29 junio 2004

La violencia sublimada según Gehlen

 ARNOLD GEHLEN
"La presión agresiva sigue viva: vive en las poderosas cargas de irritabilidad social interna, que amenaza hacer estallar nuestras grandes sociedades tan alivadas de trabajo físico"

Freud afirmaba que "reprimir la agresividad es absolutamente nocivo, tiene un efecto morboso, que enferma". Este impulso humano, como todos los otros, puede transformarse; no es periódico, como tampoco lo es la pulsión sexual, sino permanente y siempre activable.

Sin duda, las dos formas más importantes de esa derivación han sido durante milenios el trabajo corporal y la lucha entre grupos. Pero hoy, están cerrados los dos grandes conductos por los cuales los hombres descargaron durante milenios la pulsión agresiva, a saber: el trabajo corporal pesado y las contiendas y reyertas constantes, pero harto inofensivas antes que se inventaran las armas de fuego, que permiten matar sin esfuerzo.

¿Dónde está ahora esta pulsión? Sigue viva, aunque con manifestaciones distintas. Vive en las poderosas cargas de irritabilidad social interna, que amenaza hacer estallar nuestras grandes sociedades tan alivadas de trabajo físico; se ha convertido en angustia y propensión a la angustia, o en esa omnipresente desconfianza con que se enfrentan mutuamente los individuos. De manera que grandes cantidades de agresividad estarían listas estarían listas para dispararse cuando se las desatase.

Arnold Gehlen: Antropología filosófica, 79

Nietzsche y Dios cara a cara

JOAN PAU INAREJOS, 2004


Nietzsche: Pero usted es…

Dios: Sí, sí. Pase, por favor.

Nietzsche: No lo puedo creer… ¡yo lo daba por muerto!

Dios: Pues ya me ve. Ahora escúcheme.

Nietzsche: En fin. No sé qué decir.

Dios: Si no le importa, ahí fuera hay una cola de personas esperando para entrar. ¿Puedo hablar o no?

Nietzsche: Qué mal genio.

Dios: Habló la Madre Teresa.

Nietzsche: Bah.

Dios: Mire: le voy a ser sincero. Nos ha costado meses de negociaciones traerle aquí. Incluso tuvimos que alargar esa enfermedad degenerativa más de lo normal…

Nietzsche: Sí. Muchas gracias.

Dios: La cuestión es que si usted nos lo pone difícil, la competencia tendrá vía libre…

Nietzsche: ¿La competencia?

Dios: Sí, los de abajo. El infierno. Hacen muy buen marketing en la Tierra, pero en fin… tienen peores instalaciones, etcétera.

Nietzsche: ¿Y para qué me quieren aquí? Yo creía que esto se hacía con un juicio, las buenas y las malas obras, ya sabe…

Dios se empieza a reír escandalosamente.

Dios: (se seca las lágrimas de la risa) ¿Obras buenas y malas? ¿Pero qué cree que es esto, un observatorio ético?

Nietzsche: Pues vaya decepción.

Dios: Permítame: según sé usted no creía en nada de esto hasta hace bien poco.


Nietzsche: Veo que lo sabe todo.

Dios: Por supuesto. Tengo un gran equipo de documentalistas.

Nietzsche: ¿Volvemos al tema?

Dios: Sí, sí, claro. ¿Fuma?

Nietzsche: No, gracias. Una vez lo probé y se me chamuscaron los bigotes.

Dios: ¿Verdad que no le molesta el humo?

Nietzsche: Descuide.

Dios: Estamos muy interesados en usted. Verá, esa idea suya… el supermacho, ¿verdad?

Nietzsche: Superhombre.

Dios: Eso, eso. No me ponga esa cara: ¿usted no se equivoca nunca?

Nietzsche: Adelante.

Dios: Nos interesa mucho el proyecto superhombre para relanzar nuestra empresa. Verá, ¿para qué nos vamos a engañar? Los de abajo tienen una oferta mucho más jugosa: números de striptease, drogas de diseño, camas redondas… Y aquí los consumidores se aburren.

Nietzsche: ¿Se aburren?

Dios: Nubes y cielo toda la eternidad… ¡Comprenda!

Nietzsche: Ya.

Dios: ¡Por eso tenemos que apostar por la publicidad! La gente está harta de esos anuncios horteras. ¡Pero imagine! ¡Imagine lo que podríamos conseguir con otra campaña, totalmente distinta!

Nietzsche: ¿Quiere que le haga una campaña?

Dios: Usted sabe de qué le hablo: “Entre al paraíso y le daremos voluntad de poder con garantía indefinida”, “Sienta el impulso vital del Reino de los Cielos”, “Venga al cielo y le convertiremos en superhombre”. En fin, usted es el artista, pero me va siguiendo, ¿no?

Nietzsche: Más o menos.

Dios: Creáme: usted es un diamante en bruto y nosotros lo podemos pulir si nos deja.

Nietzsche: Menos poesía. Aún no hemos hablado del sueldo.

Dios: ¿El sueldo? ¿Va a trabajar con Dios y se me pone sindicalista?

Nietzsche: ¡Pero iría contra mis principios!

Dios: Escuche, señor Feliciano…

Nietzsche: Federico.

Dios: Como se llame. Usted ha dejado los principios en la puerta, ¿entiende lo que le digo? ¡Esto es una multinacional, por mi amor!

Nietzsche: No lo veo claro. Me niego.

Dios: ¿Se niega? Qué interesante. Le recuerdo que con un chasquido de dedos lo puedo enviar al trullo.

Nietzsche: ¿Cómo?

Dios: Veamos: antecedentes de ateo radical, nihilista, alemán…

Nietzsche: ¡Alemán! ¿Desde cuando es un crimen ser alemán?

Dios: Amigo, por si no lo sabía aquí somos judíos. A ver, ¿de dónde eran Abraham y Jesucristo?

Nietzsche: No me tome por imbécil. He ido a la universidad.

Dios: No era mi intención. Usted difundió que yo había muerto, dijo que los cristianos eran esclavos resentidos, e incluso, lo tengo por aquí apuntado..., ahá: aseguró que "la fe es una enfermedad". ¿Quiere que siga?

Nietzsche: No hace falta.

Dios: Mire: a mí toda esta mierda me da igual. Pero si se enteran los de arriba, ya sabe…

Nietzsche: ¿Los de arriba? ¿Usted no es todopoderoso?

Dios: Vaya, veo que tengo buena reputación… Bueno, no quiero perder más tiempo. O firma o cadena perpetua. Y le advierto: aquí es perpetua de verdad.

Nietzsche: Comprendo.

Dios: ¿Entonces? Aprisa, por favor, necesito ir al lavabo.

Nietzsche: ¿Cadena perpetua? ¿Y por qué no pena de muerte?

Dios: Muy gracioso. ¿Se decide?

Nietzsche: En fin. Por lo visto no tengo más remedio.

Dios: ¡Sabía que lo entendería! Ese es el superhombre que yo quiero. Entre usted y yo, me encantan los alemanes. De joven fui a Munich, maravillosa. Tome, firme aquí y abajo, por favor.

Nietzsche: Esto me duele mucho… Si no firmo condeno mi libertad, pero si firmo me aboco a una vida inauténtica.

Dios: Filósofos.

Nietzsche: Ahí tiene la firma. ¿Cuándo empiezo?

Dios: Ah, sí. Venga usted el lunes y pregunte por María.

Nietzsche: ¿María?

Dios: Mi madre. La he colocado de jefa de personal porque se aburría en casa. La menopausia y esas cosas. Si no hay nada más… Encantado de haber hablado con usted.

Nietzsche: Sólo una curiosidad. ¿Y los otros dos? ¿Qué hay de la trinidad?

Dios: De vacaciones en Cuba. ¿Qué le parece? Y yo aquí haciendo horas. ¡Uf! Me voy pitando al lavabo…

JOAN PAU INAREJOS, 2004

San Gabriel

I

Un bello niño de junco,
anchos hombros, fino talle,
piel de nocturna manzana,
boca triste y ojos grandes,
nervio de plata caliente,
ronda la desierta calle.

Sus zapatos de charol
rompen las dalias del aire
con los dos ritmos que cantan
breves lutos celestiales.

En la ribera del mar
no hay palma que se le iguale,
ni emperador coronado,
ni lucero caminante.

Cuando la cabeza inclina
sobre su pecho de jaspe,
la noche busca llanuras
porque quiere arrodillarse.

Las guitarras suenan solas
para San Gabriel Arcángel,
domador de palomillas
y enemigo de los sauces.

San Gabriel: El niño llora
en el vientre de su madre.
No olvides que los gitanos
te regalaron el traje.

II

Anunciación de los Reyes,
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía.

El Arcángel San Gabriel,
entre azucena y sonrisa,
bisnieto de la Giralda,
se acercaba de visita.

En su chaleco bordado
grillos ocultos palpitan.
Las estrellas de la noche
se volvieron campanillas.

San Gabriel: Aquí me tienes
con tres clavos de alegría.
Tu fulgor abre jazmines
sobre mi cara encendida.

Dios te salve, Anunciación.
Morena de maravilla.
Tendrás un niño más bello
que los tallos de la brisa.

¡Ay, San Gabriel de mis Ojos!
¡Gabrielillo de mi vida!
Para sentarte yo sueño
un sillón de clavellinas.

Dios te salve, Anunciación,
bien lunada y mal vestida.
Tu niño tendrá en el pecho
un lunar y tres heridas.

¡Ay, San Gabriel que reluces!
¡Gabrielillo de mi vida!
En el fondo de mis Pechos
ya nace la leche tibia.

Dios te salve, Anunciación.
Madre de cien dinastías.
Aridos lucen tus ojos,
paisajes de caballista.

El niño canta en el seno
de Anunciación sorprendida.
Tres balas de almendra verde
tiemblan en su vocecita.

Ya San Gabriel en el aire
por una escala subía.
Las estrellas de la noche
se volvieron siemprevivas.

Federico García Lorca, Romancero gitano

Tesoros inútiles


Al amanecer eché las redes al mar y extraje al abismo raras cosas de extraña belleza. Unas brillaban como sonrisas, otras como lágrimas, y alguna se sonrojaba como mejilla de novia.

Cuando volvía con mis tesoros, mi amor deshojaba una flor en su jardín. Vacilé, arrojé a sus pies todo lo que el fondo del mar me había dado y aguardé en silencio. Ella lo miró todo lentamente y dijo: '¿Para qué me pueden servir cosas tan raras?' Bajé la cabeza avergonzado y pensé: 'Verdaderamente, no me han costado esfuerzo ni dinero. No son regalos dignos de ella..." Y esa noche las tiré, una a una, a la calle.

Por la mañana pasaron unos viajeros. Recogieron mi tesoro y lo llevaron a tierras lejanas.

Rabindranath Tagore, El jardinero, 21

El triángulo de la amistad

C. S. LEWIS
 Por mí mismo no soy lo bastante completo como para poner en actividad al hombre total, necesito otras luces, además de las mías, para mostrar todas sus facetas
Los enamorados están siempre hablándose de su amor. Los amigos, casi nunca de su amistad. Normalmente los enamorados están frente a frente, absortos el uno en el otro; los amigos van uno al lado del otro, absortos en algún interés común. Sobre todo, el eros (mientras dura) se da necesariamente sólo entre dos. Pero el dos, lejos de ser el número requerido para la amistad, ni siquiera es el mejor, y por una razón importante.

Lamb dice en alguna parte que si de tres amigos (A, B y C) A muriera, B perdería entonces no sólo a A sino también “la parte de A que hay en B”. En cada uno de mis amigos hay algo que sólo otro amigo puede mostrar plenamente. Por mí mismo no soy lo bastante completo como para poner en actividad al hombre total, necesito otras luces, además de las mías, para mostrar todas sus facetas. Ahora que Carlos ha muerto, nunca volveré a ver la reacción de Roberto ante una broma típica de Carlos. Lejos de tener más de Roberto al tenerle sólo “para mí” ahora que Carlos ha muerto, tengo menos de él.

Por eso, la verdadera amistad es el menos celoso de los amores. Dos amigos se sienten felices cuando se les une un tercero, y tres cuando se les une un cuarto, siempre que el recién llegado esté cualificado para ser un verdadero amigo. Pueden entonces decir, como dicen las ánimas benditas en el Dante, “Aquí llega uno que aumentará nuestro amor”; porque en este amor “compartir no es quitar”.

C. S. Lewis, Los cuatro amores, 72-73

Para vivir no quiero

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo.”

Pedro Salinas, La voz a ti debida, pp 64-65

El rostro

 EDMOND BARBOTIN
"El rostro es de la persona misma; aceptar una fisonomía es acoger a otro, introducirlo en nuestro mundo personal"

Como la palabra y la mano, pero en medida privilegiada, el rostro es de la persona misma. Aceptar una fisonomía es acoger a otro, introducirlo en nuestro mundo personal, ratificarlo, darle nuestra aceptación, ponernos a su disposición. Rechazar un rostro es rehusar a una persona en nuestra comunión; en el caso límite se intentará abolirla por medio de la muerte.

En defecto de este último extremo, la bofetada en la cara, el puñetazo, constituyen el insulto por excelencia: hiero a la persona en su manifestación más obvia. Con mayor razón, la desfiguración de un hombre a golpes es una de las conductas más injuriosas para la persona. Al degradar su 'figura' natural se tortura al otro en su subjetividad, se afirma y niega a la vez su dignidad de sujeto.

No se trata sólo de imponer una máscara bajo la cual el rostro nativo permanezca intacto: se degrada, se afea éste. El accidente, la enfermedad, producen también en ocasiones el mismo efecto de insulto y degradación: entonces el hombre 'ya no tiene figura humana' —prueba de ello es el desgraciado Job y el silencio horrorizado de sus tres amigos—. El observador llega a dudar de la identidad de la víctima, llega a imaginar no sé qué mutación ontológica: aquel a quien conocía, estimaba y amaba, he aquí que ya no lo reconoce.

La conciencia de mi apariencia está indisolublemente ligada a la de mi identidad, es uno de sus fundamentos más estables, incluso dirige su evolución, especialmente a lo largo del crecimiento. La mirada de mis semejantes es para mí un espejo: tal como me aparezco a los demás, así me veo, en eso me convierto poco a poco.

Edmond Barbotin, El lenguaje del cuerpo, 145-150

La caña pensante


El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua bastan para matarlo. Pero, aun cuando el universo le aplastara, el hombre sería todavía más noble que lo que le mata, porque sabe que muere, y lo que el universo tiene de ventaja sobre él; el universo no sabe nada de esto.

Blaise Pascal, Pensamientos, 264

Judío de Nueva York


Te quiero contar una historia tremenda acerca de la anticoncepción oral: le dije a esa chica que si quería hacer el amor conmigo y me dijo que no.

Yo fui expulsado del colegio por copiar en el examen de metafísica; miré en el alma del muchacho que se sentaba al lado de mí.

El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.

Se suicidó. Era el mayor intelectual que he conocido, y dejó una nota que decía "salgo por la ventana".

El dinero es mejor que la pobreza, aunque sólo sea por razones económicas.

La diferencia entre la muerte y el sexo es que la muerte es algo que puede hacer uno solo y sin que nadie se ría después de ti.

Mis padres no solían pegarme; lo hicieron sólo una vez: empezaron en febrero de 1940 y terminaron en mayo del 43.

El sexo entre dos personas es una cosa hermosa. Entre cinco es fantástico.

Soy lo suficientemente feo y lo suficientemente bajo como para triunfar por mí mismo

Woody Allen

¿Somos el último mono?


La evolución no nos ha hecho más fuertes, sino más débiles. Arnold Gehlen, uno de los padres de la antropología filosófica, habla del ser humano como un 'ser carencial', sin instintos programados y sin órganos de defensa. Para este ser, la cultura no es un lujo, sino la única forma de sobrevivir en un mundo de colmillos y garras. Leámoslo.

"Morfológicamente, el hombre, en contraposición a los mamíferos superiores, está determinado por la 'carencia' que en cada caso hay que explicar en su sentido biológico exacto como no-adaptación, no-especialización, primitivismo, es decir: no-evolucionado. De otra manera, esencialmente negativo.

Falta el revestimiento de pelo y por tanto la protección natural contra la intemperie; faltan los órganos naturales de ataque pero también una formación corporal apropiada para la huida; el hombre es superado por la mayoría de los animales en la agudeza de los sentidos; tiene una carencia, mortalmente peligrosa para su vida, de auténticos instintos y durante toda su época de lactancia y niñez está sometido a una necesidad de protección incomparablemente prolongada.

Con otras palabras: dentro de las condiciones 'naturales', originales y primitivas, hace ya mucho tiempo que se hubiera extinguido, puesto que vive en el suelo en medio de los animales huidizos ligerísimos y las peligrosas fieras depredadoras".

Arnold Gehlen, El hombre, 37

Menuda, pensa en mi

Pensa en mi, menuda, pensa en mi
quan les bruixes t’esgarrapin de matí.
No et faré més tebi el fred
ni més dolç el cafè amb llet,
però pensa en mi,
menuda;

Pensa en mi quan no t’arribi el sou
o quan t’arrambin en el metro a quarts de nou
i porta’m brodat a la teva brusa
o pintat en el teu somriure vermell.
Gronxa’m de les teves arracades.
Volta’m amb els teus anells i

deixa’m venir amb tu, deixa’m venir.
Deixa’m anar on vas, deixa-m’hi anar,
menuda entre goig i pena
abraçat contra el poema
que llegeixes d’amagat.

Joan Manuel Serrat
Per al meu amic, 1973

Existencialismo bíblico

Al acostarme pienso: “¿Cuándo llegará el día?”,
y al levantarme: “¿Cuándo se hará de noche?”
Me harto de pesadillas hasta el alba.
Me cubren la carne gusanos y costras,
la piel se me agrieta y supura.
Mis días corren más que la lanzadera,
se consumen sin nada de esperanza.
Recuerda: mi vida es sólo un soplo,
mis ojos ya no verán la dicha.
Seré invisible a cualquier mirada,
te fijarás en mi, pero no estaré.

¿Soy yo el Mar o el Dragón
para que me pongas un guardián?
Si pienso: “Mi lecho me consolará,
compartirá mi cama mi llanto”,
me aterras entonces con sueños,
me espantas después con visiones.
Quisisera morir asfixiado:
¡antes la muerte que mis dolores!
Me da igual, no he de vivir para siempre;
déjame en paz, mis días son un soplo.
¿Qué es el hombre para darle importancia,
para que pongas en él tu interés,
para que lo inspecciones cada mañana
y a cada instante lo pongas a prueba?

¿Dejarás alguna vez de mirarme?
¿me darás tiempo a tragar saliva?
Si he pecado, ¿en qué te afecta,
Centinela de los hombres?
¿Por qué convertirme en blanco?
¿Por qué te sirvo de carga?
¿Por qué no olvidas mi ofensa,
pasas por alto mi culpa
si pronto yaceré en tierra
y no estaré aunque me busques?

JOB 6, 4-21

¿Dé dónde nos hemos caído?

JOAN PAU INAREJOS, c. 2003

Los neoplatónicos creen que el ser humano procede del mundo de las ideas pero ‘cae’ al mundo material en forma de cuerpo. El mito griego de Ícaro resulta ilustrativo: tenía unas alas de cera incorporadas, pero voló tan alto que la cera se deshizo al calor del sol. Desprotegido de repente, Ícaro cayó al mar.

Más tarde, el cristianismo usó esta narrativa para explicar la doctrina del pecado original y la expulsión del paraíso. Un neoplatónico cristiano, San Agustín, escribe sin cesar sobre el deseo del alma de ‘volver’ a Dios. En el regreso, el alma pródiga recupera la serenidad rota por el pecado.

Este drama original (la ‘caída’) no anda muy lejos de la angustia existencialista. Conocemos la antropología de Heidegger: el ser humano es un ser arrojado, privado de directrices, sin más remedio que hacerse a si mismo. No tiene esencia ni facultad, sólo ‘está ahí’ (dasein). En la misma línea, Gehlen se refiere al ser humano como ‘ser carencial’, el más endeble de la naturaleza, y por ende el más libre, plástico y adaptable.

Al parecer, los existencialistas no creen en una vida anímica anterior a la terrena. Pero convergen con los neoplatónicos al afirmar el carácter súbito de la existencia. El sentimiento de desolación (el ‘vértigo’ o la ‘náusea’) domina nuestra vida y nos convierte en seres siempre incompletos y abocados: ‘la existencia precede la esencia’.

El neoplatonismo atribuye la angustia a la nostalgia del mundo de las ideas, y el cristianismo a la lejanía del ser divino. El existencialismo religioso habla de la tensión que sufre el ser humano que se sabe temporal. Como tal (y a diferencia de los otros animales) ha concebido sus fronteras: la idea de la muerte y la idea de eternidad. La paradoja entre tiempo y eternidad se refleja en ‘salto de la fe’ de Kierkegaard o en las ‘situaciones límite’ de Jaspers: el dolor, el fracaso, la desesperación.

El existencialismo ateo se expresa a la inversa. La angustia no es desarraigo de Dios, sino la certeza de que Dios no existe. Para Sartre, esta noticia es un mal trago: el hombre ya no puede abandonarse ni consolarse en una creencia, y se ve obligado a madurar. ‘Estamos condenados a la libertad’: así es como el filósofo transforma el pesimismo existencial en una forma de esperanza. Si la libertad es un lastre y una fuente de angustia, también es la posibilidad de hacerse a uno mismo en la narrativa de las decisiones.

El abanico interpretativo es ancho para un problema común: el ser humano es un ser inmaduro que, sea por nostalgia de otra vida, sea por deseo insaciado (o insaciable) de trascendencia, se sabe inacabado. Sin esta carencia, en última instancia, ni la cultura ni la tecnología darían sus frutos. He aquí que la angustia se convierte en una fuente abierta de creatividad.


JOAN PAU INAREJOS, c. 2003