Cómo vivir sin la gracia es la cuestión que domina el siglo XIX. “Por la justicia”, respondieron todos aquellos que no querían aceptar el nihilismo absoluto. A los pueblos que no tenían esperanza en el reino de los cielos prometieron el reino del hombre. La predicación de la ciudad humana se aceleró hasta finales del siglo XIX, cuando se volvió francamente visionaria y puso las certezas de la ciencia al servicio de la utopía.
A la pregunta sólo contestó el nihilismo, y no la revuelta. Hasta ahora sólo ha hablado él, repitiendo la fórmula de los rebeldes románticos: “Frenesí”. El frenesí histórico se llama poderío. La voluntad de poder vino a relevar la voluntad de justicia.
ALBERT CAMUS, ‘EL HOMBRE REBELDE’ (1951)
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