17 enero 2012

La auténtica ‘dama de hierro’ es Meryl Streep


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5 (para la película) / 10 (para Meryl Streep)
Es sobrehumana. Poco se puede añadir a lo que ya constatan legiones de críticos y espectadores, y esperemos que también el Tío Óscar, si tiene dos dedos de frente en su fría anatomía dorada. Quien escribe esto es poco propenso a la mitomanía, y no tendría un zapato de Marilyn Monroe en el armario ni aunque se lo regalasen, pero no hay que temblar a la hora de escribir que no. Que esta mujer no es de este mundo.

No me refiero a Marilyn, claro está, sino a otra rubia mucho más severa y contemporánea, Mary Louise Streep, 62 años, que nos acaba de demostrar hasta que punto los (grandes) intérpretes son capaces de levantar una película, cual los marines alzando la bandera americana en Iwo Jima. La prueba del algodón es ‘La dama de hierro’, más que una biografía, un power point amable y superficial por la vida y milagros de Margaret Thatcher, un telefilm correcto que redime todos sus pecados y su poca ambición gracias a una actriz literalmente transmutada en aquella primera ministra que se aparecía en las pesadillas de los sindicalistas.

Dicho esto, hay que ser amigos de Meryl pero más amigos de la verdad, y reconocer a la vez la extraordinaria labor de maquillaje y caracterización, que consigue mostrar por ejemplo a una Thatcher octogenaria increíblemente creíble –valga el oxímoron redundante-, cuando ésta evoca las diapositivas del pasado en su laberinto doméstico y senil, resucitando a su marido Dennis (Jim Broadbent) como compañero imaginario de sus gloriosas penas. Para bien o para mal, las escenas del matrimonio se llevan el gato al agua: la despedida del fantasma, ese hombre entrañable y charlatán que siempre ha vivido a la sombra de la lideresa, puede irritar sensiblemente los lagrimales.

El consejo es dejarse hipnotizar por las alturas interpretativas de la Streep y no mirar abajo: no mirar el relato vergonzosamente pueril de su carrera política, no mirar a esa torticera operación donde se nos quiere colar a la influyente paladina neoliberal como una feminista mesiánica, que los tiene bien puestos (curiosa vindicación del machismo en clave mujeril) frente a los hombres blandos, los pacifistas, los pactistas, los laboristas arrabaleros y otras hierbas. Una Thatcher que –por cierto- fue agente decisivo en la caída del comunismo, que –por cierto- puso los europeos al borde de un ataque de nervios con su indomable soberanismo, y así un largo etcétera de vertientes del personaje que la película de Pyllida Lloyd no quiere o no puede abordar con seriedad. Al fin y al cabo se trata de hacerle la ola a Meryl Streep, y en eso, no sé si lo he dicho ya, pero nos ponemos en primera fila.

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