20 diciembre 2011
‘El protegido’ (2000): la fantasía del hombre inquebrantable
INFORMACIÓN DE LA PELÍCULA EN FILMAFFINITY
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8,5
Si dicen que el doblaje desnaturaliza las versiones
originales, no menos adulterantes resultan algunos títulos traducidos bajo el
reino de la arbitrariedad o los dudosos criterios promocionales. Porque, en
efecto, eso de ‘El protegido’, con su vaguedad semántica y seudomesiánica,
empalidece claramente y hasta se diría que disuade a las audiencias frente al
verdadero nombre de la obra que nos ocupa de M. Night Syamalan: ‘Unbreakable’, es decir, irrompible,
invulnerable, inquebrantable (¡cuánto y cuan conciso léxico castellano ha sucumbido
víctima del márketing!).
Cerrado este breve prolegómeno lingüístico, que tanto
regocijará a los guardianes de las esencias cervantinas, nos corresponde
desempolvar y aquilatar esta grandísima película estrenada hace ya más de una
década, eclipsada (injustamente) por su inmediata antecesora, ‘El sexto sentido’,
que consagró (justamente) al cineasta indoamericano y que aún sigue siendo,
junto a ‘El bosque’ y en menor medida ‘Señales’, su gran capital para pagar
pecados artísticos tan aberrantes como ‘La joven del agua’ o ‘El incidente’.
¿Qué pasaría si los héroes de cómic fueran dramáticamente
reales? Lanzada hacia esta osada premisa, la historia de ‘El protegido’ (vamos
a comprar de mala gana su denominación comercial), nos cuenta cómo un mediocre
guardia de seguridad llamado David (Bruce Willis), se salva milagrosamente de
un siniestro ferroviario, lo que le convierte en un héroe extraño a ojos de su
ex mujer (fantástica Robin Wright Penn) y de su admirado hijo pequeño.
Lejos de cualquier lectura complaciente o aventurera, esta
posibilidad del mito viviente, del
semidiós o Aquiles urbano del siglo XXI, aparece como un arduo descubrimiento existencial:
David se siente solo, le apesadumbra constatar que jamás ha estado enfermo ni
ha perecido en accidente alguno, y siente una imperiosa necesidad de respuestas
para su prodigioso historial de invulnerabilidad. Como dice Victor Frankl, no
se trata de preguntarnos qué queremos de la vida (esa apelación ciega a una
libertad sin contenidos), sino de preguntar a la vida qué quiere de nosotros, a qué estamos llamados, una emergencia
de la vocación que en el caso de los salvadores del mundo puede resultar un
doloroso yugo.
La respuesta al héroe atormentado llegará justamente de su
figura antagónica: un hombre sin familia, de raza negra, físicamente postrado y
habitante excéntrico del mundo de las viñetas. Elijah, el intrigante galerista
interpretado antológicamente por Samuel L. Jackson, protagonista de un
impresionante giro final que no desvelaremos, confirmará a David como Unbreakable y reconocerá en él la viva
encarnación del superhéroe anunciado en las sagradas escrituras del cómic norteamericano.
Un superhéroe silencioso, modesto, mundano, esforzado padre divorciado, sin
capa ni visión rayos X y apenas distinguido entre la multitud con su icónico chubasquero. Irrompible en medio de la precariedad. Una oscura fantasía quizá más
tentadora que nunca en este mundo que últimamente se empeña en parecer una empresa de
derribos.
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