LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5
Está bien hacer buenas películas, pero hay que acabarlas. Aunque parece de perogrullo, vale la pena recordarlo ante obras tan notables, creativas y magistralmente filmadas como 'También la lluvia', de Iciar Bollaín, donde el brillante paralelismo entre la América de finales del XV y la de principios del XXI desemboca en un frustrante desagüe de azúcares y buenos sentimientos.
Luis Tosar y Gael García Bernal (socarrón y español el primero; sedoso y mexicano el segundo) sostienen con buen oficio esta película dentro de la película, en la piel de unos productores que viajan a Bolivia para recrear la invasión colombina. Allí, sin embargo, deberán enfrentarse a un suceso real y nada poético, la guerra del Agua de Cochabamba, que enfrentó a miles de ciudadanos desabastecidos contra el gobierno privatizador de Hugo Banzer.
Con gran finura cinematográfica, Iciar Bollaín ha tenido el acierto de trenzar ambos momentos históricos, con una alternancia de imágenes sobre el pasado ficticio y el presente real de los latinoamericanos que dibuja plano a plano un valiente alegato contra la explotación y la prepotencia occidental. Una película cien por cien política, que con gran habilidad da la vuelta a la épica de 'La Misión' y que logra unas cuantas escenas antológicas, como el ensayo en el hotel, ante una camarera boliviana convertida en actriz accidental, o el ácido encuentro entre los cineastas y el gobernador de Cochabamba, con el fragor de las protestas como permanente telón de fondo.
En el capítulo de virtudes, aún deben añadirse las formidables individualides: Carlos Aduviri descolla en su papel de indígena insobornable y Karra Elejalde (el Colón de ficción) convence con su pose de frívolo solitario, fraternal pese a todo (como demuestra una diminuta y fantástica escena con los indios). Buenos actores, imaginativo guión y excelente puesta en escena -sucia y realista- componen lo más parecido a un thriller moral, donde los supuestos filántropos quizá se revelarán como negreros, y viceversa.
Parece mentira que pueda fallar algo, pero, en efecto, hacia el final del metraje, todas las expectativas puestas en tan ágil y verosímil relato se diluyen en una deriva demasiado complaciente y bienintencionada, donde, traicionando el espíritu de la cinta, acaba triunfando el paternalismo de los blancos europeos y la sobada iconografía progre de las etnias unidas. Una cinta tan arrojada merecía cerrarse con un puñetazo en el ojo, y no con una sonrisa candorosa.
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