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05 marzo 2015
'Still Alice': olvidable película sobre el olvido
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 4
Alice
era una profesora de psicología cognitiva y ahora tiene alzheimer. Pero aún es ella. Lo recalca el título (Still Alice), un
título conciso, cargado de significado, aunque aquí se haya convertido en ‘Siempre Alice’, por mor de las traducciones
traicioneras. Nótese que el matiz es importante. El título original habla de una identidad en lucha, agónica en el sentido griego, aquí y ahora. El segundo es
un epitafio naif que valdría para cualquier vida y cualquier contexto. La
película se mueve en el impasse dramático de la enfermedad: siendo aún Alice, no sabe si siempre lo será. Tarjeta roja para el
traductor.
Pero no
nos perdamos en cuestiones lingüísticas… o quizá sí, porque eso es lo que hace el personaje de Julianne
Moore: perderse en plena disertación lingüística en la
universidad y caer en un vacío que presagia olvidos mayores. Más tarde la veremos
desorientada en medio en la ciudad, con un uso inteligente de la profundidad de campo (todo
su entorno está borroso) para evocar su extravío mental. La de Carolina del Norte,
que lo mismo hace unos Juegos del Hambre
o una obra de arte y ensayo, se deja la piel en una interpretación muy
aplaudida que le ha valido el Oscar. Sin embargo, tristemente, ni siquiera su buen
trabajo merece el visionado de un producto discreto, discretísimo, por no decir
mediocre.
Si aun
así se deciden a explorarla, comprenderán que la madura pelirroja se haya llevado
todos los loores, aunque por aquí aconsejamos no menospreciar a Kristen Stewart,
encargada de interpretar a su díscola hija menor. Emancipada de sus amantes lobunos, la
ex crepúscula se desenvuelve la mar
de bien en el papel de esa aspirante a artista de teatro, rebelde y retraída pero de buen corazón. Nada
que ver con su hermana mayor, tan perfecta como insoportable, ni con su
padre (Alec Baldwin), prototipo de las debilidades masculinas cuando van mal
dadas.
La
historia podría haber dado mucho más de sí, pero los directores se
conforman con una sucesión chata y previsible de escenas supuestamente
emotivas, sin olvidar, como Hollywood obliga, el imprescindible discurso
ampuloso ante el público, plagado de frases sonoras de autoayuda. Qué pena que el
cáncer de la mente, la odiosa enfermedad de nombre alemán, aún no tenga una película inolvidable.
‘STILL ALICE’, DE RICHARD GLATZER Y WASH WESTMORELAND
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