojos en esta Eurocopa? Que se ha producido un relevo mítico absoluto del ejecutor por el donante, simbolizados por el reconocimiento a Iniesta o a Pirlo como figuras principales de la competición. Y el público, y hasta cierta prensa, no estaban preparados por este relevo de una cultura ancestral por otra basada en los valores de la movilidad. Por eso creo que las dos figuras culturales esenciales de esta Eurocopa han sido la de Cesc Fàbregas y la de Fernando Torres. Cesc ha encarnado como nadie este cambio de valor mítico: el donante y el ejecutor se funden en un creador ultramoderno, que se despoja voluntariamente de los atributos del antiguo héroe solitario. Ha construido un bellísimo personaje de leyenda: cabizbajo, con una misión que nadie parece entender pero que va a cumplirla sin dudar, con sentido de la autocrítica, consciente de la magnitud de su empresa. Por eso me pareció un detalle tan significativo que pidiera tirar el quinto penalti ante Portugal: ahí quiso demostrar que el donante puede culminar su objetivo. En la misma línea hay que entender la belleza del supuesto reverso heroico de Cesc, o sea Fernando Torres. Su acto de ceder el balón a Mata, para que marcara el último gol ante Italia, tiene un gran significado. Con ese gesto crucial, el ejecutor rubio entiende que su papel ha cambiado y que debe convertirse él también en donante. Por eso me alegró que le dieran a Torres el galardón de máximo goleador justo por esta cesión que lo diferenciaba de los otros con los que había empatado en goles; por haber entendido que esta donación lo convertía en miembro de la comunidad de los nuevos héroes.

Jordi Balló
‘La Vanguardia’, 4 julio 2012

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