02 marzo 2015
'Kingsman': 007 dos punto cero
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5
“Las
películas de espías se han vuelto demasiado serias”. Lo dice Samuel L. Jackson,
villano histriónico de la función, y tiene razón: un tono sombrío y existencial
envuelve de un tiempo a esta parte las sucesivas aventuras de James Bond y todos sus vástagos, aunque sean tan buenas y electrizantes como las que
protagoniza el agente Bourne. Así que se trata de recuperar aquellas cosas tan
inverosímiles pero tan divertidas que ocurrían en el cine de antaño.
Hubo un
tiempo en que los espías se lo pasaban pipa sin preguntarse de dónde venían y adónde iban, y se batían el cobre contra malos malísimos de sonrisa
mefistofélica y extraños cuerpos protésicos. Bond hacía saltos imposibles, tenía más vidas que un gato y su situación siempre se podía calificar de grave pero nunca de seria. Todavía no buscábamos perspicaces lecturas de sus episodios en clave de Guerra Fría, etnocentrismo británico o donjuanismo impresentable. Era sólo una gozosa manera de pasar el tiempo: un cómic.
Precisamente, Mathew
Vaughn se basa en una novela gráfica para recordarnos lo irreal y divertido que subyace en este género de pistolas, gadgets y jets privados, más aún cuando toda esta subcultura visual del siglo XX se encuentra con las posibilidades libérrimas que le brinda la tecnología digital. La genial y no suficientemente valorada 'Los increíbles' de Pixar ya demostró que se pueden hacer homenajes a 007 repletos de humor posmoderno sin caer en la astracanada de Mike Myers.
Al igual que 'Los increíbles', 'Kingsman' mezcla con habilidad el cine de espías con el mundo de los superhéroes, luminosa banda sonora incluída. La historia del veterano agente Galahad (Colin Firth, el eterno inglés), encargado de adiestrar a un joven de barrio (resultón Taron Egerton, dicen que apunta maneras) tiene todos los ingredientes para entretener y no teme pisar callos, por ejemplo presentando a su villano como un ecologista radical (!) dispuesto a atajar el cambio climático, digamos, a su manera. Hay mala baba para todo el mundo: iglesias, emprendedores tecnológicos, gobiernos europeos, plutócratas que se quieren salvar de la crisis como los animales del arca de Noé, incluso una Margaret Thatcher a quien se recuerda con un bonito dardo post mórtem.
Apenas un plano final, demasiado chusco, le sobra a este festín permanente de endorfinas cinematográficas, cerebro y diversión operando al alimón (y Mark Strong, y Michael Caine...). Con algunas escenas tan potentes como la inundación en el cuarto de los aprendices de espía, con mucho disfrute aunque todo no esté muy bien atado y con una agradable sorna tarantinesca aderezando sus dos horas ligeras. Hay efectos especiales desternillantes que recuerdan a 'Mars Attacks!', hay paraguas-proyectiles, gente trepando por las paredes, peleas filmadas como un cómic viviente y todas las virguerías que queráis. Entre el homenaje y la parodia, 'Kingsman' demuestra que se toma muy en serio sus materiales y consigue algo muy díficil: ser al mismo tiempo joven y adulta, chispeantemente moderna y a la vez sincera deudora de los referentes clásicos. Con un poco de suerte ha nacido una saga que nos hará disfrutar como enanos. Venga, no lo estropeéis.
‘KINGSMAN’, DE MATTHEW VAUGHN
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