18 abril 2011

'Código Fuente': mucha misión, poco cerebro

Nota: la crítica contiene pequeños detalles del argumento

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 5
La imagen de un hombre que libra un sinfín de misiones de alto riesgo con una mínima actividad cerebral es la mejor metáfora posible de este experimento de ciencia-ficción, donde Duncan Jones, el retoño de David Bowie que hasta ahora apuntaba maneras de genio ('Moon'), parece haber entregado su nombre y cuatro ideas creativas al mercado de la reventa de la basura cinematográfica.

Antes de sacar el bisturí, hagamos un breve fogonazo de lo que podía haber sido un argumento apasionante: un soldado destinado en Afganistán de repente se ve lanzado a un viaje al pasado para descubrir la autoría de un atentado terrorista en un tren que va a Chicago (y hasta aquí podemos leer).

1 El primer síntoma de encefalograma plano es haber colocado aquí a Jake Gyllenhaal (el vaquero de 'Brokeback Mountain'), el mayor monumento a la inexpresividad desde el bacalao que decía "a mí me van a comer" en La Sirenita. La falta de garra y de encanto de este tipo es sencillamente indignante para el ciudadano honrado que paga entre 7 y 8 euros para entrar al cine. 

2  En casos así suele haber algún secundario que salve los muebles, pero en el presente producto, exceptuando una muy digna Vera Farmiga ('Up in the air') que consigue traspasar la pantalla como severa instructora del más allá de la cápsula, el resto parece salido de un telefilm de la peor calaña dominguera, desde la chica-florero odiosamente guapa y relamida hasta un villano con muletas que limita al norte con el Doctor No y al sur con el Doctor Dolittle, pasando por una patuleya de pasajeros del tren estereotipados y narrativamente imbéciles hasta decir basta (la empatía es tan floja que no produce el más mínimo escalofrío el pensar que saldrán todos volando por los aires).

3  Pero más allá de un reparto que toca fondo, 'Código Fuente' comete el peor pecado cinematográfico: no estar a la altura de lo que pretende y quedarse, en este caso, entre el Pinto de la ambición autoral y el Valdemoro de la sana diversión comercial, sin aterrizar en ninguna de las dos pistas, porque no brillan ni las neuronas ni el dinero. La vuelta de tuerca al género, con un hallazgo científico-policíaco que permite viajar en el tiempo a través de la memoria cerebral renqueante, habitando una especie de limbo o prórroga vital durante un tiempo limitado, resulta tan atractiva sobre el papel como exasperante su prostitución en la pantalla, merced a una puesta en escena vergonzante y una ristra de diálogos de factura preadolescente (queda para los anales la frase "Si quiere le envío una pizza, para que compruebe que soy real"). 

Moraleja: Los sacos de dólares pueden dar fantasías comerciales tan sobresalientes en el terreno de la ciencia-ficción como 'Origen' o 'Minority report' -por citar dos célebres peripecias por el espacio-tiempo- pero también bodrios tan fallidos como éste, donde nadie se ha acordado que había que hacer una película, encajar todas sus piezas y, si puede ser, que no parezca un ensayo estudiantil lleno de típex y de borrones. Duncan Jones: busca culpables, deshazte de ellos, y, por lo que más quieras, vuelve a la luna para fabricar otra maravilla de bajo coste.


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