31 diciembre 2011
LA "CREACIÓN", UN INVENTO SEMITA
Juan Luis Ruiz de la Peña
Teología de la creación
(1988)
LA NADA Y LA CREACIÓN
“Para
una mentalidad como la semita, que discurre por imágenes, resultaría
irrepresentable el cero absoluto; ese caos del Génesis es la representación
plástica de la nada”
[Génesis v.1: “En el principio creó Dios los cielos y la
tierra”; v.2: “la tierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían la
superficie del abismo”] (…) sus fuertes resonancias míticas [del verso 2] han
sido amortiguadas en principio por el v.1. De otro lado, el caos primordial
está aquí drásticamente desvirtuado: es algo inerme, estático, sin vida. Quedan
suprimidas las descripciones del combate entre él y el dios demiurgo
(presentes, como vimos, en otros lugares bíblicos, despreocupados del rigor
teológico); un residuo casi imperceptible de esa teomaquia será el verbo
separar, de los vv. 4,6 y 7, que connota una acción vigorosa, un cierto
“aspecto salvaje” de la gesta creadora (…). Como contraste, el único rasgo
vital presente en el verso es el ruaj Elohim, el aliento contenido en la
garganta de Dios antes de que emita la primera palabra; lo demás es tohu-wabohu,
es decir, confusión, desorden, vacío (…). Para una mentalidad como la semita,
que discurre por imágenes y no por conceptos abstractos, resultaría
irrepresentable –y por ende inconcebible- un comienzo desde el cero absoluto;
la nada no es una imagen concreta, es una abstracción. Pues bien, este caos
despojado de toda virtualidad “es la representación plástica de la nada
absoluta”.
LA CREACIÓN, UN INVENTO
SEMITA
“La originalidad de la idea de creación
bíblica se pone de manifiesto comprobando que ni el griego ni el latín
poseyeron un vocablo que recogiese con precisión la idea”
La originalidad de la idea de creación y su desconocimiento
fuera del ámbito bíblico se pone de relieve con la simple comprobación de la
inexistencia de un término específico para denotarla en las dos grandes lenguas
de la antigüedad clásica. En efecto, ni el griego ni el latín, los dos
vehículos expresivos de la tradición filosófica y cultural de occidente,
poseyeron un vocablo que recogiese con precisión la idea. Para significarla,
hubo que echar mano de términos aproximativos, que los escritores cristianos
cargaron con la especificidad de que adolecían [Julián Marías, ‘Antropología metafísica’
(1970), págs 33.36: “Ni en latín ni en griego existía una palabra que diese a
entender su significado; usaban vocablos con sentido próximo: los griegos poiên, ktísis, ktísma, ktízen traducidos como producir,
criatura, fundar… y los latinos facere,
creare, crescere, condere, producir, hacer, brotar”].
Juan Luis Ruiz de la Peña
Teología de la creación
(1988)
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