No le negaremos gigas de garbo y agudeza -como un constante tecleo ante el excitado plasma- al artefacto escrito por Aaaron Sorkin y dirigido por David Fincher, con el pretexo, más que el argumento, de la creación de la archifamosa red social por parte del precoz estudiante de Harvard Mark Zuckerberg. Tampoco le haremos ascos a su humor cáustico y en ocasiones desenfadadamente absurdo (véanse las atribulaciones del joven Eduardo, acusado de maltratar a una gallina). No; contra todo pronóstico ante un proyecto de estas características, aparentemente hipotecado por el fenómeno de masas que lo inspira, no hay aquí una brizna de comercialidad ni la más mínima concesión a las asiduidades estéticas, eróticas y sentimentales de la gran producción hollywoodiense, quizá exceptuando un happy end virtual y platónico, nunca consumado y colado por el puerto USB de atrás.
La mejor comparación posible de 'La red social' no es con el taquillazo clásico y oscarizable -ahí está su mediocre cosecha de estatuillas- sino acaso con las grandes novelas realistas del siglo XIX sobre jóvenes arribistas, carentes de escrúpolos y empatía, que consiguen escalar a lo más alto, eso sí, con el estilo y los códigos de la nueva ficción televisiva estadounidense, que tantas alegrías está dando a los críticos y espectadores más exigentes, con su mezcla de guión de hierro, potencia visual y personajes excéntricos (a House, Lost o Daños y perjuicios me remito).
Cierto que el Zuckerberg real debe de estar indignado con la película, pero no por retratarle como hábil trepador y perfecto judas de todas sus amistades, sino por aparecer sin el más mínimo aliento épico, bajo las facciones de un esforzado Jesse Eisenberg, frente a unos secundarios que se lo comen literalmente con patatas, especialmente el tirillas Andrew Garfield (ya veremos cómo le sienta el traje de Spiderman) o un Justin Timberlake sorprendentemente válido para la interpretación.
A pesar de todo, siento disentir de tanto espectador maravillado, y, si no fuera por el peligro de incurrir en una paradoja cibernética, estaría por crear un grupo en el Facebook llamado "Me he aburrido con la película de Facebook".
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