29 abril 2013
‘Iron Man 3’: más hombre, más hierro, más Downey Junior
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5
Ojos saltones, greña al aire, sonrisa mefistofélica, Robert
Downey Junior se ha convertido en uno de esos actores que magnetizan el aire
que respiran. A sus 48 años, desintoxicado de una vida poco recomendable, se interpreta a sí mismo como nadie. Abrasador y chulesco. Narcisista y desencantado. Rápido y
socarrón. Un sorbo de café cargado.
El hombre que transformó a Sherlock Holmes en un dandi canalla
vuelve a revestirse con el traje de hierro y los gadgets inverosímiles para su
tercera aventura como Iron Man. Tercer plan de vuelo con más de lo mismo: ritmo
frenético, guion bruñido como el metal, exhibicionismo audiovisual. Una ristra
de gags malévolos dedicados a Ringo Starr, el Thor de la Marvel o Bruce Willis.
Y Robert Downey Junior, claro, sin el cual todo sería incomparablemente más aburrido.
Esta vez, Tony Stark deberá enfrentarse a un líder terrorista de
largas barbas y modos suntuosos, un Ben Kingsley en abierta caricatura pulp de Bin Laden -ojo a la
pantalla, porque la parodia va muy en serio-. Malo malísimo con inconfundible sabor
a cómic, perfecta demostración amoral de cómo Estados Unidos ha convertido el
difuso mundo árabe-islámico en el nuevo territorio simbólico del mal y en un fácil disparadero de sus miedos nacionales. La película
lo sabe, lo utiliza y lo invierte ingeniosamente.
En medio de un ritmo de feria no siempre constante, la tercera cruzada de Downey/Stark viene repleta de imágenes de gran potencia, casi
rupturistas. Todo un hallazgo esa Gwyneth Paltrow fortuitamente enfundada en el
traje de superhéroe, en insólita inversión de roles ("yo te
protejo"), o la escena en la que Tony se saca a sí mismo del fondo del
mar gracias a su mano extraíble (bella metáfora del hombre capaz de tirar de sí
mismo, a la guisa del barón Münchausen que salió del pantano tirándose de la
cabellera, como gusta recordar José Antonio Marina).
El hombre y sus prótesis. El hombre y su alter ego metálico.
Su vida ligada a un corazón recargable. Muchos son los guiños a la
ciencia-ficción con los que 'Iron Man 3' salpica sus quizá excesivos 130 minutos, por otra parte entregados a la pirotecnia comercial más desacomplejada.
Veremos al creador perdiendo el control sobre su Criatura -ese ataque
nocturno, desasosegante y frankensteiniano-, departiendo cómicamente con el
robot averiado en el sofá o batiéndose en duelo dialéctico con su asistente
virtual -la ubicua voz instructora que siempre nos recordará al Hal de '2001'-.
También nos tienta la imagen de ese héroe en retirada, buscando una segunda vida como mentor de sus hijos artificiales (su galería
de ironmans autónomos) pero no
seríamos justos sin reservar un homenaje sincero y admirado a una de las
mejores escenas de acción y suspense que se han filmado jamás en el género. Un
rescate en el aire que es pura adrenalina. Que obliga a levantar las manos
y aplaudir si tienes sangre en las venas.
IRON MAN 3, DE SHANE BLACK
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