15 abril 2007

Catálogo de manías

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘ANATOMÍA DEL MIEDO’, 2006

La presencia insistente de pensamientos intrusivos se da en la angustia y en toda su descendencia. Pero en algunos casos se convierten en el centro del problema. Obsesionan a una persona, impidiéndole pensar en otra cosa. Son pensamientos, sentimientos o imágenes recurrentes que secuestran la atención. La víctima se encuentra en una situación paradójica, porque sabe que esas ideas proceden de él, pero no las considera suyas (…). En el 90% de las ocasiones van acompañados de compulsiones, es decir, de comportamientos reiterativos, en muchas ocasiones estrictamente regulados, que la víctima tiene que realizar si quiere liberarse de la angustia. Con frecuencia, estos rituales no tienen nada que ver con la preocupación originaria (…).

Marks ha hecho una clasificación de los rituales más frecuentes:

1. Rituales de limpieza. Se relacionan con miedos a la suciedad y evitación de focos de contaminación imaginados. Las víctimas pueden pensar que quedan contaminadas cada vez que orinan o defecan. Pueden sentir terror a dar la mano a alguien al que acaban de ver salir del cuarto de baño. Pueden sentirse contaminadas al pasar por delante de un hospital. A su vez, antes de lavarse, consideran que han contaminado todos los objetos que han tocado, lo que les obliga a lavarlos. Esto suele obligarlos a un complejo y razonadísimo ritual purificador.

“No puede tocar los grifos con las manos, luego tendrá que girarlos con la muñeca o con el codo…”

Por ejemplo, si alguien con este trastorno vuelve a casa con las manos contaminadas, irá al cuarto de baño a lavarse, pero no puede tocar los grifos con las manos, luego tendrá que girarlos con la muñeca o con el codo, tomará el jabón, pero ese jabón, al mismo tiempo que le limpia, queda contaminado por la suciedad que traía la mano, por lo que el sujeto tiene que disponer de otra pastilla de jabón que sólo utilice después de haberse lavado la primera vez, y que se mantendrá limpia. Después tendrá que purificar la primera pastilla, que pondrá bajo el grifo, pero sin poder cogerla, a no ser con unos guantes que tendrán que ser de usar y tirar, como los de los cirujanos, porque quedan contaminados después de la operación. Es fácil comprender que rituales tan complejos ocupan una enorme cantidad de tiempo, y es muy poco probable que el paciente pueda hacerlo compatible con un trabajo permanente o realizado con puntualidad y eficacia necesarias.

“Una mujer cada vez que un pensamiento le venía a la cabeza tenía que repetir cinco veces o en múltiplos de cinco la acción que estaba realizando”

2. Rituales de repetición. Miedo a que algo terrible suceda si no se realiza una acción un número determinado de veces. Una mujer cada vez que un pensamiento le venía a la cabeza tenía que repetir cinco veces o en múltiplos de cinco la acción que estaba realizando: tocar una taza, mover el azúcar, lo que fuera. No he encontrado explicación al hecho de que con frecuencia estos rituales impongan un número fijo de repeticiones, que puede cambiar repentinamente, de tal modo que en vez de lavarse siete veces las manos, el paciente tiene que lavárselas once, por ejemplo.

3. Rituales de comprobación. Los pacientes pueden gastar horas comprobando si las puertas y ventanas están bien cerradas. O buscar por la casa fragmentos de cristales, agujas, chinchetas, por el temor a que alguien pueda tragárselos. A veces pueden volver a recorrer el camino que han hecho en coche buscando los cadáveres de gente que han podido atravesar, o el bosque que han podido incendiar. Una amiga me cuenta la tragedia que suponía en su casa el simple hecho de que un vaso se rompiera. Su padre declaraba en cuarentena la habitación y se aplicaba cuidadosamente a descubrir hasta el más pequeño trozo de cristal.

“Se da una especie de falta de convicción en lo que se está viendo; mientras voy cerrando la llave del gas no estoy seguro de que la esté cerrando”

Aunque no lo he visto citado en la bibliografía, creo que en muchos casos de estos rituales de comprobación se da una especie de falta de convicción en lo que se está viendo. Mientras voy cerrando la llave del gas no estoy seguro de que la esté cerrando. Esto me recuerda a lo que Pierre Janet llamaba ‘folie du doute’. Los pacientes no acaban de creerse que lo que están viendo era lo que estaban viendo. “Veo un libro… sí, es un libro… estoy seguro, claro. Bueno, acaso no lo es. ¿Usted qué piensa?”.

“Temen deshacerse de las cosas, piensan que pueden ser valiosas…”

4. Rituales de acumulación. Las víctimas del síndrome de Diógenes temen deshacerse de las cosas, piensan que pueden ser valiosas o que en otra ocasión acaso sean necesarias, y con semejantes temores las casas acaban tan abarrotadas de basura, que se hunden por el peso.

“No podía estudiar ya que gastaba demasiado tiempo ordenando”

5. Rituales de orden. Es una compulsión a ordenar cosas de manera determinada. Un paciente no podía estudiar ya que gastaba demasiado tiempo ordenando lápices, plumas, gomas de borrar, papeles sobre su mesa, siguiendo una rutina implacable.

JOSÉ ANTONIO MARINA, ‘ANATOMÍA DEL MIEDO’, 2006

¿Te ves identificado con alguna de estas manías? Conoces a alguien que las sufra? Deja aquí tus comentarios.


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