13 marzo 2012

‘La invención de Hugo’: Disney ya está inventado


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6
Leyendo las críticas de ‘La invención de Hugo’ uno se pone conspiranoico. ¿Habrá tantos plumillas comprados? ¿Es capaz el todopoderoso marketing de Hollywood de sobornar conciencias o al menos de obnubilarlas? Hablan de homenaje al séptimo arte, de poema cinematográfico... ¿Por qué no se dice la verdad, y es que Scorsese simple y llanamente se ha avenido a hacer una superproducción disneyana y de escasa ambición autoral?

Porque, ¡vaya por Dumbo!, Disney ya está inventado. Congelado o recalentado, en cuerpo o en espíritu, el mago de los dibujos animados lleva siete décadas fabricando como nadie estas fábulas familiares con niños heroicos, Merlines y villanos de pega que desfilan por escenografías neomedievales o seudodecimonónicas, casando a los hermanos Grimm con Dickens y Victor Hugo. Si al menos lo hubiera hecho Spielberg, tendría un pase. Al fin y al cabo el de Cincinatti se pirra por las historias de huérfanos entrañables que corren aventuras y encuentran un nuevo padre en la otra dimensión, psíquicamente casi sin despeinarse.

Pero lo ha hecho Martin Scorsese, el de ‘Taxi driver’, y peor, el que hace cuatro días nos asombraba con ‘Shutter Island’, unas de las mejores películas de lo que llevamos de siglo XXI. Y cuando un chaval de catorce años da más la talla que un director de 70, definitivamente algo falla. Hablamos, por supuesto, del jovencísimo inglés Asa Butterfield (‘El niño del pijama a rayas’), que roba los mejores planos –con permiso de Sir Ben Kingsley- de esta fantasía literaria llevada al cine, magníficamente facturada, sobre el encuentro de un niño con el legendario cineasta Georges Méliès a través de un misterioso robot en el París de los años 30 (ah, iba de esto, y creo que también sale Jude Law).

Que todo la movida se venda como un panegírico del pionero del cine todavía suena más a burla, porque, sin dudar de las buenas intenciones de Scorsese y de su sincera admiración por Méliès (Déu nos en guard, como decimos en catalán), toda la grandilocuencia y los denodados esfuerzos por unir lo dramático, lo siniestro y lo cómico se estrellan contra un guion convencional que ni emociona, ni da miedo, ni hace reír. Es decir, lo contrario del cine.


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