15 abril 2011
Primavera sin por qué
El místico Angelus Silesius afirmó que "la rosa es sin por qué", y eso que tal vez pudiera parecer una enojosa ambigüedad, o una triste arbitrariedad, sólo se comprende profundamente una vez al año, cuando, sin más justificación que su mero ciclo natural, florecen las flores. Cada uno tiene las suyas: yo puedo rememorar el humilde rosal de una vecina, donde los capullos rosáceos mudaban en magníficas corolas y éstas en desvaídas sedas de color de vino, en una procesión tan predecible como atractiva desde la mirada ociosa de una terraza. O bien las suavidades perlinas del romero, que cada año sin falta descubría (y lo escribo en pasado porque es la infancia la que imprime en la memoria con tinta indeleble) su miríada de brotes violáceos en los alrededores de la casa de mis abuelos, y conservaba el perfume mucho más allá de su repliegue, alzando orgulloso los secos tallos cual mortajas fragantes. Digo todo esto porque, sin una sola brizna de nuestro trabajo, sin un ápice de nuestras angustias y ajetreos, completamente ajenos a lo que deseamos, perseguimos, añoramos y reprochamos, hoy los árboles de mi calle se han vuelto a vestir de verde.
Joan Pau Inarejos, 15 abril 2011
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