27 agosto 2004

El inconsciente como presagio


La semilla contiene las potencialidades de desarrollo de cada especie. Los procesos de la psique orgánica son los portadores de las posibilidades de crecimiento de cada miembro individual de la especie. En vez del inconsciente tal como en un principio lo concibió Freud, como la expresión de las experiencias del pasado que el individuo había tenido que reprimir, Jung convierte el inconsciente en el portador de aquellas experiencias que todavía no han sucedido. Lo inconsciente como la simiente de la personalidad encierra las posibilidades de las futuras experiencias. Es inconsciente porque todavía no se ha vivido.

Ira Progoff, El sueño de vigilia y el mito viviente, en Mitos, sueños y religión, 168

Estética, estática


Joyce distingue entre arte 'apropiado' e 'inapropiado'. El arte apropiado es 'estático', el inapropiado, 'cinético'. Por ejemplo, la meta de la publicidad es excitar el deseo por el objeto. La finalidad de una novela de crítica social es la de suscitar el odio hacia las injusticias, las desigualdades y demás, e inspirar un anhelo por la reforma.

El 'deseo', dice Joyce, 'nos incita a poseer, a ir detrás de algo, el odio nos hace abandonar ese algo, regresar de él. Las artes que lo potencian, las pornográficas o las didácticas, son, por lo tanto, artes inapropiadas. La emoción estética es estática. La mente es detenida y elevada por encima del deseo y de la aversión'.

Joseph Campbell, Los temas mitológicos en la literatura y el arte, en Mitos, sueños y religión, 146

Drama de la adolescencia


Los seres humanos nacen unos catorce años demasiado pronto. Ningún otro animal atraviesa un período tan largo de dependencia de los progenitores. Luego, de pronto, en cierto momento de la vida que varía según la cultura, (desde los doce a los veinte años) se espera que el joven se convierta en adulto y se pide a todo su sistema psicológico, que ha sido ajustado y entrenado para la dependencia, que responda a los retos de la vida con responsabilidad.

En las sociedades primitivas, la función de los crueles ritos de la pubertad ha sido siempre y en todas partes la de efectuar y confirmar esta transformación. Cuando observamos ahora nuestro mundo moderno, despojado de tales iniciaciones y cada vez más intimidado por sus propios jóvenes intransigentes, podríamos diagnosticar un adulto neurótico que no ha sido capaz de cruzar este umbral hacia la responsabilidad.

Es alguien que ante cada situación de reto lo primero que dice es '¿qué diría papá?', '¿dónde está mamá?'. Y sólo entonces pasa a darse cuenta de, '¿por qué, Dios mío?', '¡Yo soy papá, tengo cuarenta años! ¡mamá es ahora mi esposa! ¡soy yo quien ha de hacer esto!

Joseph Campbell, Los temas mitológicos en la literatura y el arte, en Mitos, sueños y religión, 128

Cuatro funciones del mito


Las mitologías tradicionales ejercen cuatro funciones, la primera de las cuales podría describirse como la reconciliación de la conciencia con las condiciones previas de su propia existencia. El mito básico popular ha sido el de una creación original buena, corrompida por una caída. En el otro mundo se alcanzará la restauración del estado prístino de la creación buena.

La segunda función es la de formular y presentar una imagen del universo, una imagen cosmológica a tenor de la ciencia del momento, y de tal modo que dentro de su esfera se puedan reconocer todas las cosas como partes de un único retrato sagrado.

La tercera función ha sido la de validar y mantener algún orden social específico. En la Biblia, por ejemplo, desde el concepto de un dios personal a través de cuya acción se ha creado el mundo, se contempla a este mismo dios como autor de las Tablas de la Ley. El orden moral, así como el natural, está fijado para siempre.

La primera función sería la mística o la metafísica, la segunda la cosmológica y la tercera la sociológica, La cuarta, que se encuentra en la raíz de las tres como su base y apoyo final, es la psicológica, es decir, la de dar forma a los individuos para que alcancen las metas e ideales de sus distintos grupos sociales.

Mientras que los órdenes cosmológicos y sociales han variado mucho a lo largo de los siglos y en las distintas partes del globo, en cambio han existido ciertos problemas psicológicos, irreductibles e inherentes en la propia biología de nuestra especie, que han permanecido constantes y que hacen bailar a los mitos de toda la humanidad los compases comunes de una única melodía del alma.

Joseph Campbell, Los temas mitológicos en la literatura y el arte, en Mitos, sueños y religión, 126

El juego sacralizado


Los sistemas filosóficos son metáforas, formas de ver, marcos de referencia: son, como dijo Wittgenstein, 'juegos del lenguaje' o formas de jugar con la verdad según las reglas acordadas. Hay un peligro en ellas a la vez que una ventaja. Se pueden confundir con 'la' verdad: entonces se vuelven opresivas. Sus formas se endurecen y se vuelven rígidas. La 'verdad' es autorizada, canonizada y se le otorga una condición legal.

Algún cándido niño literario, aguardando de pie para ver pasar al emperador con sus espléndidas vestiduras, debe exclamar de nuevo: '¡está desnudo!'. Quizá, una vez más, cuando una imagen del mundo deje de estar viva y ya no sirva de nada, somos nosotros los que nos hemos de liberar de esta esclavitud.

Deberíamos tener en cuenta que reconocimientos como éste condujeron a Wittgenstein al silencio, a abandonar su forma académica de filosofar. De hecho, le llevaron hacia el misticismo.

Stanley Romaine Hopper, El mito, los sueños y la imaginación, en Mitos, sueños y religión, 95

Discusiones anatómicas


¿Quién está al mando del cuerpo humano? ¿El estómago, la cabeza? Se podría dar un argumento para cada uno de ellos.

Se podría decir que el estómago es fundamental y que estaba primero. Es el órgano que distribuye la vitalidad a través de la comida a todos los órganos. Por lo tanto, el estómago es primordial. Se puede argumentar que la cabeza, un cúmulo de nervios al final de la parte superior del tubo digestivo, es un complemento del estómago y que evolucionó para poder conseguir de un modo más inteligente los alimentos para nutrir al estómago.

Entonces la cabeza se yergue y arguye: 'no, yo llegué después, y por supuesto, el estómago estaba primero, pero san Juan Bautista estaba antes que Jesucristo. Yo como cabeza soy el producto final más evolucionado y el estómago es mi sirviente. El estómago se encarga de darme energía para que pueda dedicarme a la filosofía, la cultura, la religión y el arte'.

Alan Watts, La mitología occidental, en Mitos, sueños y religión, 25

Yo no he sido


En los tribunales de menores, los jóvenes que han aprendido algo de psicoanálisis pueden decir: 'yo no tengo la culpa, pertenezco al tipo criminal', 'me he liado con mi madre y tengo complejo de Edipo'. Luego viene la prensa y dice: 'bueno, no son los niños los que tienen la culpa, hemos de cuidarnos de los padres'. Éstos a su vez dicen: 'no podemos hacer nada por estar neuróticos, fueron nuestros padres los que nos llevaron a esto'.

Así retrocedemos a la historia del Jardín del Edén, cuando el Señor le preguntó a Adán: '¿comiste el fruto del árbol que te había prohibido que comieses?'. Adán respondió: 'esta mujer que me has dado me ha tentado y lo comí'. Cuando le dijo a Eva: '¿comiste etc...?', ella replicó: 'la serpiente me engañó...' y el Señor miró a la serpiente y ésta no dijo nada. Ésta no le cargó el mochuelo.

Sabía la respuesta porque ella y Dios ya habían acordado, mucho antes de que esto sucediera, detrás el telón antes de que comenzara nada, que iban a representar esta obra porque la serpiente es la mano izquierda de Dios y 'no dejes que tu mano dercha sepa lo que hace la izquierda'. Como podemos ver, éste es el juego: el juego del escondite.

Alan Watts, La mitología occidental, en Mitos, sueños y religión, 24

El cohete fálico


El cohete espacial es un símbolo fálico y un falo hostil. Esto supongo que tiene alguna relación con nuestras deficiencias sexuales. Un falo en el sentido biológico no es un arma; es un instrumento para acariciar. La finalidad del falo es provocar el éxtasis en la mujer y quizá crear un bebé. No es para atravesarla como si fuera una espada.
De ahí que la concepción adecuada de un cohete no debería ser conquistar el espacio... pero, ¿podríamos imaginarnos la idea de dar placer al espacio, nuestra salida de la Tierra para transmitir amor y deleite a otros seres que puedan estar por allí y para fertilizar planetas yermos?

Alan Watts, La mitología occidental, en Mitos, sueños y religión, 22

El artista contra la materia


En gran parte de nuestra filosofía del arte en Occidente, hemos pensado que el trabajo del artista es como una imposición de su voluntad sobre un medio que se le resiste. El escultor martillea la piedra hasta someterla a su voluntad. El pintor coge los óleos y los pigmentos inertes y hace que se adapten... Creen que el medio con el que trabajan es hostil y que nunca podrán llegar a hacer que sea comprenisble porque la naturaleza física, material y por lo tanto algo diabólica del medio, siempre se resiste a la visión que el espíritu desea representar.

De este modo, las personas con nuestro sentido común cotidiano pensamos en el mundo material como una especie de masa de arcilla, de materia que ha de 'formarse'. Podemos llegar a la extraña aberración de pensar que los árboles están hechos de madera y las montañas de rocas. Quizá no sea insignificante que Jesús fuer hijo de un carpintero y del Arquitecto del universo.

Es obvio que un árbol no está hecho de madera: el árbol 'es' madera. Una montaña no está hecha de roca, 'es' roca. Toda la búsqueda de la ciencia occidental para comprender la naturaleza del mundo físico fue desde un principio una indagción para encontrar cuál era el material básico, más aún, un anhelo por descubrir el plan, el diseño de la mente del hacedor.

Alan Watts, La mitología occidental, en Mitos, sueños y religión, 14

21 agosto 2004

La enfermedad de la fe


Los grandes espíritus son escépticos. Zaratustra es un escéptico. Las convicciones son prisiones. El estar libre de toda especie de convicciones, el 'poder mirar libremente', forma parte de la fortaleza... La gran pasión usa, consume convicciones, no se somete a ellas, se sabe soberana.

Y a la inversa: la necesidad de fe, la necesidad de alguna incodicionalidad, es una necesidad propia de la debilidad. El 'creyente' no se pertenece a sí mismo, sólo puede ser un medio, tiene que ser consumido, tiene necesidad de alguien que lo consuma.

El condicionamiento patológico de su óptica hace del convencido un fanático: Savonarola, Lutero, Rousseau, Robespierre, Saint-Simon. El tipo antitético del espíritu fuerte. Pero los gestos grandes y afectados de esos espíritus enfermos, de esos epilépticos del concepto, actúan sobre la gran masa. Los fanáticos son pintorescos, la humanidad prefiere ver gestos a oír razones.

Friedrich Nietzsche, El Anticristo, 104

Su santidad la bestia rubia


Yo veo ante mí una posibilidad cuyo encanto y cuyo colorido son completamente terrenales, tan lleno de sentido, tan prodigiosamente paradójico a la vez, que todas las divinidades del Olimpo habrían tenido pretexto para lanzar una carcajada mortal: César Borgia papa... ¿Se me entiende?

¿Pero qué ocurrió? Un monje alemán, Lutero, fue a Roma. Ese monje, que llevaba en su cuerpo todos los instintos vengativos de un sacerdote fracasado, se indignó en Roma contra el Renacimiento. En lugar de comprender, con la más profunda gratitud, el enorme acontecimiento que había tenido lugar, la superación del cristianismo en su propia sede, lo único que su odio pudo extraer de ese espectáculo fue su propio alimento.

¡En la silla del papa no estaban ya sentados la vieja corrupción, el pecado original, el cristianismo! ¡Sino la vida! ¡Sino el gran sí a todas las cosas elevadas, bellas, temerarias! Y Lutero restauró de nuevo la Iglesia. El Renacimiento: ¡un gran 'en vano'!

Friedrich Nietzsche, El Anticristo, 120

20 agosto 2004

Muéstrate

Joan Pau Inarejos, agosto 2004

¿Contra quién grito? ¿A quién pido cuentas? ¿A mí, por mi infinita debilidad, por mi faz acomplejada? ¿A mí por ser un cobarde ante la injusticia, por diluir los golpes del mundo en el aguafuerte del ‘todo pasará’ y el ‘nada es real’? ¿A mí por llamar fantasmas para que me laman las heridas? ¿Por no tener sangre, por incubar burbujas de veneno?

¿O quizá grito a mi Otro? ¿A ese gigante de la mundanidad y la prepotencia que toma mil rostros? ¿A ese tótem que me ridiculiza con sus ademanes viriles? ¿A los príncipes de este mundo que se apoderan del lenguaje y del humor? Al explotador, al padre terrible, al mediocre ascendido, a quien ríe a carcajada viva mientras corta mis alas antes de que crezcan.

¿Grito contra ti, mundo? ¿Contra ti, Dios? ¿Quiénes sois vosotros para permitir la cósmica injusticia? ¿Qué es esa torpeza que llamáis magnanimidad? ¡Contestadme! Ya os querría ver a mi lado en la soledad de la culpa, del hastío, de la insufrible duda, del crudo remordimiento.

Sentados en vuestros tronos de marfil, sin duda dejad que una y otra vez, me abalance hasta sangrar contra los titanes.



19 agosto 2004

El prójimo paisaje


Muchas veces he advertido que tendemos a atribuir a nuestros amigos una estabilidad similar a la que adquieren en la mente del lector los caracteres literarios. Aunque abramos 'El Rey Lear' montones de veces, nunca encontraremos al buen rey arrojando su escudilla en violenta rebeldía.

Sean cuales fueren las evoluciones por las que tal o cual personaje popular ha pasado entre las tapas de un libro, su destino está fijado en nuestra mente y, de manera similar, esperamos que nuestros amigos se ajusten a tal o cual molde convencional que hemos acuñado para ellos.

Cualquier desviación del destino que hemos ordenado nos impresionaría no sólo por anómala, sino también por su falta de ética. Preferiríamos no haber conocido a nuestro vecino, el vendedor jubilado de salchichas calientes, si un día publica el libro de poesía más importante de su tiempo.

Vladimir Nabokov, Lolita, 288

Me arranco mi yo

Joan Pau Inarejos, mayo 2004

Anoche soñé que me desembarazaba de mí, que se nublaban todos los espejos y se abrían todas las ventanas. Soñé que me olvidaba de mí y me enamoraba del mundo, que desechaba mis vanidades locas y abrazaba todos los caminos nuevos. ¡Qué esclavitud insufrible, la del llorón que llevo dentro! ¡Qué yugo esta enfermedad de orgullo disfrazada de timidez!

Y qué alivio sería castigar en un rincón este alma adolescente obsesionada consigo misma… aunque sólo fuera por un día.


13 agosto 2004

La nínfula


Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas.

¿Son nínfulas todas las niñas? No, desde luego. Si pedimos a un hombre normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no siempre señalará a la nínfula.

Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo, para reconocer de inmediato, por signos inefables - el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas me prohiben enumerar- al pequeño demonio mortífero ignorante de su fantástico poder.

Vladimir Nabokov, Lolita, 24