15 agosto 2009

'Arrástrame al infierno': ¡Yuhu!


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE:
LA BUTACA
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por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 7,5

Lo mejor. El terror en estado puro, el terror vibrante y divertido, las atmósferas insoportables, la sangre y las apariciones, las brujas y el diablo, los muertos, las cruces, los exorcismos y los males de ojo. Todo eso está en 'Arrástrame al infierno', un fantástico ejercicio de género sin complejos, políticamente incorrecto, nada apto para estómagos sensibles, y en definitiva un auténtico festín para pasarlo fantásticamente mal.

Tras un prólogo deslumbrante, de fogoso pavor demoníaco, la película de Sam Raimi arranca con un clásico planteamiento de fábula moral: una empleada de banco deniega un crédito a una mísera anciana, y sobre esta culpa primigenia se levanta una maldición de proporciones bíblicas. Sin rodeos ni farragosas introducciones, para gozo del espectador, la película va directa al grano y tiene el acierto de convocar dos arquetipos tan potentes como la bruja y el diablo -bajo la forma de macho cabrío- con una sensacional puesta en escena, barroca y sensorial, sin caer nunca en el tópico, el derroche o el cartón piedra.

'Arrástrame al infierno' quizá no ganará Óscars y con toda probabilidad no aporta un ápice de I+D+I -investigación, desarrollo e innovación- al poblado género del terror, pero pasa como un torbellino de diversión y tiene incluso la virtud de reírse de sí misma: las peleas cuerpo a cuerpo de la bruja y su joven víctima, el gore de ojos saltones y chorros de sangre o los cadáveres vomitantes convierten la función en una parodia brillante y casi en una reviviscencia de los dibujos animados gozosamente violentos de Tom y Jerry y compañía. Con su acerado humor gótico, Sam Reimi devuelve a la sala los buenos momentos de 'El secreto de los hermanos Grimm' (2005) del ex Monty Python Terry Gilliam.

Lo menos mejor. Vibrantemente divertida, cabe decir que por dentro, 'Arrástrame al infierno' es un auténtico fruto podrido: moralista, carca, racista, plagada de esterotipos y de referencias facilonas. Los paladares finos quizá se atraganten, pero nosotros se lo perdonamos porque el espectáculo es realmente descojonante.


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