por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5,5
La leyenda dice
que Walt Disney está criogenizado, pero lo que verdaderamente yace bajo el
hielo es su legado. Sus bellas durmientes, como los dinosaurios de ‘Jurassic
Park’, están siempre preparadas para resucitar cuando es preciso, como si el tiempo no hubiera
pasado por ellas. Descongelar y servir.
Tiana-Enredados-Brave-Frozen:
las princesas han vuelto. Da igual si la acción se desarrolla en el Nueva
Orleans de los años 20, en la Escocia medieval o en un momento anacrónico de la
Noruega mítica. El caso es que las monarquías disneyanas están en fase
restauracionista tras la gran crisis de legitimidad que supuso la animación por
ordenador, especialmente los experimentos librepensadores de la Pixar.
¿Que los códigos princesiles
cada vez están más alejados, o incluso en abierta contradicción con los valores
sociales en boga? No problem. Haremos una princesa negra ('Tiana
y el sapo'), o una adolescente rebelde (Rapunzel)
y si es necesario prescindiremos de algo tan sagrado como el príncipe azul ('Brave',
o cómo Pixar se dejó hacer el abrazo del oso por Disney). Reformas, reformas.
El nuevo giro lampedusiano
("que todo cambie para que nada cambie") parece aún más osado: en
'Frozen' incluso el amor romántico queda en entredicho. No necesitamos a ningún
hombre si tenemos a nuestra hermana. Nadie entiende mejor a una mujer que otra
mujer. Cualquiera diría que está gestando una revolución feminista en la
carroza de la Cenicienta.
En realidad, lo que se ofrece es algo mucho más modesto: un digno espectáculo infantil con magia, con
mucho color, con canciones pegadizas, con buena dosis de cursilería y con ese talento para los
secundarios cómicos que es marca de la casa (el muñeco de nieve Olaf se lleva la palma, con su
chifladura desmontable, sin olvidar el magnífico diseño de los trolls). Es
decir, lo de toda la vida, pero con más rapidez en los diálogos, con lo último de la
tecnología digital -brillante- y con unas gotas de incorrección política.
Puesto al día.
Lo mismo de antes, pero cada
vez menos encantador. Esas princesas hiperpixeladas no tienen ni tendrán
nunca el hechizo ingenuo de 'La Bella durmiente', ni siquiera de los grandes
clásicos de los años 90 que también pretenden emular, como 'La Bella y la
Bestia'. Simplemente porque corresponden a épocas mentales distintas. Y a la
vez, resulta imposible competir con la originalidad de las nuevas historias que
nos brinda la era digital, éstas sí, libres de ataduras dinásticas y sin remordimientos progresistas resoplando por las costuras. Disney puede seguir reciclando hasta la extenuación, desde luego, pero me temo
que quedará -artística y discursivamente- en tierra de nadie.
Alguien dirá que los niños/as
están encantados. Sin embargo, culparles a ellos es como culpar a los espectadores de
la telebasura. ¿Cómo no van a gozar los pequeños con un brillante espectáculo que les hace
reír, asustarse y fantasear? Es responsabilidad de los creadores que todo esto
se consiga con menús nuevos o bien descongelando una y otra vez el mismo plato de siempre.
‘FROZEN: EL REINO DEL HIELO’, DE CHRIS BUCK Y JENNIFER LEE
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
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