15 junio 2014

'Viva la libertà': Europa, ese gran manicomio

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8,5

¿La política ha llegado a ser tan disparatada que si pusieran a un loco no notaríamos la diferencia? O al contrario, ¿hay que estar un poco chalado para vivir y transmitir el idealismo del que nuestros gobernantes parecen haber dimitido desde hace siglos? Cualquiera de las dos conclusiones (y hasta tres, cuatro o cuantas se quieran) caben esta maravillosa sátira, italiana de origen pero europea de vocación, enteramente magnetizada por el carisma de Toni Servillo.

Después de arrollar con su sola presencia en 'La grande bellezza' y de resultar genialmente repulsivo en 'Gomorra', el de Afragola (Nápoles) ya ha esculpido su sonrisa ladina en el Monte Rushmore del séptimo arte. Estamos ante uno de los mejores actores del mundo y parece que la cosa no vaya con él, siempre con esa pinta de haberse fumado un puro melancólico hace un minuto. De vuelta de todo.

Ahora el grande Servillo se enfunda el traje de político como ya hizo en 'Il divo', donde encarnaba a Andreotti y se ofrece como rostro cinematográfico de la vieja socialdemocracia en crisis. Aunque la película no lo especifica, deducimos que da vida al líder del Partido Democrático, la principal fuerza de la oposición durante los años de plomo de la tecnocracia postberlusconiana (de los Mario Monti y Enrico Letta). Su negociado es un centroizquierda que no logra ilusionar, que no consigue soltar lastre del pasado ni conectar con la calle. ¿Les suena?

La política italiana es en sí misma un subgénero de la comedia, con su sucesión vertiginosa de gobiernos, sus crisis permanentes y la extraña tendencia de este país a fabricar dirigentes con aptitudes de payaso pongamos que hablo del rey del bunga-bunga o de un telepredicador muy gritón que se hace llamar Pepito Grillo. Desde luego la patria de Garibaldi parece el telón de fondo ideal para una cáustica disección de las miserias del poder como la que nos propone 'Viva la libertá'. Pero atención, no se trata de una parodia nacional, ni de un mero guiño endogámico. Sus focos iluminan un escenario mucho mayor.

Basándose en su propia novela 'El trono vacío', el director Roberto Andò nos regala una película con corazón y bonhomía, con una finísima y sonriente ironía a pesar del sinfín de sonoros tortazos que propina al sistema político en general, a la crisis de líderes de la Unión Europea y a las mil y una traiciones de la izquierda del establishment a su sufrido electorado. Sátira política en toda regla que avanza en paralelo a la historia personal del protagonista, de la que poco podemos escribir sin desvelar sus geniales ases en la manga. Digamos que se trata de un político profesional a la fuga, personaje que, por cierto, guarda más de un paralelismo con aquel pontífice de Nanni Moretti superado por el miedo escénico (en la profética 'Habemus papam').

Bella, inteligente, sutil, 'Viva la libertà' rebosa de simbolismos y de múltiples lecturas. Allende los muros de la polis, nos mete de cabeza en una sugestiva reflexión sobre la identidad y, más aún, sobre el poder transformador de las actitudes. Si Benigni nos enseñaba que la vita è bella a pesar del horror, Servillo y Andò constatan que el mundo no es el mismo si lo tomamos como un pedregal o como una pista de baile.

‘VIVA LA LIBERTÀ’, DE ROBERTO ANDÒ
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