08 enero 2012

‘The artist’: blanco y negro sin mácula concebido


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8
Eso sí que es un envite. En pleno jolgorio del cine en 3D, de la vigorexia digital y del macroespectáculo holográfico, llega a nuestra cartelera –llama discretamente, entra por la puerta, deja el abrigo- nada menos que una película muda y en blanco y negro.

Podría ser la enésima operación de tuneo, parodia o deconstrucción autoral de materiales nostálgicos. Pero ¡oh sorpresa!, ’The artist’ de Michel Hazanavicius, pese a sus guiños inconfundiblemente modernos, consigue trasladarnos la genuina ingenuidad o, si se permite la cursilería, la pureza de corazón de aquel cine sin palabras de nuestros bisabuelos.

El actor francés Jean Dujardin se mete en el túnel del tiempo, tinte negro y mostacho mediante, para mimetizarse asombrosamente con un galán fachendoso y encantador que responde al célebre nombre de George Valentin. A su lado, Peppy Miller, una Cenicienta retro (Berenice Béjo), se convierte en su fan número uno, para más tarde hacerle sombra como nueva diva del cine sonoro.

Ese tránsito del cine mudo al sonoro, de los felices 20 al crack del 29, de la comedia feliz al drama desgarrado, es la originalísima espina dorsal de la historia, en la que George será espectador de su propia decadencia y, en una escena insuperable, se soñará a sí mismo como un hombre mudo, aislado en medio de un mundo que ya habla.

El resto es romanticismo sin mancha ni matiz, de la mejor alcurnia clásica y quizá simplona a nuestros ojos curtidos de cinismo: Peppy abraza un colgador con el traje de George, al que suple con su propia mano hasta que el galán llega y descubre la escena con una sonrisa cómplice; el actor arruinado se contempla reflejado en un escaparate, mientras la joven llora glamourosamente en el coche en una imagen digna de póster pop; y para los anales el encuentro final, donde la música calla y asistimos a la magia del puro showing, del cine que habla al corazón sin verborreas ni barreras de ninguna clase.

Cierto que el cine mudo, como el blanco y negro, no lo era por convicción estética, sino por necesidad técnica, pero si algo confirma justamente ‘The artist’ es el gran poder embellecedor de mirar atrás.

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