31 diciembre 2011

LA TEOLOGÍA FRENTE A LA CRISIS ECOLÓGICA

Juan Luis Ruiz de la Peña
Teología de la creación (1988)


EL DESENCANTAMIENTO CRISTIANO DEL MUNDO
“La civilización técnica ha nacido en Occidente porque la fe cristiana desdiviniza el cosmos y el hombre le pierde el sacro respeto para manipularlo y dominarlo”

El mundo es como criatura; no tiene en sí mismo su razón de ser, no es una magnitud absoluta (…) implica una precariedad en el existir, una relación de dependencia (…). Las consecuencias de esta afirmación de fe han sido trascendentales. Así, es ya tópico el reconocimiento de un nexo entre la fe en la creación y el nacimiento de la civilización científico-técnica. Esta ha surgido no en el área geográfica de las grandes culturas ancestrales (India, China…), como en principio sería de esperar, sino en el occidente evangelizado. Es la fe en la creación la que, oponíendose a la divinización del cosmos (propia de las religiones de la naturaleza y el panteísmo) y relativizándolo, ha hecho que el hombre le perdiese al mundo el sacro respeto que le impedía manipularlo y dominarlo. El hombre había vivido en un mundo encantado, había soportado la atracción magnética de fuerzas cósmicas que, en su grandeza, se le revelaban como teofanías y lo esclavizaban. La naturaleza había subyugado a la persona. La doctrina de la creación quebranta este encantamiento malsano; el mundo es mundano, no divino, y el hombre puede percirbirlo ya como manejable y gobernable, no como intangible e inviolable.

DOS ANTIHUMANISMOS
 “El sobrehumanismo tecnocrático y el antihumanismo ecologista convergen en su devaluación de lo humano; la fe cristiana opta por desmitificar tanto al hombre como a la naturaleza”

Las dos alternativas contempladas (…) apuntan o bien a la exaltación del hombre en la cúspide de lo real (sobrehumanismo eufórico de la civilización tecnocrática) o a su submersión en la base biótica (antihumanismo tácito de ciertos ecologismos). Pero los extremos se tocan: ambas posiciones terminan convergiendo en la devaluación de lo humano. Lo que significa que con el hombre se puede acabar tanto hipertrofiando la prerrogativa humana como abdicando de ella (…). Ante este doble proceso de remitologización, la fe cristiana opta por una comprensión desmitificada del hombre y de la naturaleza. Para ello le basta con hacer entrar en juego a un tercer factor, el factor-Dios (…): Dios quiere al hombre como fin, no como medio (…). Dios es el único fin que no mediatiza, sino que finaliza, esto es, consuma, confiere finalidad y sentido, plenifica.

Juan Luis Ruiz de la Peña
Teología de la creación (1988)

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