La historia de Dalton, un churumbel que cae en un misterioso estado de coma tras accidentarse en casa, empieza con las cartas boca arriba: tras unos créditos efectistas y humeantes, aparece la casa en blanco y negro, con un pasillo estrecho que ya nos da pasaporte a los trillados territorios de Kubrick ('El resplandor'), Polanski ('La semilla del diablo), y sobre todo de la célebre 'Poltergeist' (1982), clásico para-freaky por excelencia, cuyo argumento tiene un reflejo evidente en todo el metraje (medium benefactora incluída, aunque ninguna cazafantasmas de tres al cuarto tendrá nunca el carisma de la menuda Zelda Rubinstein, que en paz descanse). Tampoco faltan a la cita 'Los otros' de Amenábar, con su canon moderno de fantasmas-niños-y-ancianas-cubiertas-de-velos, ni por supuesto el Sancta sanctórum del género, el inagotable 'El exorcista' que desde 1973 viene convirtiendo la visita al desván y al cuarto del niño en conductas potencialmente arriesgadas (además de consagrar las camas infantiles como tremendos artefactos psicomotores).
¿Lo mejor? Sin duda su capacidad para crear atmósferas envolventes, porque siempre nos darán escalofríos las exploraciones bien filmadas a nuestra propia casa... más aún cuando chirrían las vigas, se oyen carcajadas o asoman objetos turbadores, como un caballito que se balancea solo. En este primer tramo gozamos de las escenas más elaboradas y austeras, como las sobrecogedoras escuchas a través del walkie del bebé o ese momento en que la madre de Dalton otea el interior de la casa desde una ventana abierta y ve un personaje de aire antiguo bamboleándose de espaldas al son de una estridente música folk sesentera.
Pero así como la pornografía suele arruinar el erotismo, también la mayoría de películas de terror suelen naufragar cuando matan el suspense, destapan sus iconógnitas y empiezan a desfilar los monstruos y las criaturas de las tinieblas (cámbiense los 'aaaaaah' del cine X por los 'buuuuuuh' del cine de terror, y se verá que tampoco hay tanta diferencia). 'Insidious' no es una excepción, con el agravante de que sus monstruos se antojan sonrojantes monigotes de parodia: ahí está ese diablo saltarín de cara roja, recién salido de un Correfoc de fiesta mayor, esos fantasmas estáticos de porcelana que parecen diseños para el Halloween de Port Aventura, o la estomagante bruja anciana que se marca su chotis final en forma de inverosímil giro narrativo. Pues eso, que te diviertes.
¿y tú qué opinas? deja aquí tus comentarios de cine
No hay comentarios:
Publicar un comentario