30 diciembre 2014

Lo mejor leído en 2014

por JOAN PAU INAREJOS
Según Octavio Paz, escribir y leer es un doble acto de destrucción. La escritura deroga las realidades para que vivan los signos; el lector disipa las letras para que viva el sentido en el interior de su mente. Descrita así, la experiencia literaria parece un embarullado juego del teléfono, donde las cosas se van remedando y traicionando a sí mismas sin cesar. Sin embargo, no pocos libros nos emocionan, nos seducen, y hasta los creemos más nuestros que de sus propios autores. Un año más, procedo a enumerar los amasijos de signos que he abolido con más placer.

1 Cançons d'amor i de pluja
Sergi Pàmies
La pluma de Pàmies nos regala estos veintiséis cuentos brillantes, repletos de ingenio, ironía y economía verbal. Salpicados de autobiografía y a mucha honra ("perquè ningú no digui que els escriptors sempre parlem de nosaltres, de vegades acabem escrivint coses ben estranyes"), con brillantes juegos metalingüísticos que invierten y subvierten los papeles del autor, el personaje y el lector ('Agraïments', 'La clau del son', 'La llibreta'). A destacar los peculiares cameos de Joan Manuel Serrat o Paul Auster, y una verdad rotunda que se hace más grande al leerle: "No és just que pugui donar el meu cos a la ciència i no a les lletres". Gràcies Baster and Commander per recomanar-me'l "vivament i entusiasta". LEER FRAGMENTOS

2 La llama doble
Octavio Paz
El amor es el gran olvidado en la historia de las revoluciones, según el autor mexicano, que dedica un ambicioso ensayo (gracias, Agus Morales) a la "apuesta insensata por la libertad ajena", por citar su magnífica definición. La aparición del eros en la civilización es inseparable de la libertad femenina, como muestran los brotes románticos de las épocas cortesana o alejandrina. Un extraño estado del alma, peligrosamente antipolítico ("una república de enamorados sería ingobernable"), que permite conocer pero también reconocer ("la persona amada es, a un tiempo, tierra incógnita y casa natal") y que, a diferencia de la religión, no puede ofrecer la inmortalidad pero sí la vivacidad: el eterno aquí y ahora. LEER FRAGMENTOS

3 Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury
Quim Monzó
Frío y agudo, gran arquitecto de situaciones, Monzó es de los autores que hablan más al cerebro que al corazón. Entre sus ocurrencias astutamente construidas se encuentra ese escritor que intenta entregarse al acto creativo y toda la tecnología conspira contra él, incluida la máquina de escribir Olivetti. O ese otro que, muy al contrario, parece condenado a escribir febrilmente, para desespero de su hastiada compañera de vida: "No escriguis mira'm i mira'm. No: no escriguis no escriguis "mira'm" i mira'm i mira'm”; hasta que, rendida: “Ara callaré perquè no escriguis res més i m'hagis de mirar o, si no, avorrir-te”. LEER FRAGMENTOS

4 El miedo a la libertad
Erich Fromm
El psicoanalista alemán imprime un concepto certero y clarividente, el miedo al "don incómodo" de la libertad, un miedo causante de grandes desastres históricos y anímicos. En su luminosa biopsia de la psique humana, Fromm distingue el amor propio del egoísmo (una forma de codicia y una sobrecompensación precisamente por la falta de amor que se tienen los egoístas). Separa también el poder de la potencia: "en la medida en que un individuo es potente, no necesita dominar y se halla exento del apetito de poder”. Define el carácter autoritario como un culto al pasado de consecuencias fatales (el fascismo ignora el milagro de la creación) y concluye, lúcidamente, que sin debilidad no hay cultura. Gràcies Glòria Vendrell per prestar-me'l. LEER FRAGMENTOS

5 Cinco horas con Mario
Miguel Delibes
La ventaja de no haber leído estos clásicos por prescripción escolar es que puedes disfrutarlos libremente en cualquier momento de la vida (por ejemplo cuando tu hermano se va a Inglaterra y deja un montón de libros viejos vacantes). El soliloquio de la viuda Carmen es un pedazo de realidad hecha literatura, puro espejo de la clase media conservadora del franquismo ("todo está patas arriba, Mario, cualquier día de estos nos salen con que los malos somos nosotros..."). Sin restar méritos a su extenso y a veces abrumador monólogo central, me quedo con la humilde introducción, magistral descripción de un funeral donde "se sienten los chasquidos de los besos, pero no su calor" y donde la orgullosa mujer llega a creer que exhibe a su muerto, manufacturado por ella misma. LEER FRAGMENTOS


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