24 agosto 2009

'District 9': de la sátira al videojuego


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE:
LA BUTACA
¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8

Lo mejor. District 9 tiene uno de los arranques más brillantes y originales que se han visto en la ciencia ficción de los últimos años: fabulan con una enorme nave extraterrestre que queda averiada sobre la ciudad de Johannesburgo y, con un trepidante prólogo en estilo documental, nos cuentan la reclusión de los alienígenas en un gueto masificado e insalubre.

Por una vez, los seres venidos del más allá no son malvados invasores -Alien- ni tampoco entrañables peluches -E.T-. sino simples criaturas salvajes, Otros radicales e indomables, a los que convendrá encerrar, deportar y asesinar en masa, si es preciso, en una deslumbrante metáfora del Apartheid surafricano y de todos los racismos en general.

El experimento de cruzar la ciencia ficción con el realismo social produce estampas sensacionales, como la sórdida convivencia entre parias humanos y alienígenas -los negros traficando partidas de comida de gato con los lumpen-marcianos- o la genialidad irónica de filmar a un patético funcionario del estado llamando a las puertas de los extraterrestres para que se avengan a firmar órdenes de desahucio.

En su primera mitad, District 9 nos mantiene sencillamente boquiabiertos con una constante generación de sorpresas narrativas e iconográficas. A la descripción del racismo interplanetario le sucede un contagio fatal (no revelemos más detalles) que desencadena un nuevo relato: la caza del hombre por el hombre, brutal y contundente, una cruel persecución en que los poderes fácticos -blancos y anglosajones- no dudan en destripar y liquidar a sus congéneres sin más objetivo que el abastecimiento armamentístico.

Lo peor. Sin embargo, a medida que avanza el metraje, la corrosiva fábula de marcianos de Neill Blomkamp se traiciona a sí misma cayendo en la trampa de una inverosímil Alianza de Civilizaciones entre un humano y un alienígena. Blomkamp desface los nudos de la complejidad y cierra en falso el macro-conflicto social al sugerirnos que En el fondo, los alienígenas son buenos; sólo hay que intentar entenderlos y trabajar con ellos para combatir a los únicos malos malísimos: los militares fanáticos y destructores.

Será para recuperar las millonadas invertidas en los efectos especiales, -realmente impresionantes- pero Blomkamp culmina el patinazo con un trillado videojuego, henchido de tiros y explosiones, donde cualquier mordacidad ética y social queda ahogada en el mar de la espectacularidad y la violencia banal directa a la Wii o la PlayStation. El dinero manda.

Bravo por el orgasmo de originalidad, aunque sea con gatillazo.


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