24 enero 2012
‘Los descendientes’: drama en bañador
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6,5
¿El Oscar para George Clooney? No, por favor. En serio, no
es nada personal. No vamos aquí a poner en tela de juicio las innegables
virtudes actorales del Homo Nespresso.
Pero algunos somos incapaces de ver ese presunto genio dramático que se oculta
tras las perfectas hechuras del sucesor de Cary Grant. Sé que muchos me pueden
correr a gorrazos por lo que voy a decir, pero Clooney es a la interpretación
lo que el Ken de Mattel a la industria del juguete: seductor, eficaz y pagado
de sí mismo, pero vacío de carisma. Insuperable plástico brillante.
Concluído este desahogo, ahora ya sin filias ni fobias de
por medio, podemos y debemos constatar que ‘Los descendientes’ es un drama
cálido y honesto. La historia de un terrateniente hawaiano (Clooney) que
intenta rehacer su vida tras un terrible suceso familiar está hilvanada con con
muchas costuras tópicas, pero con pocas trampas. Por decirlo así, nos dejamos
embaucar a placer y con naturalidad por los aires polinesios de un relato trágico
que tiene el sano descaro de presentarse en bañador y camisas floreadas. La
banda sonora, con sus melifluos ukeleles, vive James Cook que nos ayuda.
Al fin y al cabo, nuestras derrotas cotidianas raramente se
visten de traje, más bien tienen esa banalidad veraniega de la reunión de propietarios
de ‘Los descendientes’, donde los socios, perfectas encarnaciones del
capitalismo en bambas y de la filosofía casual
day, deben decidir el destino de la última tierra virgen que poseen en la
isla. Qué hacer con nuestro legado ancestral. Cómo responder a lo que nuestros
mayores nos confiaron. Qué testigo pasar a nuestros descendientes. De eso habla
la película bajo un apacible sol de Hawái que, como el protagonista se ocupa de
aclarar, dista mucho de ser el paraíso vendido por los turoperadores.
En su afán desmitificador, el director Alexander Payne nos
reserva un giro de guion que convertirá el drama familiar en una suerte de
expedición cómica, con una convincente Shailene Woodley como hija adolescente
que aparca la rebeldía y acepta ser cómplice de su desesperado progenitor, para
más tarde volver todos a la Ítaca del duelo y a la máxima impepinable de que la
vida, a pesar de todo, sigue.
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