19 julio 2010

'Gainsbourg': biografía estupefaciente

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS 

Nota: 7
Buena noticia: la biografía cinematográfica (o biopic) también puede ser un género creativo, e incluso divertido. Para muestra, este homenaje a la figura de Serge Gainsbourg, músico, actor y director francés que tiene en su haber la composición de una de las piezas más eróticas de orbe sonoro: el Je t'aime... moi non plus junto a su musa y pareja Jane Birkin, ambos mitos de la Europa liberada de los años 60.

De cómo Lucien Ginsburg, un chiquillo ruso-judío de familia recatada, se convierte en un trovador de la sensualidad gabacha llamado Serge Gainsbourg, nos da cuenta esta 'Vida de un héroe', como reza el acertado subtítulo (sin duda hay que ser un héroe para ser tan feo y triunfarse a todos los sex symbols de la época, pero Woody Allen ya nos tiene acostumbrados a proezas de este tipo en su mundo de ficción).

El relato comienza en la  Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial, y cuando ya proferimos un sonoro ¡Buf! esperando el consabido desfile de estereotipos cinematográficos sobre la época, el director Joann Sfar nos deja con un palmo de narices (nunca mejor dicho, por la resaltada condición nariguda del personaje) y se permite abordar los traumas del nazismo con humor ácido y burbujeante. Todo un hallazgo ese cartel antisemita, con un un judío cabezón y monstruoso, que acaba saltando a la vida real como incómoda sombra del pequeño Lucien. 

También hay que aplaudir fervientemente la irrupción de ese demonio espigado de gran narizota, que actúa como la voz de la conciencia (o de la inconsciencia), siguiendo todos los pasos de Serge, despertándolo a media noche ("Cariño, no te metas, estoy hablando con mi jeta") e incluso llevándolo a vuelo por un París surrealista y guiñolesco, para consumar una sugestiva cita con Juliette Gréco. No le faltan a 'Gainsbourg' sus momentos de descojonante comedia teatral, como esa Brigitte Bardot (encarnada por Laetitia Casta) que se lanza emocionada en brazos de su suegro, bajo la atenta mirada de la señora de la casa.

El problema de esta biografía estupefaciente, brillante y subjetiva, olímpicamente ignorante de las convenciones comerciales, es que se adormila excesivamente en sus recreaciones estéticas, y en su ensoñada clara de huevo, es incapaz de romper la cáscara en pos del nervio narrativo; hay demasiada celebración del genio excéntrico y muy poca gimnasia dramática. Y ya que estamos con las metáforas, el resultado se asemeja a una degustación nocturna de cervezas: uno llega al final bostezando más que brincando.

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