ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
Hay que leer los textos de Simone Weil [filósofa francesa, 1909-1943] sobre la condición del obrero fabril para saber hasta qué grado de agotamiento y desesperación silenciosa puede llevar la racionalización del trabajo. Simone Weil tiene razón cuando dice que la condición obrera es dos veces inhumana, privada de dinero, primero, y de dignidad después. Un trabajo por el que uno puede interesarse, un trabajo creador, aunque mal pagado, no degrada la vida.
“El socialismo propone una justificación histórica pero no toca la desdicha obrera”
El socialismo industrial no ha hecho nada esencial para la condición obrera porque no ha tocado el principio mismo de la producción y de la organización del trabajo, que, por el contrario, ha exaltado. Ha podido proponerle al trabajador una justificación histórica de igual valor que la que consiste en prometer los goces celestiales a quien se mata trabajando; no le dado nunca el goce del creador. La forma política de la sociedad ya no está en tela de juicio a este nivel, sino los credos de una civilización técnica de la que dependen igualmente capitalismo y socialismo. Todo pensamiento que no hace avanzar este problema no toca más que apenas la desdicha obrera.
ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
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