La tos és una altra cosa: anuncia gravetats. És respectable. I amb llegenda culta. De Thomas Mann a la veu popular "a este no hay quien le tosa". I és un llenguatge de matisos: el gargamelleig dels polítics quan menteixen, la tosseta seductora i insinuant, l'ehem que repunta una frase pedant, els accessos canins dels bronquítics amb passat, la crepitació del tòrax esqueixat, l'estossec de les senyoretes per merèixer... Un va al metge i li diu: "Tussi, si us plau", però mai: "Vegem com esternuda". Encara hi ha classes. I diferències. Semblants, per cert, a les que es donen a l'acte d'expel·lir els humors digestius, segons siguin per dalt o per baix. Les àvies diuen als nens: "Un pet fa gràcia, un rot fa fàstic". Considerant que l'esternut és alegre, banal i la tos, severa i greu, convindrem que tot en aquesta vida és qüestió d'estatus. I de prestigi.
31 mayo 2013
La tos i l'esternut
Joan Pere Viladecans
“L'esternut és un exabrupte, una cosa jocosa, alegre i banal;
la tos és severa, anuncia gravetats i té una llegenda culta”
Entre la tos i
l'esternut hi ha un món. Sent tan semblants acústicament, amb un mateix origen
pulmonar i en la missió de propagar virus i miasmes, l'esternut i la tos no
tenen res a veure. L'esternut és un exabrupte, una cosa jocosa, una expiració
no prevista que preludia seqüeles benignes. A tot estirar un refredat, una
al·lèrgia. Malgrat que no és aconsellable provar de reprimir-los, moltes
persones ho intenten. Per fòbia? Superstició? Per civilitat? Fer-ho pot
comportar conseqüències col·laterals: trencament de timpans, evisceració
ocular, hèrnia inguinal... Les ventositats contingudes no porten res de bo.
Tampoc les de les vies altes. La membrana pituïtària és molt senyora. Entre
l'ehem i l'atxim, hi ha un matís d'urbanitat i cultura. A excepció feta dels
poetes i trobadors medievals, que parlaven a l'home del mateix home, i de les
seves coses, l'exercici esternudatori està mancat de literatura. I d'èpica. En
tot cas en trobaríem algun rastre en les onomatopeies dels còmics (…). Hi ha
qui esternuda en sèrie ("fins que no en faig deu no m'aturo"). Un
esternudador solvent i addicte corre un cert risc d'exclusió social.
La tos és una altra cosa: anuncia gravetats. És respectable. I amb llegenda culta. De Thomas Mann a la veu popular "a este no hay quien le tosa". I és un llenguatge de matisos: el gargamelleig dels polítics quan menteixen, la tosseta seductora i insinuant, l'ehem que repunta una frase pedant, els accessos canins dels bronquítics amb passat, la crepitació del tòrax esqueixat, l'estossec de les senyoretes per merèixer... Un va al metge i li diu: "Tussi, si us plau", però mai: "Vegem com esternuda". Encara hi ha classes. I diferències. Semblants, per cert, a les que es donen a l'acte d'expel·lir els humors digestius, segons siguin per dalt o per baix. Les àvies diuen als nens: "Un pet fa gràcia, un rot fa fàstic". Considerant que l'esternut és alegre, banal i la tos, severa i greu, convindrem que tot en aquesta vida és qüestió d'estatus. I de prestigi.
Joan Pere Viladecans La Vanguardia,
31/5/2013
30 mayo 2013
Beberás las oscuras golondrinas
Joan Pau
Inarejos
“Por favor, no
rompáis la poza, es para beber los pájaros”. Beber los pájaros. Lo podría haber escrito algún
poeta de la generación del 27, pero es obra de un ciudadano anónimo,
contemporáneo nuestro, del que poco o nada sabemos. Este ruego peculiar cuelga
de un cartel en la montaña de Sant Ramon, en mi ciudad, y con su personal
gramática, invita a fabular sobre mirlos y gorriones líquidos que son sorbidos
por un caminante sediento. Un trago de surrealismo involuntario.
El bienintencionado
protector de las aves debería haber dicho que la poza es “para que beban” sus pájaros, pero entonces la frase sería un mero trámite. Su rotulación
espontánea ignora subordinadas y subjuntivos con la misma olímpica parsimonia
con que Juan Ramón Jiménez ignoraba las ges y escojía la jota de modo jeneral.
Directo y libre. La ausencia de
puntuación permite también barruntar otras posibilidades, como que los pájaros
sean los verdaderos autores del cartel, apareciendo entonces como firmantes: “No rompáis la poza, es para
beber. Los pájaros”.
El equívoco me ha
recordado a aquel misterioso villancico que invita a contemplar cómo beben los
peces en el río. Andábamos absortos, preguntándonos cómo carajo iban a ingerir
líquido unos animales que viven en el medio acuático, cuando tal vez la
historia era al revés. Quizá eran los peces quienes eran bebidos por los
pastores en un arranque de fantasía por ver a Dios nacido. Después, supongo,
contrajeron un coma elíptico y desaparecieron como sujetos.
27 mayo 2013
al jardinero
Encontraste mis cenizas
y aquí me pusiste
pero por qué, por qué me
recogiste
qué esperas de estas trizas.
Me tienes derramado.
Soy la nada de tu jardín.
Apenas oigo tus pasos
y aún no sé qué hago
aquí.
¿No debiste dejarme
morir?
Consolado en la
sepultura,
abrazado a las cosas que
no saben ni sufren:
el novio de la eternidad
vacía.
Sin embargo me tienes
aquí,
extraño entre tus
flores,
hijo siempre de nada,
indigno de tu jardín.
25 mayo 2013
‘El gran Gatsby’: charlestón MTV
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5
No hay que
escandalizarse. Baz Luhrmann ya convirtió el París de 1900 ('Moulin Rouge') en
un inmenso videoclip, y esta vez se ha limitado a hacer lo mismo con el Nueva
York de los años 20. Nada nuevo bajo el zoom. La obra maestra de Francis Scott
Fitzgerald sirve esta vez al director australiano como palanca para accionar su
vasto espectáculo de luces de neón y experimentos musicales anacrónicos, donde
el espíritu y el ritmo de la historia beben mucho más de los shows de Rihanna o Lady Gaga que de las
fuentes literarias.
Objeciones: 1) la pirueta ya está vista, y el mundo Luhrmann, imitado por doquier, empieza a acusar aluminosis; y 2) imperdonablemente, este Gatsby pop nos aburre. Tiene todos los recursos a su favor, una elefantiásica orquestación de elementos audiovisuales, tiene a un entregado Leonardo Di Caprio, y sin embargo ofrece la sensación de que se va repitiendo constantemente sin contar nada interesante. Una luminosa noria perdida en sí misma. El eterno retorno de los directores encerrados con un solo juguete.
Casi da pereza reconocerle a Luhrmann su dominio de la estética, del barroco digital de época que en esta ocasión encuentra, para bien o para mal, su cenit desbordante. Deslumbrante para unos, cargante para otros tantos -incluído el que escribe-. Aceptaríamos barco si la historia fuera en consonancia con toda esta graciosa frivolidad. Sin embargo, la película se divorcia estrepitosamente de la sutilidad de la novela original, de su matizado desencanto, y pretende meterse en el berenjenal de un drama romántico hiperbólico y lacrimoso. Sobreactuación adolescente que hubiera espantado al bueno de Fitzgerald y de su alter ego Nick Carraway, modestos espectadores del maravilloso mundo de los pijos.
EL GRAN GATSBY, DE BAZ
LUHRMANN
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
23 mayo 2013
Adiós a 'Joseph'
Joan Pau Inarejos
Medio griego, medio
egipcio, medio francés, Georges Moustaki era hijo de las grandes civilizaciones
antiguas. Lejano descendiente de aquellas naciones antaño esplendorosas que hoy
sufren el estrés de la ortodoxia monetaria y el fundamentalismo religioso, su
barba abundante tenía algo de patriarca de telefilme bíblico. De sapiencia
bondadosa. Un pantocrátor oriental de franca sonrisa. Llamado judío errante y
pastor heleno, nos hubiéramos fiado de él para comprarle un coche y para que
nos llevara con él hasta el confín de las nubes.
Me confieso un pobre
ignorante de la chanson francófona, y
sin embargo considero a Moustaki parte de mi familia. Su voz resonaba todos los
veranos en el coche, y esa banda sonora del trovador barbudo tendrá siempre
para mí el color y el olor de los paisajes pirenaicos que surcaba nuestra
Nissan Vanette entre jaleo de papillas y pataletas. Mi padre tarareaba los versos con sosegado deleite, y aunque a
mí me parecían lejanas e incluso antipáticas aquellas canciones de los años setenta,
poco a poco también fueron mías. Será por aquello de que vivir consiste en ir pareciéndonos a nuestro padre.
No es fácil hablar al corazón en idioma extranjero. Hoy Internet nos ayuda a
traducirlo casi todo, pero Moustaki nos ha conmovido a muchos incluso antes de saber lo que nos decía. Privilegio que tienen la pintura y la música, pero menos frecuente cuando la torre de Babel de las lenguas se cruza en nuestro camino. Grave y cálida a la vez, su voz describió a la perfección el meteque vagabundo para quien quisiera oírlo, pintó con acierto las brumas de la solitude universal, hizo más humano que nunca a ese Joseph enamorado de María y evocó cómo la nostalgia de los tiempos pasados puede convivir con la secreta alegría de vivir, aunque sea trop tard.
Ahora que nos ha dejado, se agranda la sensación de que vivía en un mundo a parte, preñado de una rara tranquilidad espiritual. Será la ataraxia de los griegos, aquel ánimo imperturbable donde el rumor del oleaje no necesita traducciones.
20 mayo 2013
El maestro y Margarita
El maestro y Margarita (1928-1941)
EL ENAMORAMIENTO
Ella llevaba unas flores horribles, inquietantes, de color
amarillo. ¡Quién sabe cómo se llaman! pero no sé por qué, son las primeras
flores que aparecen en Moscú. Destacaban sobre el fondo negro de su abrigo.
¡Ella llevaba unas flores amarillas! Es un color desagradable (…).
«—¿Es
que no le gustan las flores?
«Me pareció advertir cierta hostilidad en su voz. Yo caminaba a su
lado, tratando de adaptar mi paso al suyo y, para mi sorpresa, no mesentía
incómodo.
«—Me gustan las flores, pero no éstas — dije.
«—¿Y qué flores le gustan?
«—Me gustan las rosas.
«Me arrepentí en seguida de haberlo dicho, porque sonrió con aire
culpable y arrojó sus flores a una zanja. Estaba algo desconcertado, recogí las
flores y se las di. Ella sonriendo, hizo ademán de rechazarlas y las llevé yo.
Así anduvimos un buen rato, sin decir nada, hasta que me quitó las
flores y las tiró a la calzada, luego me cogió la mano con la suya, enfundada en
un guante negro, y seguimos caminando juntos (…).
«Sí, el amor nos venció en un instante. Lo supe ese mismo
día, una hora después, cuando estábamos, sin habernos dado cuenta, al pie de la
muralla del Kremlin, en el río (…).El sol de mayo brillaba para nosotros solos.
Y sin que nadie lo supiera se convirtió en mi mujer.
CRISIS DEL ESCRITOR
En una palabra, comenzaba una fase de enfermedad psíquica. Me
parecía, sobre todo cuando me estaba durmiendo, que un pulpo ágil y frío se me
acercaba al corazón con sus tentáculos. Tenía que dormir con la luz encendida (…).
Se fue. Me acosté en el sofá y dormí, sin encender la luz. Me
despertó la sensación de que el pulpo estaba allí. A duras penas pude dar la
luz. Mi reloj de bolsillo marcaba las dos de la mañana. Me acosté sintiéndome
ya mal y desperté enfermo del todo. De pronto me pareció que la oscuridad del
otoño iba a romper los cristales, a entrar en la habitación y que yo me moriría
como ahogado en tinta.
MUERTE EN EL TEATRO
luego
cayó al suelo, gimiendo y arrancándose la corbata con mucho cuidado.
Después de morirse, Kurolésov se levantó, se sacudió el polvo del
pantalón de su frac, hizo una reverencia, esbozó una sonrisa falsa y se retiró
acompañado de aplausos aislados. El presentador habló de nuevo:
LA BELLEZA DE MARGARITA
La
gente pasaba junto a Margarita Nikoláyevna. Un hombre se quedó mirando a la
elegante mujer, atraído por su belleza y por su soledad. Tosió y se sentó en el
borde del mismo banco en el que estaba Margarita.
Por fin se atrevió a hablar:
— Decididamente, hoy hace buen día…
Pero Margarita le echó una mirada tan sombría, que el hombre se
levantó y se fue.
«He aquí un ejemplo — decía Margarita al que era su dueño—: ¿Por
qué habré echado a ese hombre? Me aburro, y en ese don Juan no había nada malo,
aparte del “decididamente”, tan ridículo… ¿Por qué estoy sola como una lechuza
al pie de la muralla? ¿Por qué estoy apartada de la vida?»
AGRESIÓN AL PIANO
Apuntando con tino, Margarita golpeó las teclas del piano y
en toda la casa retumbó un alarido quejumbroso. El instrumento de Bekker, que
no tenía la culpa de nada, gritó desaforadamente. Se hundieron sus teclas y
volaron las chapitas de marfil. El instrumento aullaba, resonaba y gemía. La
tabla superior barnizada se rompió de un martillazo, sonando como el disparo de
un revólver. Margarita, sofocada, rompía y aplastaba las cuerdas. Por fin,
muerta de cansancio, se derrumbó en un sillón para recobrar la respiración.
DOSTOIEVSKI INMORTAL
— Los
carnets, por favor — dijo ella mirando sorprendida los impertinentes de
Koróviev y el hornillo de Popota y su codo roto. — Mil perdones, pero,
¿qué carnets? — pregunto Koróviev, extrañado. — ¿Son ustedes
escritores? (…). Dígame, ¿es que para convencerse de que Dostoievski es un
escritor, es necesario pedirle su carnet? Coja cinco páginas cualesquiera de
alguna de sus novelas y se convencerá sin necesidad de carnet de que es
escritor. ¡Y me sospecho que nunca tuvo carnet! ¿Qué crees? — Koróviev se
dirigió a Popota.
— Apuesto
a que no lo tenía — contestó Popota, dejando el hornillo en la mesa junto al
libro y secándose con la mano el sudor de su frente, manchada de hollín.
— Usted no es Dostoievski — dijo la ciudadana, desconcertada,
dirigién
dose a Koróviev. — ¿Quién sabe? ¿quién sabe? — contestó
él. — Dostoievski ha muerto — dijo la ciudadana, pero no muy
convencida. — ¡Protesto! — exclamó Popota con calor—. ¡Dostoievski es
inmortal! — Sus carnets, ciudadanos — dijo la ciudadana. — ¡Esto
tiene gracia! — no cedía Koróviev—. El escritor no se conoce por su
carnet, sino por lo que escribe. ¿Cómo puede saber usted qué ideas artísticas
bullen en mi cabeza? ¿O en ésta? — y señaló la cabeza de Popota, que hasta
se quitó la gorra para que la ciudadana pudiera verla mejor.
ASASELO
—¡Qué
alegría! ¡En mi vida he tenido una alegría tan grande! Perdone que esté
desnuda, Asaselo, por favor.
Asaselo le dijo que no se preocupara y aseguró que había visto no
sólo a mujeres desnudas, sino que incluso las había visto sin piel.
LA HUÍDA DEMONÍACA
La tormenta se disipó sin dejar rastro y un arco multicolor,
cruzando todo el cielo de la ciudad, bebía agua del río Moskva. En lo alto de
un monte, en medio de los bosques, se veían tres siluetas oscuras: Voland,
Koróviev y Popota, montando negros corceles, contemplaban la ciudad a la otra
orilla del río. El sol quebrado se reflejaba en miles de ventanas y en las
torres de alajú del monasterio Dévichi.
DIÁLOGO CON EL DIABLO Y
EL GATO POPOTA
— Bueno,
esto ya me gusta más — dijo Voland, mirándole fijamente—. Hablemos. ¿Quién es
usted?
— Ahora no soy nadie — respondió el maestro, y una sonrisa le
torció la boca.
—¿De dónde viene?
— De la casa del dolor. Soy enfermo mental — contestó el
recién llegado.
Margarita no pudo soportar aquellas palabras y se echó a llorar.
Luego exclamó, secándose los ojos:
—¡Qué palabras tan horribles! ¡Horribles! Le prevengo, messere,
que es el maestro. ¡Sálvelo, que se lo merece!
—¿Sabe usted con quién está hablando en este momento? —
preguntó Voland—, ¿sabe dónde se encuentra?
— Lo sé —contestó el maestro—. Ese chico, Iván Desamparado,
fue mi compañero del sanatorio. Me habló de usted.
— Ah, sí, desde luego — dijo Voland—. Tuve el placer de
conocer a ese joven en «Los Estanques del Patriarca». Por poco me vuelve loco
demostrándome que yo no existo. Pero ¿usted cree que soy realmente yo?
— No me queda otro remedio que creerlo — dijo el maestro—,
aunque me sentiría mucho más tranquilo si pensara que usted es fruto de una
alucinación. Y usted perdone — añadió el maestro, violento.
— Bien, si cree que se sentiría más tranquilo, piénselo así
—dijo Voland con amabilidad.
—¡Pero no! — dijo Margarita, asustada, sacudiendo al maestro
por el hombro—. ¡Qué dices! ¡Si es él realmente!
Esta vez intervino también el gato:
— Yo sí que parezco una alucinación. Fíjese en mi perfil a la
luz de la luna.
El gato se metió en el reguero de luna y quiso añadir algo más,
pero le pidieron que se callara. Entonces dijo:
— Bueno, bueno, me callaré. Seré una alucinación silenciosa —
y no dijo más.
Mijaíl Bulgákov
El maestro y Margarita (1928-1941)
18 mayo 2013
Poemas de Agustín González de la Torre
Tu dolor y mi dolor
se encontraron en al aire
una tarde de Viernes Santo
que bajabas por mi calle
(Procesión de Viernes Santo)
***
Hoy, que ando en la añeja
edad,
por aquellos viejos
yerros,
que me muerden como
perros,
pido que tengas piedad
(Monólogo del alma)
***
Grandes y reyes a dormir
vinieron
su eterno sueño entre sus
muros fríos
seguros de alcanzar la
eterna euforia,
Porque en sus piedras
seculares vieron
el lugar de enterrar sus
señoríos
y ser vasallos en la eterna
gloria.
(Al monasterio de Poblet)
***
Sí dialogo contigo en tu
presencia,
pero no esperes escuchar
rumor
que mi palabra es muda e
inefable
(Respuesta de Dios)
¿Ante tu trono yo quizás
me hallaba?
No era fuego de infierno
el de mi sueño
pues allí estabas Tú y no
quemaba.
(¿Cielo o Infierno?)
Agustín González de la
Torre
Fragmentos de la obra ‘Mis poemas
religiosos’
13 mayo 2013
'Stoker': maravilloso cuento horroroso
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8
Recuerdo con inquietud una imagen televisiva de mi infancia. Era un anuncio de la serie 'Twin Peaks', de David Lynch, donde
aparecía un hombre con los ojos de un azul deslumbrante. El fotograma de aquel
individuo, claramente poseído por propósitos malignos, iba acompañado de la
canción 'What a wonderful world', y desde entonces no puedo
escuchar la ronca dicción de Louis Armstrong sin rememorar aquel escalofrío infantil.
No hay que subestimar el poder intimidatorio de la mirada. Esas pupilas que el refranero describe como espejos del alma también son a veces vitrinas del mal. Luceros de la tentación. Los ojos, por ejemplo, de Mathew Goode, que encarna a un Mefistófeles treintañero en esta película de ambiente gélido y morboso. Que el personaje de Charlie es una espléndida representación de lo diabólico puro, sin identidad ni motivación humana, queda bien reflejado en uno de los diálogos más acerados de la película. Nicole Kidman dice: "No me importa quién eres" y Goode responde: "A mí me ocurre igual... tampoco a mí me importa quién soy".
El tercer vértice del triángulo malsano que propone 'Stoker' es India (Mia Wasikowska), una niña-mujer de 18 años que recibe la visita del misterioso tío Charlie tras perder a su padre en un infortunado accidente. Con un trasfondo freudiano nada disimulado, el extraño pariente desconocido vendrá a llenar el vacío del padre muerto y a iniciar a la joven doncella -deliberadamente ambigua- en los rituales de la vida adulta. Estamos ante la Caperucita y el Lobo, sin disfraces de cuento y con abuelas accidentadas incluídas.
Todo esto podría ser carne de cañón para un telefilme de baja estofa si no fuera por el carisma de un enorme Goode y, sobre todo, por los fascinantes ropajes con los que el director Park Chan-wook reviste toda la función. Desde la aparición de Charlie en el cementerio hasta los zooms setenteros -Polanski, El Exorcista-, pasando por la atención febril a los detalles (la araña subiendo por las medias), el cineasta surcoreano hace gala de una estética fabulosa y un dominio apabullante del montaje metafórico, digno discípulo de Kubrick. Esculpe momentos de maestro: el descenso al sótano, el juego de las lámparas. La fantasía sexual en un piano (Dalí hubiera pagado por verla). O ese juego de zapatos de varios tamaños que recuerdan a la desvaída Lolita el final de la inocencia. Surrealista y ultrasensorial, cruel y escandalosa, con más atmósfera que contenido, 'Stoker' hace todo lo que puede para turbarnos y vaya por Hitchcock si lo consigue.
STOKER, DE PARK CHAN-WOOK
10 mayo 2013
Sobre els moderns barcelonins
Valero
Sanmartí
“El secret d’aquest efecte és que les noies,
amb Mishima de fons i els llums apagats, ho tenen més fàcil per imaginar-se que
follen amb el culte i ferotgement atractiu David Caraben, i no amb el calçasses
ectoplasmàtic i lleganyós que tenen per nòvio, amb qui passen les nits mirant
episodis de Mad Men (…). Els Mishima
són les Cinquanta ombres de Grey dels
matrimonis indies fracassats”.
(…) “Los modernos son
como los sionistas. Intentaron ocupar la franja de Gracia, construir allí su
paraíso hipster, pero se encontraron
con la feroz resistencia de sus habitantes más antiguos: los perroflautas.
Algunos modernos lo han entendido y han decidido probar suerte con otros
barrios: Sant Antoni i Poble Sec, principalmente. Ahora que están felizmente
instalados en la calle Parlament, ha llegado la hora de soltar a los perros
atómicos”.
Valero
Sanmartí, ‘Jo només il·lumino
la catalana terra’ (2013) / Entrevista en ‘Tendències’ de ‘El Mundo’, 9/5/2013
Etiquetes de comentaris:
sociología,
Valero Sanmartí
08 mayo 2013
Hola, soy yo
Joan Pau Inarejos
El teléfono, como el trabajo y la pareja, ha dejado de ser
fijo. En este caso nos alegramos: la comunicación ya no conoce fronteras ni
limitaciones. Al perder su cordón umbilical con el hogar, el aparato incluso
perdió su nombre y quedó el mero adjetivo –el móvil-, mientras los
italianos, siempre mucho mejor dotados para la plástica, se inclinaron por
encoger el sustantivo con el entrañable telefonino.
Hace poco han conseguido rescatar la voz de Alexander Graham
Bell. Es un documento emocionante: el padre del teléfono balbuciendo sus
primeras palabras. Lo hizo en un disco de cartón encerado, cual mensaje en una
botella, y la grabación es de lo más franca: “Escuchad mi voz. Alexander Graham
Bell”. 15 de abril de 1885. El insigne inventor no aprovechaba para vindicar la
paz mundial ni el fin de la esclavitud. Olímpicamente despreocupado del
contenido, sólo quería comprobar el canal. Un dos tres probando.
Sin saberlo, Graham Bell inauguraba una de las funciones más
socorridas del telefonino: comprobar que estamos ahí. En clase de Literatura lo
llamaban la función fática del lenguaje: palpar el micro antes de hablar, decir
¿Sí? o ¿Aló? al descolgar el aparato, hacer una perdida, dar un toque o meter a
alguien en un grupo de WhatsApp. Más aún todavía: lo que en 1885 era una
necesaria probatura técnica, hoy lo hemos amplificado y popularizado hasta
convertirlo en la pura erótica del canal. El placer de estar conectados.
Los más entusiastas ya imaginan un mundo donde ni siquiera
habrá que llamar ni mensajear, porque nuestra vida será un continuum disponible. El canal
seremos nosotros. No tendré que decir que soy Graham Bell porque ya lo sabrás y
te lo habré sacado de la punta de la lengua. Al final, se cumplirá la
expectativa visionaria de mi sobrino de un año: cuando coge un teléfono,
siempre cree que hay alguien al otro lado.
Foto: Early Office Museum
03 mayo 2013
*Austericidi: qui mata a qui?
Joan Pau Inarejos
Encantats
amb la nova joguina, una corrua de polítics, periodistes i sindicalistes fan
anar aquest mot amb una alegria alarmant. Diuen que és una paraula efectiva,
que parla per si mateixa, que té la concisió d’una pancarta. L’austeritat ens
mata = austericidi. Tuit resolt.
Dissortadament,
la realitat no es cansa d’arruïnar bones piulades i intencions òptimes. No pas
la realitat social, en aquest cas, sinó la realitat lingüística (llengua: una
cosa que permet ajuntar subjectes i predicats i fins i tot posar accents al
Twitter). N’hi ha prou de repassar termes com homicidi, suïcidi, parricidi, i tots els cidis que es fan i es desfan a les pàgines de successos, per
comprovar que aquestes expressions ens parlen de la víctima i no pas del botxí.
Magnicidi és matar Kennedy, i no Kennedy empunyant una pistola. No saber qui
mata a qui pot estar bé per a una novel·la d’Agatha Christie, però és menys
operatiu en una depressió econòmica.
En el
fons, això de l’austericidi és
una mala còpia de Jiménez Losantos. El factòtum de l’ultraliberalisme espanyol
va fer fortuna fa uns anys amb l’apel·lació al lliberticidi: els socialistes, els comunistes, els catalanistes
–deia ell– són gent que assassina la llibertat individual de les persones.
Políticament destraler, intel·lectualment deplorable, però lèxicament amb els
papers en regla.
No
podem dir el mateix d’aquest austericidi,
que possiblement soni més contundent que justicidi, socialicidi, igualicidi o el ras i curt genticidi que suggereix l’amic
Lluís Mata (atenció, Mata amb majúscules), però que en tot cas comet un
claríssim llengüicidi amb nocturnitat i traïdoria. Si donéssim per
bona la parauleta de moda –com avalen alguns lingüistes amb ganes de marxa–
resultaria que l’insecticida seria un escarabat monstruós que ens mataria a
nosaltres, una imatge kafkiana i poc desitjable.
Foto: www.ugtpublic.org
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