15 febrero 2012
“Tú podrás ser el primero en volver al Titanic”
Hacía tiempo que no se escuchaba una cuña publicitaria tan
inquietante. Sonó el otro día en Los 40 Principales, como promoción de un
sorteo para ir a ver gratis la remasterización en 3D del superéxito
catastrofista de James Cameron, allá por un desgraciado 1997. Desde luego, sólo
la magia del cine –si es que sigue existiendo tal entelequia romántica- es capaz
de utililizar metáforas tan tétricas sin morir en el intento, rodeándose del
amable cinturón sanitario de la ficción. La llamada a subir al Titanic, meditada
dos veces en el fuero interno y salvando las históricas distancias, producía un
efecto similar a los anuncios de “La semana del crucero” mientras el Costa
Concordia se hundía en las aguas del Tirreno. Una mezcla sucia de marketing y
verdad. Un incesto de realidad y ficción.
No seremos nosotros quienes agüemos la fiesta amoral de la
publicidad, ni queremos imaginar cómo se promocionarían siguiendo esta línea las
versiones en 3D de clásicos como ‘Viven’ o ‘La lista de Schindler’ (“Sé el
primero en volver a Auschwitz”, eso vive Woody Allen que ya serían palabras
mayores). Quizá, y por volver a citar al neyorquino, igual que “la comedia es
tragedia más tiempo”, también el tuneo publicitario podría ser el síntoma saludable
de que hemos perdido el miedo a nuestros fantasmas pretéritos y podemos
mirarlos con gafas de cartón y palomitas en las manos. Pero hay otra
explicación más temible, que acabo de barruntar al paso de unas aves que volaban bajo: los eslóganes, con su ligereza videoclipera, empiezan a prepararnos psicológicamente
para el naufragio colectivo. No el de la sección de sucesos, sino el de las
páginas de economía. Ahí le he dado.
JOAN PAU INAREJOS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario