26 junio 2012
La alcachofa en pie de guerra
Joan Pau Inarejos
Seis décadas antes de la movilización contra Eurovegas, Pablo Neruda ya
vio el potencial combativo de la alcachofa. En una de sus odas elementales, el Nobel chileno cantó a la verdura “de dulce
corazón” que “se vistió de guerrero” y emprendió su marcha militar hacia el
mercado. “Bruñida como una granada”, con su cabeza coriácea cual los adustos
guerreros de la Pedrera de Gaudí, la hortaliza hoy vuelve a resurgir orgullosa como
símbolo incontestable de los defensores del parque agrario del Llobregat.
Aquella verdura que, al decir de algunos locutores entusiastas, dio a Pau Gasol
su poderío internacional en las canchas, más que nunca se postula como variante
local de la poción mágica de los irreductibles galos.
Estresada en el mapa, amenazada por las multinacionales de la identidad, a
Catalunya nunca le han faltado emblemas telúricos. Insignas salidas de la
misma tierra. Como aquella espardenya
monumental, en blanco y negro, que aplastaba una esvástica nazi en el
formidable cartel antifascista de Pere Català i Pic. Ahí están los pies rotundos de Miró,
compendio del radicalismo payés del Camp de Tarragona. O la hoz de
los Segadors, remedo doméstico de la
guillotina francesa, desafiando a reyes y expoliadores fiscales desde el rumor
de los campos dorados. Hasta podríamos citar el ritual prosaico de los calçots, esporádico telón de fondo de
bravatas políticas de fin de semana. En Sant Boi lo tenemos claro: la alcachofa
los gana a todos, con su armadura vegetal a prueba de granizos y sequías. Dirán que es una flor inmadura, pero ¿qué revolución se ha hecho sentando la cabeza?
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