ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
Marx es a la vez un profeta burgués y un profeta revolucionario. El segundo es más conocido que el primero. Pero el primero explica muchas más cosas en el destino del segundo. Un mesianismo histórico y científico ha influido en su mesianismo revolucionario, salido de la ideología alemana y de las insurrecciones francesas.
“Aristóteles no se creía posterior a la guerra de Troya”
En oposición al mundo antiguo, la unidad del mundo cristiano y del mundo marxista es sorprendente. Ambas doctrinas tienen en común una visión del mundo que lo separa de la actitud griega. Jaspers lo define muy bien: “Es un pensamiento cristiano el considerar la historia de los hombres como estrictamente única”. Los cristianos fueron los primeros en considerar la vida humana, y la sucesión de acontecimientos, como una historia que se desarrolla a partir de un origen hacia un final, en el transcurso de la cual el hombre gana su salvación o merece un castigo.
La filosofía de la historia nació de una representación cristiana, sorprendente para una mente griega. La noción griega del devenir no tiene nada en común con nuestra idea de la evolución histórica. La diferencia entre ambas es la que separa un círculo de una línea recta. Los griegos se representaban el mundo como cíclico. Aristóteles, para dar un ejemplo preciso, no se creía posterior a la guerra de Troya.
“Para los cristianos, como para los marxistas, hay que dominar la naturaleza”
El cristianismo, para entenderse en el mundo mediterráneo, se vio obligado a helenizarse y su doctrina, por consiguiente, se flexibilizó. Pero su originalidad consistió en introducir en el mundo antiguo dos nociones nunca ligadas hasta entonces: las de historia y castigo. Por la idea de mediación, el cristianismo es griego. Por la noción de historicidad, es judaico y se encontrará también en la ideología alemana (…).
Para los cristianos, como para los marxistas, hay que dominar la naturaleza. Los griegos opinan que es mejor obedecerla. El amor antiguo al cosmos es ignorado por los primeros cristianos que, por lo demás, esperaban con impaciencia un fin del mundo inminente.
ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
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