por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6,5
Sin embargo, aquí, los méritos no se los lleva nuestro camaleónico Bola (a pesar de su apoteósica aparición hacia el final de la cinta), sino más bien un churumbel de corta edad llamado Manuel Camacho. El tierno actor interpreta la niñez de Marcos con una candidez y una convicción sensacionales, y se adueña con mucho de los mejores momentos de esta historia bienintencionada sobre la posibilidad de convivir con las fieras. De esta delicada aproximación entre el niño y la bestia, con una cámara paciente y curiosa, ya nos dio cuenta hace poco, y en un género radicalmente distinto, 'Cómo entrenar a tu dragón', la cinta de animación de DreamWorks.
Es ésta una utopía recurrente que bebe de fuentes proféticas (Isaías: "El lobo vivirá con el cordero y un niño les guiará"), de vidas de santos (San Francisco de Asís y su amigo lobo), y a cuya nostalgia primitiva dio una forma laica el ilustrado Jean-Jacques Rousseau con su tesis sobre el buen salvaje, que vive feliz e incontaminado por la sociedad, presunción que ha irrigado todas las ficciones modernas sobre indios buenos y niños silvestres, desde Mowgli a 'Bailando con lobos' pasando por Pocahontas y tantos otros.
'Entrelobos', del director Gerardo Olivares, imprime en la retina un mundo natural recio y bellísimo, esta Sierra Morena seca y cavernaria que pese a su localización cordobesa evoca fácilmente los versos asombrados de Unamuno acerca del campo castellano ("Qué hermosura la de una puesta de sol en estas solemnes soledades") y que viene a reeditar, con sus fabulosas escenas de caza y de vida bajo tierra, las majestuosas estampas de aquella serie documental llamada 'El hombre y la tierra' que mitificó al naturalista Félix Rodríguez de la Fuente.
Con tanta ambición visual, es una auténtica lástima que Gerardo Olivares haya descuidado la planificación de la trama, atropellando el final con una aparición de Ballesta sonrojantemente efímera (que huele a simple cebo comercial por los cuatro costados) y con una invasión de cazadores tan impecable como previsible. Sancho Gracia y Carlos Bardem rezuman maestría y saber hacer en sus respectivas trincheras interpretativas, pero a este Libro de la Sierra (José Arce dixit en LaButaca.net) le hubiéramos pedido menos lobos y algo más de galope narrativo.
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