29 septiembre 2012
Les dones i els morts primer
Joan Pau Inarejos
El lector Joan Carles López i Cubota envia aquesta fotografia a ‘La Vanguardia’
(29/09/2012). A la ciutat de Setúbal, a Portugal, un cartell avisa que està
prohibit aparcar, literalment, per “entrada i sortida de cadàvers”. Ironies al
marge, ens hem de treure el barret per aquest gest de cortesia. Deixeu passar
els morts. És tota una deferència per a aquells que no es poden defensar i
estan clarament en inferioritat de condicions, com els passatgers del metro que
tenen prioritat per baixar abans no es vegin desbordats pels ansiosos que
pugen. Els vius tenen massa pressa. Dit això, cal desitjar que els difunts no
entorpeixin el trànsit més del compte i derivin ràpidament cap a les seves
destinacions, per molt que les vies en direcció al cel estiguin tot sovint atapeïdes
d’obres i desviaments.
25 septiembre 2012
Nosotros
Joan Pau Inarejos
Lo decía una viñeta genial de Mingote. Dos feligresas enjoyadas salían de
una misa progre, en tiempos del Concilio Vaticano II. Una de ellas parecía agobiada por los nuevos vientos liberales, pero la otra le replicaba: “Desengáñese usted, porque al cielo, lo que
se dice al cielo, iremos los de siempre”.
¿Quiénes somos los de siempre? “Hemos ganado nosotros, pero aún no sabemos
quienes”, dicen que dijo Pío Cabanillas en la Transición. El mismo que, en otra
ocasión, exclamó aquello de “¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”, sin
llegar al sincero hartazgo de Estanislao Figueras, que remató la I República con una frase concluyente: “Señores,
estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
De ordinario, el nosotros es una
apelación ambigua y elástica. Naciones y credos viven de ella. Encubre
aristocracias y falsas modestias. El nosotros
es la gran argucia de la primera persona. Algunos lo llaman el plural
mayestático, y hasta Dios tiene el suyo: el hebreo Elohim multiplica con énfasis el escueto nombre del creador (simplemente El). Si la parroquiana de Mingote decía “al
cielo iremos los de siempre”, una voz de las alturas bien podría responder: “...Y les
recibiremos con los brazos abiertos”. Y nosotros, claro, asentiríamos.
24 septiembre 2012
Nostalgia
Joan Pau Inarejos
Las recientes exposiciones sobre Edward Hopper han reavivado el interés
por uno de los grandes creadores de imágenes del siglo XX. Pintor de mujeres
absortas y soledades diurnas, Hopper pasa como un retratista excepcional de la fragilidad
moderna. Capturó como nadie el mundo del aislamiento industrial, y ahí es donde algunos
quieren ver un cierto deje nostálgico. Un luto secreto por la patria ausente. Según Oriol Pi de Cabanyes (La Vanguardia, 24/09/2012),
la América de Hopper es “una nación moderna, urbana, pero que añora la
conquista del Oeste y el impulso vital de los pioneros”.
Nostalgia del Oeste. El urbanita del apartamento evoca al cowboy de las praderas, dos soledades bien diferentes. También hay una nostalgia del Este: los países de la
antigua órbita soviética que suspiran por el orden y las seguridades económicas
del viejo manto comunista. Los alemanes tienen su propio término para denominar
este sentimiento renuente (la Ostalgie, de Ost, este, y Nostalgie), una película (‘Good bye, Lenin’) e incluso una mascota,
el Ampelmännchen o antiguo
hombrecillo con sombrero que aparecía en los semáforos de la extinta República
Democrática Alemana (regla para acordarse: la que no era democrática).
La nostalgia, según su certera etimilogía griega, es el “dolor del regreso”,
del regreso imposible, y las canciones italianas han dado fe de su musicalidad.
Es una de esas palabras bellas y lánguidas que redimen emociones negativas, igual
que la elegante melancolía, frente a
la fealdad informe que nos brindan la náusea
o la peste, tan caras a los textos de
Sartre o Camus. Los existencialistas se dolían del vacío y se miraban
desesperadamente a si mismos, mientras que los nostálgicos, por lo menos,
tienen un hogar que añorar. Y miran hacia el mar.
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23 septiembre 2012
'A Roma con amor': veni, vidi y no vici
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6
Woody Allen se va de Europa pero teníamos que haberle echado antes. Habla
el despecho. El amor herido y exigente de quien ha gozado de sus obras maestras
y no le perdona su tour de la Imserso por el Viejo Continente, perlas
londinenses al margen. La buena noticia es que ‘A Roma con amor’, por lo menos,
no es tan catastrófica como la siesta neuronal de ‘Vicky Cristina Barcelona’, y hasta tiene algunas ideas ingeniosas.
Abusando de la fotogenia de la Ciudad Eterna -como ya hiciera con París-, el neyorquino encajona
cuatro historias diferentes con escasa ligazón, muy desigual interés y alma tirando a poca. La
mejor, probablemente, el gag sobre la fama de Roberto Benigni, un romano
pequeñoburgués convertido de la noche a la mañana en una celebridad mediática.
Hay destellos del mejor Allen cuando el histriónico italiano se pone a detallar
ante una nube de cámaras cómo le gustan las rebanadas para desayunar. Buen
dardo.
El segundo tanto se lo marca el propio Allen, redivivo ante las cámaras interpretando
a un director de orquesta jubilado y neurótico. Aunque se repita más que el
ajo, hay que reconocer que la aparición de este hombrecillo con los pantalones
en las axilas sigue provocando una sonrisa familiar. Es como el abuelo cebolleta, que ya
no sabemos si nos hace gracia por sus historias o por la pesadez con que las repite.
El personaje de Allen busca una estrella
y la encuentra en su aguerrido consuegro, un moreno barbudo que gestiona pompas
fúnebres y canta en la ducha. Hasta aquí podemos leer sin reventar esta divertida
parodia sobre la timidez del talento cuando sale de la intimidad hogareña.
Más allá de estos gags inspirados, dos jóvenes actrices consiguen animar el decadente universo
alleniano. Ellen Page optimiza asombrosamente su metro 53, y la italiana
Alessandra Mastronardi borda la pura inocencia pueblerina. Esto es lo bueno de
la expedición romana de Woody Allen. Lo malo, como decía una de sus películas, es todo lo demás.
21 septiembre 2012
La espiral muda en ovillo
Joan Pau Inarejos
Nuestra identidad ha cambiado de forma. No sé si han estado al caso, pero
este verano que termina, bajo la espuma de la actualidad exprés, ha traído
importantes noticias sobre nuestro paisaje interior. Mientras discutíamos sobre
el color de la bandera, resulta que nos han cambiado la nacionalidad genética.
Hasta ahora creíamos que nuestro ADN era una espiral liviana,
preferentemente de colores y siempre girando sobre su eje, cual cinta ondeante
de fiesta mayor. Así la mostraba un power point en ‘Jurassic Park’
para vender las facilidades de la clonación. La famosa doble hélice. Pues no.
Ha venido el consorcio científico internacional Encode para decirnos que el
genoma es un ovillo. Una zarza enrollada al núcleo de las células.
Habrá que hacerles caso, pero convendrán conmigo que las imágenes del
mundo no pueden cambiarse de la noche a la mañana sin preparar convenientemente
a la población. Sabemos que la Tierra es redonda, que los átomos forman
constelaciones, y esas cartografías abstractas tranquilizan nuestra ignorancia
sobre los fundamentos del cosmos.
Los profanos no tenemos más remedio que conformarnos con apreciaciones de
tipo artístico sobre este nuevo look del genoma. Por lo pronto,
nuestra identidad es menos barroca. Ya no se parece a las columnas salomónicas,
sino más bien a una maraña modernista o a una escultura filamentosa de Tàpies.
Algo más compacto y celoso, más pesante. Quizá también más femenino: el ovillo
de Ariadna, guiando el tránsito de Teseo por el laberinto, lo cual sería muy
útil en estos tiempos de incertidumbre donde nadie sabe dónde está el
minotauro.
Se dice que no somos tan guapos como en la foto de perfil ni tan feos como
en el DNI, pero desconocemos por completo qué aspecto nos acabará dando este ADN
transformista. Así que habrá que seguir tirando del hilo.
18 septiembre 2012
Sentència de Mart
Joan Pau Inarejos
El Curiosity no tornarà mai més. Pel que sembla, el sofisticat robot
de Mart ha hagut d’esborrar el software
del seu trajecte espacial i n’ha programat un de nou. Així ha pogut alliberar memòria per dedicar-se exclusivament a recórrer la superfície del
planeta roig. Incansable i expeditiu, l’autòmat no sap que s’ha desterrat a si
mateix en una mena de gulag marcià. Ho deia un científic a la televisió, amb
un somriure segurament inconscient del seu rerafons dramàtic: “D’alguna manera,
el Curiosity ha signat la seva pròpia sentència de mort”.
En realitat, el que ha fet el rastrejador de Mart és un procés molt en
voga que es coneix com desaprendre.
Hem d’oblidar, diuen, per seguir aprenent. Algú va anar més enllà i va
sentenciar que la cultura és allò que queda quan ja no es recorda res. Una amnèsia
útil. Un reset per continuar
endavant. I recentment han vingut els publicitaris amb el seu olfacte
oportunista per dir-nos que hem de “desaprendre a estalviar” (ING Direct dixit). Un bon consell, perquè el
panorama actual augura que en tocarem pocs, ben pocs de calents.
El nostre ambaixador metàl·lic a Mart fa el que ha de fer, i per això el
paguem i només faltaria, però la seva història em provoca una desolació
inevitable. És com si Ulisses s’hagués oblidat d’Ítaca en alta mar i quedés per
sempre a la deriva. O com si Cristòfor Colom trepitgés les platges verges d’Amèrica
i tot d’una ignorés que estava descobrint un món nou. O encara més: potser tots
nosaltres hem esborrat el nostre programari anterior i, com volia Plató, de
vegades tenim reminiscències del nostre origen celestial, com un ordinador
avariat que fa fallades reveladores. Hem desaprès a volar? El Curiosity, pobre, ja no ens ho pot
contestar.
El lujo de desconectarse
Daniel Arasa
La Vanguardia,
18/09/2012 ‘Google, Apple… adiós’
Le Monde pronostica que la búsqueda de colegios que no dispongan o limiten
el uso de las tecnologías se convertirá en los próximos años en una tendencia
de las familias, sobre todo de las clases acomodadas. Es posible que sean los
ricos y las clases medias altas quienes puedan permitirse más que el resto de
los mortales el lujo de desconectarse.
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15 septiembre 2012
'Tadeo Jones': Spielberg se escribe con eñe
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6
El nuevo héroe de la animación española es un albañil en el paro. La idea tendría
su miga, y hasta sería subversiva, si no fuera por la inmediata contratación del protagonista como remedo simpático de Indiana Jones. Sin trampas ni
pretensiones llega este arqueólogo aficionado, dispuesto a salvar la ciudad
perdida de los incas con la ayuda de un buscavidas, un perro tontorrón, un loro
con cara de angry bird y la previsible
colaboración de una atractiva joven con morritos de muñeca hinchable y mucho
más tetamen de lo que exigiría el canon infantil.
La cuadrilla ibérica se pasea por la selva peruana emulando los clásicos del
cine de aventuras, aquella receta infalible donde nunca falta un poco de Spielberg, un chorrito de James Bond, unas gotas de Disney, y últimamente, el toque de sabor made in Pixar (sin la fórmula original, claro). Humor blanco, personajes
entrañables y huérfanos, animales gamberros, graciosillos de guardia, malos
malísimos… Lo suficiente para que los pequeños se lo pasen en grande y los
grandes pongan el cerebro en modo salvapantallas. Bravo por la realización,
trepidante y resultona, varias soluciones técnicas francamente meritorias
para ser un producto vernáculo y algunos giros ingeniosos, como el momento torero frente al puma o la huida recíproca de la momia y el
arqueólogo. Por lo demás, el cine de animación digital sigue
en busca de la originalidad perdida.
El instante
José Antonio Marina
Suplemento ‘Es’, La Vanguardia, 15/09/2012
El día está recién estrenado. Contemplo desde lo alto el lago Esmeralda,
en las montañas Rocosas canadienses. El silencio resalta la serenidad geológica
del lugar (…). Quiero que no pase este instante (…). Así definían las eternidad
los teólogos: “Tota simul et perfecta posessio’’. No un cansino tiempo
interminable, sino la completa posesión instantánea. Ahora comprendo la
etimología de la palabra instante (…): in-stare, estar en (…). Vivir el ahora
en toda su plenitud, experimental el eternal now, ha sido una constante
aspiración humana (…). Los griegos tenían dos figuras mitológicas para
simbolizar el tiempo: Cronos y su hijo Kayros, que era el instante oportuno. El
momento que no se podía desaprovechar. La ocasión. El tiempo de la epifanía, de
la manifestación, del descubrimiento. Eran muy sabios al distinguir entre el
tiempo mostrenco y el tiempo cualificado.
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José Antonio Marina
14 septiembre 2012
Allarga't, bastó
Joan Pau Inarejos
El meu nebot ha descobert una joguina. Amb aquesta mirada tan infinitament
exploradora dels nou mesos, l’altre dia va veure la crossa del meu avi i s’hi
va arrapar amb entusiasme. Probablement la volia brandar,
sacsejar, batre-la contra el terra per comprovar si es trencava. Les mans menudes maldaven per atrapar aquell pal que, per algun motiu, el fascinava. Per a nosaltres
és una pròtesi rutinària, un mal menor hospitalari fet de plàstic i de ferro,
però ell hi veia molt més que això. Una forma nova.
Max Weber va dir que la humanitat moderna vivia un desencisament del món, i, pel que sembla, passa el mateix en cada
biografia individual. Les coses grans se’ns fan petites. Les coses que abans ens
distreien, ara ens avorreixen. Les coses que antigament ens aterrien, de cop i
volta s’amanseixen. Els objectes perden la seva aura màgica i, així, arriba un
dia que donem per dominades les lleis de la física i ens ho mirem tot per
damunt l’espatlla: ja coneixem tots els mecanismes. El dia que desem les joguines al calaix hem perdut un tros
de vida.
Poc s’ho imagina, que la crossa serveix per caminar. Encara no sap que aviat
es posarà dret i veurà al seu voltant una tirallonga de cares d’admiració. Però
escodrinya l’objecte amb una atenció molt seriosa. Ens mira intrigat i el torna a palpar. Un nen petit amb un bastó sembla un desafiament en tota regla a l’esfinx de Tebes i la seva
famosa definició: l’home és l’animal que camina amb quatre peus al matí, dos al
migdia i tres al vespre. Qui sap si el meu nebot, de simpàtic serrell alçat, té
vocació de Son Goku i intenta allargar el bastó per enfilar-se al firmament.
12 septiembre 2012
Antonio Machado dixit
cantares y proverbios, sátiras y epigramas
Recuerdos de mis amores,
quizás no debéis temblar:
cuando la tierra me trague,
la tierra os libertará.
cantares enviados a unamuno en 1913
Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.
(...) Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro,
sólo por irte a buscar.
los sueños
El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en un hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.
Y vuelve a sonreír porque en su rueca
al hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.
La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.
canciones a guiomar
Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel. La retama
pasa en sombra; se desdora
el oro del Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadeante,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos: libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,
aunque ensille el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.
otras canciones a guiomar
Guiomar, Guiomar,
mírame en ti castigado:
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.
Todo amor es fantasía;
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada,
contra el amor, que la amada no haya existido jamás.
los complementarios
Confiamos,
en que no será verdad
nada de lo que pensamos.
Antonio Machado
'Proverbios y cantares', El País, edición 2003
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poesía
01 septiembre 2012
La rbelion d las makinas
Joan Pau Inarejos
Mi móvil se ha enterado de que planeo sustituirlo. Qué listas estas
máquinas. Estaba yo en la tienda, señalando un Galaxy Mini, cuando noté un ligero temblor en el bolsillo. Creía que era una vibración
fantasma, uno de esos remanentes que percibe el muslo de vez en cuando. Pero no. Era
su ira.
Sin sospechar nada, llegué a casa y encendí la tele. Reponían ‘2001:
Odisea en el espacio’, justo en la escena en la que los dos astronautas traman
desconectar el ordenador Hal y éste descubre el pastel leyéndoles los labios. Cené
y me acosté.
Un resplandor azulado me despertó a media noche. El teléfono proyectaba su
pantalla insomne en el techo. ¿Algún mensaje? Ninguno. ¿Una perdida? Tampoco. Vaya,
qué extraño, cerré los ojos otra vez. Soñé con la escena del ordenador Hal
asesinando a sangre fría a los tripulantes de la nave mientras hibernaban. Un
ruido me desveló de nuevo: esta vez el móvil se había puesto a vibrar unilateralmente.
La cosa iba en serio. Sobresaltado, miré la pantalla: un gran emoticono
mostraba su enfado.
Y eso no es todo: el aparato empezó a escribir SMS de forma automática. “Cm
pueds hacerm esto? T q me habias jurado fdelidad”. No daba crédito a lo que
veía. Luego se enfurecía: “t odio”; me amenazaba: “voy a borrar tdos ts
contactos”; se exasperaba: “x muxos puntos q tengas, nadie t dspertará x las
mañanas cm yo”.
Los objetos son capaces de cosas terribles cuando se ponen celosos, y si
no que se lo pregunten a los juguetes de ‘Toy story’. Atemorizado, intenté recordarle
los buenos momentos que habíamos pasado juntos. Aquellas largas llamadas que lo
dejaban con la batería ardiendo y la factura echando humo; aquella intimidad
nuestra en el metro, anudados con los auriculares y escuchando mis modestas antologías
en MP3 (otros tenían Ipods, pero lo nuestro era más auténtico). Cariño, con
quién hablas. Nada, que el móvil hace un poco el tonto. Intenté hacerle ver que
lo nuestro fue bonito mientras duró.
Pero no entró en razones.
En lugar de eso, activó la insoportable sintonía corporativa hasta
ensordecerme. La cabeza me estallaba. Sólo yo parecía escucharla. Fui corriendo
al baño y cerré con pestillo. Jadeando, vi cómo en el espejo se empezaba a
dibujar algo con tinta roja. Un smartphone ahorcado. Entonces empezó a forzar la puerta: sé que era él, porque
las teclas estaban en modo sonido e iban percutiendo contra el pomo con una
sinfonía ridícula.
Y así llevamos unas cuantas horas de sudor frío y reclusión en mi propio
lavabo. Quiero creer que todo es una pesadilla, y que mañana mi Nokia seguirá
tan entrañablemente inerte y desfasado como siempre.
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