17 diciembre 2011

Nada de pretensiones por aquí, nada de píxeles por allá: ‘El Ilusionista’

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
Atención, la animación tradicional no ha muerto. Un telegrama desde la vieja Francia nos informa que el dibujo manual aún da vigorosas señales de vida, a pesar de los denodados esfuerzos de tantas mafias digitales que querían verlo enterrado antes de la próxima década. Y como quiera que la noticia llega del corazón de esta Europa nostálgica y entristecida en su monetaria crisis de identidad, el relato nos lleva unas cuantas décadas atrás: a los prolegómenos de los años sesenta, cuando Microsoft, Apple y Pixar no estaban ni se les esperaba.

Un viejo mago, rescatado de los cajones del cómico Jacques Tati (retomando un guion que nunca llegó a realizar) es el desacostumbrado antihéroe de esta historia sin apenas diálogos, dibujada con una sensibilidad cautivadora. Seguiremos las andanzas del flemático ilusionista por los escenarios europeos, para aquel entonces ya más pendientes del boom rockero que de los consabidos espectáculos con conejo y chistera; ahí está el gag del mago esperando pacientemente su turno, mientras unos sucedáneos de Los Beatles prorrogan una y otra vez su visceral actuación, y él va sacando y sacando paquetes de cigarrillos. (Otro momento antológico: el protagonista peleándose con un coche mientras trabaja en un aparcamiento para sacar unas perrillas; pura poesía cómica).

El director y animador Sylvain Chomet ignora olímpicamente cualquier atisbo de parodia, de trituradora pop, de trampantojo romanticoide o de cualquiera de los vicios tan extendidos en la animación contemporánea. En vez de eso, se toma su tiempo, un tiempo lento y parsimonioso, elegante y seguro de sí mismo, bien anclado en la añeja comedia realista, para filmar el encuentro del ilusionista con una humilde adolescente escocesa, trabajadora de una muy viril taberna marinera, donde quedará prendada del mundo mágico de ese visitante talludo y decidirá seguir sus pasos como si de un segundo padre se tratase.

Puede que muchos bostecen a placer ante este tiovivo silencioso de colores tamizados y gestos sutiles, donde apenas pasan cosas en el sentido más electrizante y palomiteramente disfrutable del término, más allá del constante juego al escondite entre la pupila encandilada y el mago empeñado en recuperar su melancólica soledad por esos mundos ferroviarios y brumosos. Lo cierto es que ‘El ilusionista’, con modestia franciscana, hace honor a su título y, por un instante, consigue hacernos desaparecer del presente. Chas.

No hay comentarios: