17 abril 2007

La infraestructura del arte

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’

“La vistosa cúpula de la creación libre se funda en los invisibles cimientos de los automatismos”

Los hábitos motores, las destrezas aprendidas, se organizan jerárquicamente. Aprendemos palabras, esquemas de frases y combinaciones sintácticas cada vez más complicadas. El aprendizaje de una lengua es la constitución de unos hábitos jerarquizados. Los más complejos se fundan en los más elementales. Los psicólogos han estudiado con detenimiento el desarrollo de esas habilidades.

Por ejemplo, los mecanógrafos aprenden a reconocer a ciegas la posición de las letras, pero después aprenden automatismos de frase, que les permiten ir leyendo el texto varias palabras por delante de lo que están escribiendo, sin prestar atención, confiados en sus hábitos motores.

El aprendizaje de un pianista consiste en romper unos automatismos, por ejemplo la coordinación entre las dos manos, para consolidar otros nuevos. El ejemplo de los cantantes de ópera es espectacular. Un alumno de canto tiene que aprender unas coordinaciones musculares muy complejas para producir el sonido deseado. Consigue liberar su voz trabajando como un forzado de galeras. Tiene que dominar ciertos elementos del aparato vocal, como por ejemplo el diámetro faríngeo, la posición del velo del paladar o de la laringe, y no posee ningún medio de actuar conscientemente sobre ellos.

Todavía es un misterio cómo, tras unos cuantos años de esfuerzo, conseguirá realizar esos ajustes musculares extraordinariamente precisos. Al llegar a ese nivel triunfal, lo que ha logrado es poseer unos automatismos que le permiten la libertad deseada. La vistosa cúpula de la creación libre se funda en los invisibles cimientos de los automatismos.

JOSÉ ANTONIO MARINA,
‘TEORÍA DE LA INTELIGENCIA CREADORA’, 1993


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