21 mayo 2011

El bello es vello


JOAN PAU INAREJOS  
Observa el sabio José Antonio Marina que el castellano es poco preciso y profuso para hablar de la experiencia estética. Además -si se nos permite la nota al pie-, lo bello se confunde con facilidad con el vello (desafortunada coincidencia), y menos suerte todavía tiene el catalán bell, que directamente sufre homofonía con la vejez (vell)... Lo bonito o lo maco, tan hogareños y pueriles, apenas tienen categoría para llenar este vacío tan enojoso en nuestras lenguas, que obliga a señalizar las conversaciones con vulgares aclaraciones ortográficas ("bello con be", "bell amb be alta"). Tampoco cabe en la conversación cotidiana ibérica hablar de lo hermoso, lo lindo o lo formós (si no es con un arpa entre las manos), así que seguiremos sufriendo en silencio esta endémica censura lingüística: una lástima.
JOSÉ ANTONIO MARINA  
La palabra bello tiene una historia confusa porque procede del latín bellus, que es el diminutivo familiar de bonus, "bien". Significaba, literalmente, bonito. Sustituyó popularmente a otras palabras de más empaque como pulcher y decorus ("la belleza adornada") (...) No he encontrado ninguna palabra castellana para designar la experiencia estética. Algunos estudiosos han señalado  que "a medida que avanza el siglo XVII se advierte una ampliación del vocabulario utilizado para describir este tipo de experiencias. Y algunos de los adjetivos y verbos usados tienen una relación innegable con lo inefable" (...) La experiencia estética no está, como he dicho, lexicalizada en castellano. ¿Cómo se puede explicar este desinterés? Posiblemente porque la experiencia de la belleza, que sin duda ha existido siempre, situaba en el objeto el valor desencadenante. Lo único que tenía que hacer el sujeto era contemplar lo que había.

Diccionario de los sentimientos, de José Antonio Marina y Marisa López (1999)

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