15 febrero 2007

El Lutero español

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

Según él [Miguel de Unamuno], el hombre español es un desesperado, “la desesperación es algo genuinamente español” (…). Unamuno cree estar caracterizando al hombre español, cuando en realidad está haciendo el retrato del luterano, visto a través de Kierkegaard. Y para que no falle ninguno de los ingredientes, en ‘La agonía del cristianismo’, esa obra tardía que tiene tras de si no sólo a aquél, sino también al ruso Chestov, ha llegado a hablar del ‘nadismo’ español, que llama así para diferenciarlo del ‘nihilismo’ ruso.

“El hombre español” es opuesto a “el ideal del hombre moderno” que es “el hombre libre de la suprema congoja, libre de la angustia eterna, libre de la mirada de la Esfinge, es decir, al hombre que no es hombre” (…).

“Hay un Cristo triunfante, pero en esta vida, que no es sino trágica tauromaquia, aquí el otro, el lívido, el acardenalado, el sanguinolento y exangüe”

Con la idea de la “desesperación española” se enlaza, muy naturalmente, la del “sentimiento trágico de la vida” del pueblo español. Unamuno encuentra un testimonio de este carácter trágico, agónico, nuestro, en las imágenes españolas de Cristo. “El Cristo español” no es sereno, es trágico, del mismo modo que las Dolorosas son “tétricas”. NI tampoco propiamente moribundo, sino “agonizante”, es decir “agónico”, tal “ese Cristo de Velázquez que está siempre muriéndose, sin acabar nunca de morirse”, y que sólo se comprende bien después de haber visto una corrida de toros, fiesta nacional española, fiesta de un pueblo que tiene por religión un “cristianismo tangerino”.

Pues es verdad que “hay un Cristo triunfante, celestial, glorioso; el de la Transfiguración, el de la Ascensión, el que está a la diestra del Padre, pero es para cuando hayamos triunfado, para cuando nos hayamos transfigurado, para cuando hayamos ascendido. Pero aquí, en esta vida que no es sino trágica tauromaquia, aquí el otro, el lívido, el acardenalado, el sanguinolento y exangüe”.

"Es en Unamuno donde hay un proyecto de genunina ‘Reforma castiza’ ”

No puede negarse originalidad y fuerza sugestiva al ensayo unamuniano de protestantización de España, ni lo espléndido (…) de este “luteranismo españolizado”. Aquí, y no en los desmedrados intentos de la madrileña calle de la Beneficiencia y sus similares, es donde hay un proyecto de genunina “Reforma castiza”, de aquella “Reforma española, indígena y propia”, que, según la arbitraria opinión de Unamuno, preludiaron nuestros místicos del siglo XVI y “que fue ahogada en germen luego por la Inquisición”.

Genuina, claro es, hasta cierto punto, pues en primer lugar se basa en una interpretación sumamente parcial de la realidad hispánica: Unamuno tiene ante sus ojos exclusivamente la “España barroca” de la Contrarreforma vista, además, como pudieron verla un Barrès, un Verhaeren, un Larreta o un Zuloaga (…).

“El vicio del catolicismo romano es haber querido casar el Evangelio y el Derecho romano ”

Más luterana es la crítica del “catolicismo romano”. Su vicio inicial era para él [Unamuno] el de haber “querido casar las dos cosas más incompatibles: el Evangelio y el Derecho romano”, engendrando “esa cosa horrenda que se llama Derecho canónico” (…).

Se objetará tal vez que Unamuno ha combatido el protestantismo con no menos dureza que el catolicismo. Pero aquí hay un malentendido (…). Siempre que Unamuno combate el protestantismo, lo que combate es el protestantismo “edulcorado”, moralizado y racionalizado, nunca el auténticamente luterano, calvinista, puritano o jansenista.

JOSÉ LUIS LÓPEZ ARANGUREN, ‘CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO COMO FORMAS DE EXISTENCIA’ (1952)

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