13 mayo 2013
'Stoker': maravilloso cuento horroroso
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8
Recuerdo con inquietud una imagen televisiva de mi infancia. Era un anuncio de la serie 'Twin Peaks', de David Lynch, donde
aparecía un hombre con los ojos de un azul deslumbrante. El fotograma de aquel
individuo, claramente poseído por propósitos malignos, iba acompañado de la
canción 'What a wonderful world', y desde entonces no puedo
escuchar la ronca dicción de Louis Armstrong sin rememorar aquel escalofrío infantil.
No hay que subestimar el poder intimidatorio de la mirada. Esas pupilas que el refranero describe como espejos del alma también son a veces vitrinas del mal. Luceros de la tentación. Los ojos, por ejemplo, de Mathew Goode, que encarna a un Mefistófeles treintañero en esta película de ambiente gélido y morboso. Que el personaje de Charlie es una espléndida representación de lo diabólico puro, sin identidad ni motivación humana, queda bien reflejado en uno de los diálogos más acerados de la película. Nicole Kidman dice: "No me importa quién eres" y Goode responde: "A mí me ocurre igual... tampoco a mí me importa quién soy".
El tercer vértice del triángulo malsano que propone 'Stoker' es India (Mia Wasikowska), una niña-mujer de 18 años que recibe la visita del misterioso tío Charlie tras perder a su padre en un infortunado accidente. Con un trasfondo freudiano nada disimulado, el extraño pariente desconocido vendrá a llenar el vacío del padre muerto y a iniciar a la joven doncella -deliberadamente ambigua- en los rituales de la vida adulta. Estamos ante la Caperucita y el Lobo, sin disfraces de cuento y con abuelas accidentadas incluídas.
Todo esto podría ser carne de cañón para un telefilme de baja estofa si no fuera por el carisma de un enorme Goode y, sobre todo, por los fascinantes ropajes con los que el director Park Chan-wook reviste toda la función. Desde la aparición de Charlie en el cementerio hasta los zooms setenteros -Polanski, El Exorcista-, pasando por la atención febril a los detalles (la araña subiendo por las medias), el cineasta surcoreano hace gala de una estética fabulosa y un dominio apabullante del montaje metafórico, digno discípulo de Kubrick. Esculpe momentos de maestro: el descenso al sótano, el juego de las lámparas. La fantasía sexual en un piano (Dalí hubiera pagado por verla). O ese juego de zapatos de varios tamaños que recuerdan a la desvaída Lolita el final de la inocencia. Surrealista y ultrasensorial, cruel y escandalosa, con más atmósfera que contenido, 'Stoker' hace todo lo que puede para turbarnos y vaya por Hitchcock si lo consigue.
STOKER, DE PARK CHAN-WOOK
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario