31 diciembre 2012

'El alucinante mundo de Norman': dejad que los muertos se acerquen a mí


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8

No siempre se te aparecen los espectros en el váter, momificados con trizas de papel higiénico. En tan irreverente tesitura se ve uno de los fantasmas de esta feliz película, cuya entrada en escena, tuberías mediante, provoca una brutal erupción destructiva en el retrete. ‘El alucinante mundo de Norman’ (‘ParaNorman’ en el marginado título original) es una gran lección, en muchos sentidos, sobre cómo desenvolverse en el tan histérico y concurrido mercado de la animación.

De entrada, esta historia de un niño que se comunica con los muertos nos recuerda que el gag visual, el puro showing, está en el ADN del género. El cuento de Norman nos regala unos cuantos: el tira y afloja del niño con un tieso cadáver para arrebatarle un preciado libro, los contratiempos del gordito Neil para saltar la verja, el ciudadano acosado por los zombies en una máquina de snacks, el encontronazo de los zombies con el mundo McDonald’s, el ya citado Vatergeist

Segunda lección: añoramos lo auténtico. Las factorías informáticas lo han hecho todo tan perfecto, tan homogéneo, tan volátil, que nuestro niño interior salta de gozo al contemplar esos cielos sedosos y embrujados, esos diseños urbanos de casa de muñecas o las marañas del bosque tan cercanas al viejo espíritu Grimm-disneyano. Una vez más, la técnica stop-motion (captura de movimientos) consigue un mundo harto más cercano y palpable que el cacareado digital 3D.

A lo largo y ancho de estos paisajes se pasean unos personajes no menos vivarachos, fantástica galería de caricaturas entre las que se cuenta el introvertido Norman, el cachas Mitch, la atronadora profesora de teatro, o los hilarantes zombies del siglo XVIII, que reviven a causa de la maldición de una bruja de estampa luminiscente. Los directores Chris Butler y Sam Fell, de la misma productora que alumbró la maravillosa ‘Los mundos de Coraline’, consiguen una aleación perfecta del lenguaje gótico más tenebroso (casi gemelo del ‘Frankenweenie’ de Tim Burton) con el cachondeo retro donde resucitan las pandillas setenteras-ochenteras de Scooby-Doo o Los Goonies, sin olvidar el homenaje festivalero e indisimulado a los clásicos añejos del terror.

Pero eso no es todo: ‘ParaNorman’ transita habilísimamente por el filo de los géneros, y lo que empieza como un tópico cuento de terror se va trenzando con una jocosa comedia de aventuras para asomarse a un inesperado subsuelo adulto. Con un crescendo admirable, apenas con alguna caída de ritmo, Butler y Fell van introduciendo cuñas tan atrevidas como el don doloroso de ver lo sobrenatural (guiño a ‘El sexto sentido’), el diálogo de la infancia con la muerte (atención, padres), la humanización conmovedora de los mitos (una bruja que no es lo que parece) o incluso algún rompedor gag sexual que es conveniente no desvelar. Profunda, original, sorprendente, divertida: buena señal cuando al espectador se le agolpan los adjetivos.

30 diciembre 2012

‘Una pistola en cada mano’… y sin munición


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5

Uno de los argumentos estrella de la modernidad es la cura de humildad al macho. Camaradas, no somos tan fuertes. Ni tan valientes. Ni tan nobles. Ni tan duros. Es tan profundo el mito de la masculinidad, tan arraigado y difuso su reinado cultural (Joan Francesc Mira habla de la culturosidad por analogía con la religiosidad), que estas deconstrucciones del cromosoma XY, lúdicas o implacables, no dejan de reclamar nuestra atención morbosa. Es el regodeo por el árbol caído, y háganse cuantas lecturas fálicas se quiera.

La última (auto)flagelación del Mundo Macho, que diría Terenci Moix, llega de la mano de Cesc Gay, y con no pocas dosis de ironía woodyalleniana. El director de ‘En la ciudad’ nos presenta un ramillete de varones en torno a la cuarentena (los treinta de antes, a efectos narrativos) cuyas debilidades y torpezas no tardan en salir a flote merced a unos cuantos exámenes cotidianos. ¿De qué hablan los hombres?, tentador subtítulo para una comedia que fisgonea en esas conversaciones donde, al parecer de Anthony Giddens, se hilvana la sociedad entera.

En esta indisimulada operación de marujeo sociológico, destacan el encuentro a destiempo de dos amigos de juventud (Eduard Fernández y Leonardo Sbaraglia) y de dos hombres que son enemigos sin saberlo (Luis Tosar y Ricardo Darín). En orden decreciente de interés, también seguiremos los pasos de un ex marido (Javier Cámara) y sus patéticos intentos por volver al hogar conyugal (de una siempre espléndida Clara Segura), para desembocar en el ligoteo fallido de un chulo de oficina (Eduardo Noriega y Candela Peña) y las revelaciones cruzadas entre dos parejas en crisis (Cayetana Guillén-Cuervo y Jordi Mollà versus Leonor Watling y Alberto San Juan).

En el cine y en la vida, es mal negocio empezar fuerte y terminar desfondado, como lamentablemente parece ocurrirle a la pistola de Cesc Gay. Los cartuchos se queman demasiado rápido y lo sucesivo es una retahíla de historias cada vez más cargantes e inconexas. Cierto que al final los cowboys se reencuentran, pero para entonces ya ha quedado claro que tan importante como tener revólveres es tener balas suficientes en la recámara.

27 diciembre 2012

‘Los miserables’: La Aparatosidad guiando al pueblo


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5

Para empezar con las cartas boca arriba, debo admitir que soy poco amigo del cine cantado. Cada vez que un actor, animado o de carne y hueso, interrumpe la conversación y se pone a exhibir cuerdas vocales, no puedo evitar un runrún de vergüenza ajena, una regurgitación de incomodidad. Algo que me huele a desfasado. Se me dirá que es un gran género del séptimo arte, que soy un vástago de la Generación Impaciente, pero a mí no me sacan de ésta.

Claro que hay que ser muy paciente, muy buena persona cinematográficamente hablando, para afrontar sin pestañear ¡158 minutos! de película-concierto, goce incalculable para los devotos del archifamoso musical basado en la novela de Victor Hugo pero a todas luces excesivos. (Estos metrajes desatan la actitud mourinhista ante la vida: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?). La Francia revolucionaria de principios del siglo XIX, con sus humaredas y sus banderas, con sus bayonetas y sus proletarias penalidades, la nación embravecida de La Libertad guiando al pueblo de Delacroix, es el telón de fondo de una macrofunción estéticamente atronadora, pero teatrera en el peor sentido, brillante y hueca como manda la grandeur francesa.

No basta con dos actores en estado de gracia como Hugh Jackman y Anne Hathaway, traspasando la pantalla con asombrosas dotes de intensidad y talento vocal. El barco de Tom Hooper es demasiado aparatoso y no tarda en quedar a la deriva en medio de una tormenta de pretensiones. La grandeza de los musicales, el ochocentismo-glam a lo ‘Moulin Rouge’, el barroquismo digital de última hora (¡más píxeles, es la guerra!), eso no es algo que se pueda digerir sin un Almax a mano, y menos en una época como la navideña donde ya vienes empachado de casa. Añádanse unas notas fallidas de picaresca (Helena Bonham-Carter y Sacha Baron-Cohen), grandes actores con cara de andar perdidos por el metro (Russell Crowe), alíñese con una confusa moraleja místico-revolucionaria y ya tenemos lo necesario para contraer serios ardores de estómago.

20 diciembre 2012

- Dime, ¿qué miras cuando tomas una curva con tu coche? ¿El morro del coche o la salida de la curva?
- La salida de la curva.
- ¡Pues haz igual en todo lo demás!
Olivier Bouyissi en La Contra de La Vanguardia, 20/12/2012

16 diciembre 2012

Necesito mi catástrofe


Joan Pau Inarejos
La inminencia de la famosa fecha maya (21/12/2012) está despertando filias y fobias. Unos desean que pase de una vez, sólo para dejar de oír hablar de ella (así se acabe el mundo) y otros se desvivirían por parar las agujas del reloj y salvarse de un final que juzgan insoslayable. Entre estos últimos ha cristalizado un fenómeno peculiar, quizá más humano de lo que parece, una patología que va más allá del calendario. Lo explica el psicólogo Damián Ruiz: “La cuestión estriba en cómo se explicarán esas personas, el dia 22, el hecho de que no haya sucedido nada. Puede darse el caso de que alguno de esos ciudadanos tenga que vivenciar esa experiencia de otra manera para que no se produzca una disonancia psíquica y un conflicto difícil de resolver” (La Vanguardia, 16/12/2012). Estamos ante los yonquis de la catástrofe.

Adictos a la narrativa mediático-milenarista, estos ciudadanos no podrán soportar que el mundo prosiga el 22 de diciembre. Una continuidad tan prosaica y terrenal les parecerá una puñalada trapera, una negación del espectáculo para el que tan concienzudamente se habían preparado. En la adaptación cinematográfica de ‘La niebla’ de Stephen King, el soberbio desesenlace ilustraba lo terrible que puede ser un amanecer, lo traumática que puede resultar la ausencia de un final purgador y la necesidad de afrontar en solitario una prórroga imprevista en el cuaderno de bitácora. Necesito mi catástrofe. Mi trabajo para construir el arca no puede ser en balde, pensará el angustiado hombre chino que ha sido noticia estos días por emular a Noé. 

Mucho se ha escrito sobre la depresión poscarcelaria -el preso sale a la calle y no sabe afrontar su libertad-, o incluso sobre el cariz desasosegante que puede revestir la misma idea de la vida eterna. La diosa Calipso, abandonada por Ulises, quedó desolada en su inmortalidad, recuerda Unamuno. Nuestra naturaleza caducifolia, nuestra experiencia insobornable de que todo se acaba, sea para morir o para renovarse, apenas sabe nadar en este océano inquietante del para siempre. Pasó el año 1000, pasará la espuma sensacionalista de los mayas, pero seguirá irresuelto nuestro pleito permanente con el fin de los tiempos.


11 diciembre 2012

Animales en persona


Joan Pau Inarejos
En la Fira de la Puríssima de Sant Boi de Llobregat, una muchacha comentaba a su amiga que nunca había visto una vaca “en persona”. Excitada frente a la exposición ganadera de la plaza de la iglesia –Sant Baldiri, qué bello telón de fondo para los navideños festejos, con su imperturbable elegancia barroca-, la adolescente enseguida se percató de su error, porque quería decir “en vivo” o “de carne y hueso”. Sin embargo, Freud recomendaba tomarnos en muy serio los lapsus linguae, y, en el bovino caso presente, no está de más rastrear ciertas transiciones inconscientes entre el mundo animal y el humano. 

De entrada, se permite decir que una persona es “muy animal”, pero no a la inversa (un animal nunca puede ser “muy persona”, aunque no pocos humanos los prefieran como compañeros de vida). Por otra parte, parece que el lenguaje puede, por decirlo así, medir o calibrar nuestro grado de adscripción a la especie: de pequeño ya me dejaban perplejo eslóganes moralizantes como “lo importante es ser persona” o fulano “es un ser muy humano”, como si los demás tuviéramos trazas alienígenas. A la vez, rebajamos nuestra condición cuando decimos que “es humano” errar o desfallecer: Nietzsche abominaba de lo "humano, demasiado humano" frente a lo perfecto del superhombre, a veces denominado en sus escritos "la bestia rubia" (?). Como diría el portavoz de un gobierno, tenemos un problema de comunicación.

Huelga decir que Darwin contribuyó mucho a este confusionismo agropecuario, quebrando nuestra cerca exclusiva de seres hechos a imagen y semejanza de Dios para hacernos presuntos vástagos evolucionados de los monos. Más tarde, ‘El planeta de los simios’ especuló con lo que ocurriría si se cambiasen las tornas y los animales se vengasen de algo tan humano como la bestialidad. La vaca de la feria, en su gigantona indolencia, ¿preferiría ser uno de nosotros? Animalmente, no lo sé.

Apuntes


“Deshabituarnos de lo mezquino / y en lo pleno, bueno, bello, / vivir resueltamente” (Goethe)

"Veía manar mi sangre como hubiera visto correr un arroyo" (Rousseau).


05 diciembre 2012

Nadal de merda


Joan Pau Inarejos
Que el Nadal català té un principalíssim component fecal no és cap secret. Des del caganer fins al cagatió, la passió escatològica d’aquesta vora del Mediterrani adoba i fecunda de dalt a baix les celebracions del solstici d’hivern. Qualsevol observador imparcial pot constatar que el nostre comitè de benvinguda a l’infant de Maria és poc polit en comparació amb l’or fastuós de Melcior (un precursor dels patrons corruptes que ja guardava lingots a casa), i no cal dir, incommensurablement menys aromàtic que l’encens i la mirra dels distingits Gaspar i Baltasar.

Aquest any, però, el tarannà excrementici d’aquesta terra nostra està més justificat que mai, i no només perquè la situació convidi a cagar-se en tot (el primer, aquest Wert que se t’apareix fins i tot al teclat) o perquè les eleccions hagin llençat per l’excusat els candidats a messies (estirant la cadena), sinó perquè la iconografia clàssica del Nadal està sent víctima d’una bruta conspiració des de les altes esferes. Un autèntic ventilador de porqueria. Alerta, Dan Brown. Un paràgraf innocent del papa Benet 16 (‘La infantesa de Jesús’) recordant la natura bastarda del bou i la mula –absents en els evangelis canònics- han obert la caixa dels trons a can pessebre. L’excitació mediàtica, ahistòrica i més aviat poc rigorosa en matèria de lletres pures, la mateixa fogositat tuitaire que ens va fer creure que una parroquiana aragonesa havia esguerrat La Gioconda, ha fet l’agost en ple desembre.

Els operaris peluts de la calefacció han estat les primeres víctimes d’un presumpte ERO a l’establia de Betlem, però, no content de desfer-nos la il·lusió com Rosó, el pontífex va més enllà i el seu llibre -repiula-ho!- apunta directament a la casa reial -trending topic!-. Ses Majestats, aquestes figures solemnes que sempre havíem ubicat en algun indret del vast Orient amb el nostre Google Maps inconscient, i que aportaven la necessària elegància exòtica al relat semita, resulta que estarien empadronats segons Ratzinger a l’extrem occidental del món conegut, a l'antic reialme de Tartessos, que seria, si ens mirem el mapa, província amunt, província avall, l’actual Andalusia. Abans no ens imaginem els reis abillats com Los Cantores de Hispalis o pitjor, com Los del Río, ens informen que un capellà roig de Galícia també ha foragitat la figura del nen Jesús, perquè diu que és un desnonat. Jo de tu, Dan Brown, escriuria un best-seller exprés per fer una mica el merda amb tot plegat.


03 diciembre 2012

‘La vida de Pi’ o la doctrina Chenoa


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Chenoa decía que ya estaba cansada de cuerpos duros y mentes blandas. Algo parecido nos ocurre a algunos con el cine actual, donde el consumo irresponsable de sustancias digitales (llamémosle tecnorexia) acaba provocando no pocos éxtasis sin alma. Cuerpos duros y mentes blandas que no saben de amor. El efecto todavía es más chirriante cuando lo que se propone es una gran fábula filosófica, un bello cuento sobre Dios, la amistad y el autoconocimiento, como es, con el guion en la mano, esta ‘vida de Pi’ del escritor franco-canadiense Yann Martel.

Antes que nada, a Ang Lee lo que es de Ang Lee. El director de ‘Brokeback Mountain’ da una soberbia lección de técnica visual y jalona de imágenes maravillosas la historia de este joven indio que naufraga con la inopinada compañía de un tigre de Bengala. Los planos reflectantes entre el cielo y el océano, la plétora de animales a medio camino del Edén y el arca de Noé, los juegos de transparencias y luminiscencias, la luna y las nubes cenicientas, esos paisajes encendidos, la barca con su blancura onírica, la soledad del tigre y su mirada absorta… Imposible inventariar tan copioso espectáculo de una naturaleza animista y palpitante, en permanente promiscuidad con la retina.

Sin embargo, como ocurre en los grandes festivales pirotécnicos, la emoción se apaga con el último cohete. ‘La vida de Pi’ se deshace como polvo de estrellas porque, en el afán de elevar las cotas de la imaginación, apenas se acuerda de los cimientos humanos de la historia. Sus pretensiones espiritualistas, su embriagado politeísmo estético, ahogan toda posibilidad de empatía, de feeling dramático con este personaje que pierde a su familia y emprende la soledad del náufrago. Demasiada verborrea de religión a la carta silencia los momentos más esenciales y hermosos de la historia: la tensión entre el hombre y la bestia; el temor como acicate de supervivencia; el tigre adentrándose en la selva con solemne indiferencia por el trémulo compañero de fatigas; el misterio del otro y la experiencia del milagro; la vida como lucha sin cuartel contra uno mismo….

Una lástima que este más allá de la pantalla se vislumbre poco entre tantos colores saturados, entre tanta belleza emborrachante. Ang Lee y sus cansinos narradores quieren que creamos en Dios y no se dan cuenta que su homilía nos hace un poco más agnósticos. Lo dice el padre del protagonista: "Si crees en todo, acabarás por no creer en nada".

28 noviembre 2012

Angustia, la epidemia silenciosa


Antoni Vicens
 ¿Y si la angustia no fuera una de las caras del mal? (…) ¿Y si la angustia fuera la puerta hacia la invención de algo nuevo en la vida, el paso estrecho hacia una oportunidad que puede ser seguida? Difícil, porque nadie quiere vivir en la angustia. El miedo es diferente: la literatura y el cine de terror satisfacen una demanda de miedo estético. La angustia, en cambio, no aparece ni en pinturas, ni en películas. La angustia aparece sin nada que la acompañe. Es angustia, y nada más; pero cada cual sabe qué es. Es una experiencia de separación, y de separación precisamente de aquello que permitiría hacerla hablar.

Vicente Palomeras
 (…) En el caso que nos presenta Lacan, el hombre no sabe qué mascara lleva pero desde luego que si llevase puesta la máscara del macho de la mantis tendría muchas razones para sentir angustia. Ve aquí el límite en el que empieza a surgir la angustia, que siempre está relacionada con una x desconocida, pero justamente no esta x la que produce la angustia sino el objeto que nosotros podríamos ser, sin saberlo (…). La angustia está ligada la incertidumbre respecto a la identidad, a no saber qué Objeto se es para el Otro. Imaginemos ahora, por un instante, que ese hombre de la danza ve reflejada en el globo ocular de esa mantis hembra su imagen con la máscara del macho, entonces el nivel de angustia sería desbordante (…). Por otro lado [hay] una angustia constituyente, es decir, una angustia productiva (…) que llevó a Romain Gary a decir que “sin angustia no habría creación”, es más “sin angustia no habría hombre” (‘Pseudo’, 1976)(…) habremos hecho un buen uso de la angustia (…) cuando se limite a ser sólo una señal de lo más vivo que habita en uno mismo.

Miquel Bassols
 “Ya no tengo tanto miedo a volar en un avión –me decía una joven que había utilizado uno de dichos métodos-, pero ahora siento un vacío tremendo cada vez que debo separarme de mi madre”. “Es una espada invisible que me atraviesa el pecho”, me decía un hombre, y era, en efecto, una espada de sinsentido que hendía cada momento de su vida cotidiana. Constatamos entonces este hecho: cuantos más efectos terapéuticos se intentan producir directamente sobre los signos manifiestos de la epidemia, más esta retorna con signos nuevos (…) como un alien que siempre sabe esconderse en algún lado de la nave vital del sujeto para reaparecer, poco después, allí donde menos se lo esperaba (…). La experencia subjetiva de la angustia permanece en el silencio más íntimo del sujeto como algo indescriptible, sin concepto, no se deja atrapar por gimnasia mental alguna, por ninguna sugestión más o menos coercitiva ante el objeto que la causa. Más allá de los signos en los que se expande la epidemia silenciosa, el silencio de la angustia es, el mismo, un signo fundamental que recibe el sujeto desde su fuero más íntimo con estas preguntas: ¿qué quieres? ¿qué eres?(…) esta pregunta había quedado enterrada bajo su excesivo ruido. La angustia se manifiesta entonces como el signo de un exceso, de un demasiado lleno en el que vive el sujeto de nuestro tiempo, inundado por una serie de objetos propuestos a su deseo. Es el signo de que hace falta un poco de vacío, de que hace falta la falta, como decía hace tiempo el psicoanalista Jacques Lacan. La angustia, inevitable, hay que saber atravesarla tomándola como signo de la pregunta radical del deseo de cada sujeto sobre el sentido más ignorado de su vida. Pero para responder esa pregunta, primero hay que saber dar la palabra al silencio de la angustia.

Textos de tres psicoanalistas publicados en: 
Cultura/s, La Vanguardia, 28/11/2012
Imagen: fotomontaje Joan Pau Inarejos

Disney o el Totalitarismo Pop


Jonathan Millán y Jordi Costa
Cultura/s, La Vanguardia, 28/11/2012

“Por el poder absoluto de su grafismo, las orejas de Mickey Mouse sólo podrían competir con el logotipo de la Coca-Cola y con la esvástica” (Ernest Trova, escultor). Disney adquiere LucasFilm por 3.124 millones de euros. Con el catálogo del estudio, más la compra del legado de los Muppets, más la absorción de la Marvel, más la adquisición de LucasFilm, la Disney se ha convertido, definitivamente, en la propietaria de nuestro subconsciente: un Totalitarismo Pop.

26 noviembre 2012

Parlament gaudinià


Joan Pau Inarejos

Modestes conclusions de les eleccions del 2012. La Catalunya real és menys convergent. L'independentisme mobilitza i sembla majoritari. Hi ha una societat forta que reacciona contra les retallades. El messianisme genera anticossos. Serà difícil governar, però que ningú torni a dir que a Catalunya hi ha pensament únic ni que el nacionalisme és una martingala de les elits. És la societat més democràtica d'Espanya i la que mostra més voluntat de ser. Aquesta és la millor notícia d’una jornada amb participació rècord. Per cert, un Parlament tan inequívocament català que fins i tot té forma de trencadís modernista.

23 noviembre 2012

‘Holy motors’: es busca home sense identitat


LA PEL·LÍCULA AL MILLOR WEB DE CINEMA: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: ?

‘Holy motors’ s’anuncia com una “bogeria sublim”, i, almenys pel que fa al substantiu, ningú no ho podrà pas negar. El director francès Leos Carax ens proposa la delirant història del senyor Oscar, un home-camaleó que va adoptant tota mena d’identitats heterogènies al llarg del dia: ara és un pare de família, ara és una captaire romanesa, ara un banquer, ara un sicari, ara la víctima. Una mena de mercenari de l’ésser. Un ‘Show de Truman’ autoconscient i turmentat. Recordeu: Truman (Jim Carrey) vivia en un gran reality show sense saber-ho. El senyor Oscar ho sap i ho pateix. Exercir el transformisme radical és la seva estranya i abnegada professió.

Monsieur Oscar (Denis Lavant) pot canviar tothora de maquillatge i de vestimenta gràcies a una limusina convertida en camerino ambulant. L’elegant vehicle, solcant la nit parisenca com una versió postmoderna dels antics carros de circ, és l’únic espai d’autenticitat, “l’últim alvèol de la intimitat”, com en diria Vicente Verdú a propòsit de les pantalles dels ordinadors, abans l’home dels mil rostres no posi els peus al carrer manllevant qualsevol vida fictícia. Al cap del dia, ens assalta una pregunta: qui és realment el senyor Oscar? L’home circumspecte que es retoca davant el mirall o l’estol d’avatars que l’anorreen? Hi ha un Jo enmig del mirall trencat?

La sinistra desfilada de carnaval de Carax baixa plena d’imatges perforadores, disfresses d’una bellesa horrorosa. Coneixem el Senyor Merda, un dement sortit de les clavegueres que es posa a menjar flors enmig d’un cementiri (atenció al torbador personatge vestit de verd, practicant el terrorisme iconogràfic al costat d’una Eva Mendes que transita del glamour al burca. La Pietat de Michelangelo mai no ha patit una profanació tan bèstia). I una altra imatge per a la memòria: l’especialista en motion capture que practica sexe amb una femella biònica, macroorgasme virtual dins la cambra fosca, que té la seva rèplica a petita escala en forma d’una fascinant miniatura animada entre dracs: onirisme pur. I una textura visual estratosfèricament perfecta.

Però, més enllà de la pel·lícula i dels seus meandres extravagants, a estones molt feixucs, no ens falten motius per sentir-nos identificats amb aquesta síndrome de l’actor que mrs. Oscar porta al paroxisme. A ‘El capitalismo funeral’, Verdú descriu la societat actual com “un món d’avatars, on la vida i la mort formen part del mateix joc”, i on “només mor el personatge, essent-ne jo el Testimoni”. En l’era de la precarietat non-stop, de la modernitat líquida que descriu Zygmunt Bauman, l’estabilitat cotitza a la baixa: se’ns reclama el reciclatge permanent. Anar matant els nostres jos. No romandre. Hem de ser el riu d’Heràclit, on mai t’hi pots banyar dues vegades. La pell de la serp, sempre fungible. Si la nostra ànima tenia abans un contracte indefinit, ara ha de trampejar amb minijobs. Sigueu versàtils com un fons de pantalla. Reinventar-se, en diuen.

15 noviembre 2012

Contra el ídolo de la violencia


Joan Pau Inarejos
Decir que la violencia hace avanzar la historia es meramente descriptivo: este hecho notarial, tantas veces invocado, jamás debe ser un parapeto para no combatirla y rechazarla con firmeza. Rendirnos a su supuesta fatalidad es dimitir de nuestra libertad, renunciar a nuestra condición de seres éticos. Divinizamos la violencia cada vez que las circunstancias desprecian el , le profesamos culto cada vez que cierta ideología precisa el sacrificio de uno solo de nuestros congéneres. El linchamiento, el apasionamiento del mal del que habla René Girard, es la garantía de que el individuo será borrado en pro de algo superior.

Por decirlo así, la toma de la Bastilla no me autoriza hoy a alzar la mano contra mi hermano, esto es, contra cualquier otro ser humano. Humani nihil a me alienum puto (Nada de lo humano me es ajeno)No es la historia la que nos interpela, sino las víctimas de hoy. Estamos concernidos con nuestros iguales, no con nuestros ideales, por puros que éstos sean. El afán de pureza y el anhelo de perfeccionamiento han rebanado muchas cabezas.

Esto no es cerrar los ojos, ni apelar a una ingenuidad angélica. Pascal recordaba que somos ángel y bestia. El mal existe. Es consustancial a lo humano. Así lo fue, y así lo seguirá siendo. He aquí la dolorosa y paradójica constatación: la violencia funda y transforma las civilizaciones, a menudo incluso las perfecciona, según consta en los fríos balances de las ciencias sociales. Sin embargo, ya no es mi jurisdicción. Si mi antepasado está regido por la historia, yo lo estoy por la ética. Son dos planos de verdad radicalmente diferentes, y los dos nos definen dinámicamente como la luz y la sombra. Mi apuesta de hoy debe ser insobornable por no tirar la primera piedra.

Con toda probabilidad, nunca erradicaremos a nuestro enemigo, y acaso pretenderlo es algo quimérico. Pero nuestra grandeza está en el carpe diem de la dignidad, en la lucha diaria, lúcida e incansable para detener la rueda del sufrimiento ajeno. Somos el curso del río, y a la vez el tenaz salmón que nada contra la corriente de la historia.

Foto: Toma de la Bastilla, grabado de Jean-Pierre Houël

12 noviembre 2012

La noche que vomité una serpiente


Joan Pau Inarejos

El estatuto jurídico de la serpiente no está muy claro en el vidrioso mundo de las mitologías. Ciertos folclores la veneran como imagen del ciclo cósmico mientras otras tantas religiones reconocen en su silueta ondulante al mismísmo Maligno. Personalmente, nunca he simpatizado con el colectivo. Me parece sospechoso un ser vivo que, sin tener brazos ni piernas, muestre esa rara habilidad para deslizarse por doquier. Su piel harto dilatable y la velocidad maquinal de sus embestidas hacen el resto. Algunos conservamos un miedo atávico a los ofidios (del griego óphis, ‘serpiente’) que debe de provenir de nuestras primeras y desagradables experiencias como especie. Quién sabe.

El caso es que necesito una explicación urgente tras haber soñado (glups) que vomitaba una serpiente. Recuerdo muy bien la imagen del pequeño reptil amarillo y azulado, saliendo de mis fauces como quien se saca una espina. Sin duda, su anatomía zigzagueante se armoniza fácilmente con las cavidades de los intestinos, y en eso estaría pensando el sádico escribidor de mi insconsciente para concebir una escena tan malsana. ‘Alien’, ‘La cosa’ y otros hits de la ciencia-ficción han demostrado lo traumático que puede llegar a suponer un intruso cobijado en tus propias entrañas. Alguien que no se deja digerir y que ambiciona su propio nido entre las frágiles paredes de tu cuerpo.

No hay foros de Yahoo ni diccionarios de sueños que me saquen de este desvelo. ¿Acaso soy comedor de serpientes en mis sueños? ¿Significa este heroico vómito que me he liberado de una calamidad? ¿Será simplemente una alerta para no consumir pescado crudo y no contraer el anisakis? La fecha maya del fin del mundo está demasiado cerca como para tomar ciertas cosas a la ligera.



08 noviembre 2012

Por activa (desmadrarse) o por pasiva (ensimismarse en su cuarto multipantalla), el joven siempre es sospechoso.

Miquel Molina, La Vanguardia, 7/11/2012  Leer artículo completo

30 octubre 2012

La Castanyera: un conte de terror


Joan Pau Inarejos
Unes faldilles fregaven contra els matolls. Al bosc s’hi respirava una humitat ofegadora. Jo intentava contenir l’alè al darrere d’un arbre, i desitjava vivament que la terra m’empassés, o fondre’m tot d’una amb el paisatge. La vella m’havia intuït i em buscava sigil·losament. La seva flaire de castanya s’endevinava de lluny. Olor seca, olor torrada i negra.

Aterrit, empès per la curiositat malalta que desperten els grans perills, em vaig tombar per mirar entre les escletxes. El vent bressolava les branques dels arbres. No es veia res. La fosca del vespre ho anava engolint tot. Se sentien tronades remotes. De sobte, una ombra. I una figura caminant pausadament. El cap tapat amb un mocador, un mantell negre sobre les espatlles. M’hi vaig fixar bé des del meu amagatall estant. La faldilla li feia campana i les sabates retrunyien amb el cloc-cloc. Previsible i sinistre com els malsons recurrents. Sense cap mena de dubte, era ella.

Em vaig esperar per si emprenia en algun moment el seu ball extàtic, i, en efecte, la vella va començar a girar sobre si mateixa, com una baldufa, inflant al vent les seves provectes faldilles. Qualsevol persona ja s’hauria marejat, però ella seguia i seguia amb una resistència sobrenatural, talment com si estigués posseïda, amb la seva rotació nocturna i solitària. Fins que un llampec la va fer desaparèixer. Després de la fogonada, efímera i misteriosa, la vella es va esvair deixant una fumerada sinuosa. Un fum dens i brut, olor de pellofes seques i torrades.

Potser m’havia descobert i preparava l’assalt final? Neguitós, amb el fred humit als ossos, em vaig atansar a la zona zero de la inesperada combustió. L'esclafit havia deixat un clot a terra, d’on encara sortia el brogit remorós del fum. Em vaig ajupir per mirar-m’ho de prop. El clot era ple d’una pila de castanyes enceses. Uf. Cremaven. Sense sospitar que estava remenant les despulles incandescents de la vella, en vaig agafar una amb la màniga de l’abric. La castanya em va retornar una mirada sinistra: diàfana, il·luminada per dins com una bombeta, tenia un rostre perfectament tallat, a l’estil d’una calavera. Totes les castanyes lluïen el mateix somriure tètric. Eren vives.

Me’n vaig voler emportar una, i ja la tenia pràcticament a la butxaca, quan un miol esgarrapat se’m va llançar al damunt i me la va arrabassar. Amb la coïssor de l’esgarrinxada, la sang a flor de pell, de seguida em vaig adonar que no havia topat amb una bèstia qualsevol. Envermellit pel fulgor de les castanyes, un gat deforme em contemplava. Tenia tots els morros espellats, mitja mandíbula amb els ossos a la vista i les cavitats dels ulls totalment buides. Abans no vaig tenir temps de reconèixer en aquell gat zombi les dramàtiques faccions del pobre Marrameu, ja se sentien les passes de la mestressa.

22 octubre 2012

La mística del viaje


Luis Racionero
Fragmentos del artículo ‘La mística del viaje’, en el suplemento Cultura/s, La Vanguardia, 17/10/2012

“¿Tenemos aún la desaforada manía de viajar? ¿Será la desazón cósmica, el sabernos río, lo que nos impulsa?”

Si viajáramos a la velocidad de la luz, la masa se haría infinita y estaríamos, como Dios, en todas partes, y ya no tendríamos que movernos. El espacio no viaja. Todo lo demás sí: átomos que vibran, virus que penetran, moléculas que reaccionan, líquidos que fluyen, gases que se evaporan, planetas que giran, galaxias que huyen hacia los confines del universo. Todo fluye y sólo lo fugitivo permanece, porque estamos hechos de la materia de los sueños. Y, siendo así, ¿tenemos aún la desaforada manía de viajar? ¿Será la desazón cósmica, el sabernos río, lo que nos impulsa?

“Huimos de la fijeza cristalina”

Robert Louis Stevenson, el inolvidable autor de La Isla del Tesoro, decía que no se viaja para ir a ninguna parte, sino para ir. Somos presa del segundo principio de la termodinámica, partículas en perpetua agitación hacia el desorden creciente, huyendo de la fijeza cristalina del retículo estable y simétrico.

“Los primeros asentamientos estables fueron los cementerios”

En el paleolítico los hombres recorrían el territorio en una gira estacional; cambiaba de sitio en función de las variaciones climáticas y cinegéticas. Los primeros asentamientos estables fueron los cementerios, a los cuales se volvía para venerar a los ancestros. La mística del viaje es un lejano atavismo alojado en la pulsión subconsciente y, por lo mismo, irresistible.

“¿Quién conoce más mundo: el turista incesante o el portero de noche?”

La fuerza de la vida, renacida en cada primavera, nos invita al viaje hacia el orden y la belleza, lujo, molicie y voluptuosidad. En el imprevisto invierno de Capua, todo el prodigioso viaje de Aníbal, sus elefantes y sus hombres, su genial campaña transalpina, pierde su sentido y se diluye en impotente inoperancia. Lo importante es precisamente el camino, no la posada, y aunque la mística del viaje nos promete premios desconocidos una vez que alcanzamos la meta, el viaje es el camino. ¿Qué es el río: el agua que fluye o el cauce sobre el cual se desliza? ¿Quién conoce más mundo: el turista incesante o el portero de noche?

Algunos espíritus preclaros nos dan motivos sensatos: se viaja para aprender, según Francis Bacon; para frotar y limar nuestro cerebro contra el de otros, dice Michael de Montaigne; viajar es casi como conversar con gente de otros siglos, insinúa el filósofo René Descartes; pero no acabamos de creérnoslo, porque lo que necesita el viajero sólo puede estar dentro de él. “No corras –dice Juan Ramón Jiménez– que adonde tienes que ir es a ti mismo”.

“…viajes que tienen por fin el reino del preste Juan, la joya dentro del loto, la isla perdida o la princesa lejana”

(…) Son los viajes del yo a través de sus incontables máscaras, viajes emocionantes que transforman la personalidad, los que tienen por fin el reino del preste Juan, la joya dentro del loto, la isla perdida o la princesa lejana; y todos, al terminar, se encuentran en el lugar donde empezaron. Son esos misteriosos viajes cíclicos cuyo limpio o intrincado trayecto es el eterno retorno hacia el centro de uno mismo, movidos por el sagrado narcisismo. Estos viajes son propios para solitarios, aunque si el aislamiento es excesivo, pueden acabar en alucinaciones, como las tentaciones de san Antonio, por lo cual es recomendable un mínimo de compañía y un guía, Orfeo y Eurídice, Dante y Virgilio, o Mefistófeles y Fausto.

Luis Racionero
Foto: GETTY IMAGES Imagen futurista creada por Mark Stevenson