14 marzo 2009

Los vecinos


GILBERT KEITH CHESTERTON

"Podemos amar a los negros porque son negros o a los socialistas alemanes porque son pedantes; pero a nuestro vecino tenemos que amarlo porque está allí"

Nosotros hacemos nuestros amigos; nosotros hacemos a nuestros enemigos; pero el vecino de al ado lo decide Dios. Por eso llega a nosotros envuelto de todos los descuidados terrores de la naturaleza; es tan extraño como las estrellas, tan temerario e indiferente como la lluvia. Es el Hombre, las más terrible de las bestias.

Es por eso que las religiones antiguas y el antiguo lenguaje de las Escrituras muestran tan aguda sabiduría cuando hablan, no de los deberes de cada uno hacia la humanidad, sino de los deberes de cada uno hacia el vecino. El deber hacia la humanidad con frecuencia puede adoptar la forma de alguna elección que es personal e incluso agradable. Ese deber puede ser un pasatiempo, incluso puede ser una disipación.

Podemos trabajar en un barrio pobre porque somos particularmente aptos para trabajar en un barrio pobre, o porque creemos serlo; podemos luchar por la causa de la paz internacional porque nos gusta mucho la pelea. El martirio más monstruoso, la experiencia, la experiencia más repulsiva, pueden ser el resultado de una elección o de un tipo de gusto. Podemos estar hechos de manera que nos gusten particularmente los lunáticos o nos interesen especialmente los leprosos. Podemos amar a los negros porque son negros o a los socialistas alemanes porque son pedantes. Pero a nuestro vecino tenemos que amarlo porque está allí, y ésa es una razón mucho más seria para una operación mucho más alarmante. Es la muestra de humanidad que efectivamente nos ha sido dada. Precisamente porque puede ser cualquiera, es todos. Es un símbolo porque es un accidente.


No hay duda de que los hombres huyen de los ambientes pequeños hacia tierra de peligros mortales. Pero es natural, porque no van huyendo de la muerte. Van huyendo de la vida (...).

El hombre de una calle suburbana está en lo correcto si va a Ramsgate por amor a Ramsgate -cosa difícil de imaginar-; pero si, como él dice, va a Ramsgae "para cambiar", entonces tendría un cambio mucho más romántico e incluso melodramático si saltara el muro hacia el jardín de su vecino (...).

Es bueno para un hombre vivir en una familia en el mismo sentido que es bello y maravilloso para un hombre quedar bloqueado en una calle por causa de la nieve. Esas cosas lo obligan a comprender que la vida no es una cosa que viene de fuera, sino una cosa que viene de dentro. Y, por encima de todo, esas cosas insisten en el hecho de que la vida, si es una vida verdaderamente estimulante y fascinante, es algo que, por su naturaleza, existe a pesar de nosotros.

GILBERT KEITH CHESTERTON, 'HEREJES' (1905)


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