De lujo por sus protagonistas: Annette Bening vuelca toda su madurez, toda su veterana savia, a su papel de madre huraña y carcomida por los remordimientos; Naomi Watts fascina con su interpretación de joven mujer fatal, de bella huérfana endurecida por la vida; y el gigantesco Samuel L. Jackson sencillamente se transmuta en fantástico galán otoñal sin bajarse del autobús. A todos ellos corresponde el mérito de convertir este drama de cimientos convencionales en una mina de oro, llena de pepitas resplandecientes.
'Madres e hijas' discurre con grandes dosis de promiscuidad carnal y sentimental, llena de meandros y de vidas cruzadas, con criadas y monjas coloreando el folklore dramático con ahínco. Y a pesar de tanto fotograma lagrimero, a pesar de dejar la creatividad para otra ocasión, su radiación de fondo es cálida y honesta. Para llorar sin complejos.
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