Buscamos esa clase de experiencias que denominamos positivas: el bien, la luz, lo vivo. Y deseamos evitar las negativas: el mal, la oscuridad y lo muerto. Por desgracia estamos dotados de un sistema nervioso donde las neuronas se disparan con intermitencias. Todo aquello de lo que somos conscientes se origina a partir de una disposición extremadamente complicada del sí y del no. Podemos grabar la televisión en color en una cinta, y reducir el problema a una cuestión de sí o no.
Y esa, tal como comprobarán, es la filosofía del libro chino de los cambios, el I Ching, que representa todas las situaciones de la vida en términos de combinaciones de yang, o el principio positivo, y yin, el negativo. Es interesante hacer notar que el filósofo Leibniz leyó la traducción latina del I Ching y a partir de ella inventó la aritmética binaria según la cual todos los números pueden representarse con el cero y el uno, que es el sistema numérico que utiliza el ordenador digital y que subyace a toda nuestra ingenuidad electrónica.
Alan WATTS, Mito y religión, 19
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