Según Helmut Plessner, la posición del ser humano respecto a si mismo y a su entorno es una posición 'excéntrica'. El ser humano no vive desde un centro instintivo sino que contempla las cosas desde la periferia: desde su yo. Mi posición ex-céntrica (periférica) respecto al mundo me permite objetivar los dolores y temores: están ahí, 'no son yo'. La ex-centricidad es la base de todo pensamiento trascendente, de toda orientación 'abierta' del ánimo. Permite un sano desapego de lo mundano y un libre ensimismamiento. Cuando el mundo es hostil puedo salir de él.
Pero el reverso de la libertad interior, del anclaje en la trascendencia, es la falta de compromiso con el mundo. Si mis ansias ya no están puestas en lo mundano, si lo he objetivado al máximo, siento una triste indiferencia por las cosas terrenales, de pronto empapadas de irrealidad, como neblina incierta. Me vuelvo torpe para el trabajo y la justicia, para el esfuerzo y el progreso. Todas las virtudes ilustradas y humanistas suenan distantes a mis oídos excéntricos, mientras me voy alejando del centro como un navío libre y triste...
JOAN PAU INAREJOS, julio 2004
foto: Edward HOPPER: 'The long leg'
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