"Todo está permitido", exclama Iván Karamazov ['Los hermanos Karamazov', Fiodor Dostoievsky, 1880]. También eso huele a absurdo. Aunque a condición de no entenderlo de manera vulgar. No sé si se ha observado bien: no se trata de un grito de liberación o de gozo, sino de una amarga constatación. La certidumbre de un Dios que diera su sentido a la vida sobrepasa con mucho el atractivo al poder impune de hacer el mal. La elección no sería difícil. Pero no hay elección y entonces comienza la amargura.
Lo absurdo no libera, ata. No autoriza todas las elecciones. Todo está permitido no significa que nada esté prohibido. Lo absurdo devuelve solamente su equivalencia a las consecuencias de los actos. No recomienda el crimen, sería pueril, mas devuelve su inutilidad al remordimiento. Y asimismo, si todas las experiencias son indiferentes, la del deber es tan legítima como cualquier otra. Uno puede ser virtuoso por capricho.
ALBERT CAMUS, 'EL MITO DE SÍSIFO', 1942
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