12 marzo 2009

La farola

GILBERT KEITH CHESTERTON

“El farol queda derribado; hay un combate en la noche y ningún hombre sabe a quién golpea”

Supongamos que se produce en la calle una gran agitación por alguna cosa, digamos por un farol de gas que muchas personas influyentes desean hacer desaparecer. Se interroga sobre el asunto a un monje de hábito gris, que es el espíritu medieval, y él empieza a decir, en el estilo árido de los escolásticos: «Consideremos ante todo, hermanos míos, el valor de la Luz. Si la Luz es buena en sí…».

Al llegar a este punto, lo callan a golpes de forma bastante comprensible. Toda la gente se lanza contra el poste, el farol queda derribado en diez minutos, y todos se felicitan mutuamente por su practicidad nada medieval. Pero resulta que después las cosa no son tan fáciles. Algunos habían derribado el farol porque querían la luz eléctrica; otros, porque necesitaban hierro viejo; otros, porque deseaban la oscuridad, porque sus actos eran malvados. Algunos no dieron suficiente importancia al farol, otros le dieron demasiada; unos actuaron sólo porque querían inutilizar un servicio municipal, los demás por destruir algo. Y hay un combate en la noche y ningún hombre sabe a quién golpea.

Así, gradualmente e inevitablemente, hoy, mañana o el día siguiente, vuelve la convicción de que el fraile franciscano estaba al fin y al cabo en lo cierto, y que todo depende de cuál es la filosofía de la Luz. Sólo que aquello que habríamos podido discutir a la luz del farol de gas, ahora vamos a tener que discutirlo en la oscuridad.

GILBERT KEITH CHESTERTON, 'HEREJES' (1905)

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